¿Qué tan bien alguien conoce realmente a Ghislaine Maxwell, la socialité británica que se convirtió en una figura omnipresente en la escena social de Nueva York? Viajó por África con el expresidente Bill Clinton; se codeó en Palm Beach con el presidente Donald Trump y su esposa, Melania; era amiga del príncipe Andrés de Gran Bretaña. Los habitantes de su mundo describen a la anfitriona educada en Oxford como “encantadora”, “divertida” y “vivaz”.
Pero en una audiencia en la corte de Nueva York hace unas semanas, uno de los acusados describió a Maxwell muy diferente: como “un depredador y un monstruo”. Según la acusación, se alega que reclutó a niñas, de tan solo 14 años, para que fueran abusadas sexualmente por su confidente, Jeffrey Epstein, quien fue arrestado el año pasado por cargos de tráfico sexual y a quien encontraron ahorcado en su celda un mes después.
Los fiscales afirman que Maxwell no solo engatusó a las víctimas de Epstein, sino que también participó en su abuso. En el curso del argumento de la fianza en la corte, también se reveló algo más sobre Maxwell: ahora está casada.
Vestida con atuendo de la prisión de Nueva York, Maxwell se declaró inocente. Su abogado, Mark Cohen, insistió en que ella había sido víctima de una siniestra campaña de difamación por parte del gobierno y los medios. “¡Nuestro cliente no es Jeffrey Epstein!”, dijo. “Ella no es un monstruo como la han retratado”.
La caída de gracia de Ghislaine Maxwell no solo es una cuestión de fascinación social. Las poderosas figuras de ambos lados del Atlántico que circularon en la órbita de Epstein a lo largo de los años han visto su reputación manchada por la asociación. Entre ellos Jes Staley, el director ejecutivo de Barclays, ahora bajo investigación por la Autoridad de Conducta Financiera de Gran Bretaña por atender a Epstein como cliente cuando era ejecutivo de JPMorgan.
Lo dice..."La razón de la devoción de Maxwell por un pedófilo es una cuestion de debate interminable en Nueva York, algunos insisten en que estaba enamorada"
Mientras tanto, titanes de los fondos de cobertura, abogados famosos, universidades de élite, profesores y otros que aceptaron los obsequios o la hospitalidad de Epstein a lo largo de los años se apresuran a rechazar sus lazos. También lo hizo el príncipe Andrés, a quien hicieron a un lado de los deberes reales, después de una desastrosa entrevista con la BBC sobre su amistad con Epstein y Maxwell.
Maxwell, de 58 años de edad, es hija de Robert Maxwell, un sobreviviente del Holocausto que escapó de Europa del Este, luchó contra los nazis y (después de algunos cambios de nombre) se convirtió en barón de la prensa, miembro del parlamento, sospechoso de espionaje y estafador financiero. La más joven de sus siete hijos que sobreviven, fue, según todos los informes, su favorita. Sus talentos sociales se pulieron en Marlborough College y luego en Oxford.
A pesar del afecto de su padre, ella no escapó de su maltrato verbal. “Los Maxwell son educados y pulidos por fuera”, dijo un amigo cercano de la familia. “Por dentro, son un montón de nervios y ansiedad”, añadió.
En 1991, Robert Maxwell murió en circunstancias misteriosas. Se encontró su cuerpo en el océano cerca de su yate, Lady Ghislaine. No quedó claro si cayó por la borda, saltó o, como algunos afirman, fue asesinado. Su hija quedó devastada. Para agravar la pérdida, gran parte de su riqueza se evaporó después de que se reveló que su padre desfalcó fondos de pensiones.
Maxwell reconstruyó su vida en Nueva York, donde se volvió cercana a Epstein. Hicieron un dúo formidable. Ella tenía la gracia social y los contactos que le faltaban al personaje que abandonó la universidad de Coney Island en Brooklyn; él tenía el dinero, gracias a una firma de asesoría financiera que fundó después de una temporada en el banco de inversión Bear Stearns. Juntos, aprovecharon la extravagante escena de Manhattan que prevalecía antes de la crisis financiera, un escenario de hombres y mujeres muy poderosos en los mundos de las finanzas, la moda y las artes.
Maxwell no solo manejó los asuntos sociales de Epstein, sino que también creó una vida para él. Organizaba cenas nocturnas en las que se presentaba todo el mundo, desde el director Woody Allen hasta el político israelí Ehud Barak. Su apellido se agregó a su caché en Nueva York. “Ella simplemente entraba a una habitación y le daba magia y encanto”, dijo un conocido.
La razón de la devoción de Maxwell por un pedófilo es una cuestión de debate interminable en Nueva York. Algunos insisten en que estaba enamorada y esperaba algún día casarse con él. Otros creen que lo hizo por dinero o para satisfacer alguna necesidad psicológica que dejó la muerte de su padre.
Después del arresto de Epstein, Maxwell esperaba reanudar su vida anterior, dijo una amiga. Ella había lanzado una organización benéfica ambiental, TerraMar, en 2012. Pero pronto desapareció y corrieron rumores de que se escondía en Rusia, Israel o Brasil.
De hecho, la mujer con pasaportes francés y británico fue descubierta y arrestada en New Hampshire, en una finca de 156 acres de nombre Tuckedaway. Los fiscales dijeron que pagó en efectivo por la propiedad, y le dijo al agente inmobiliario que era Jen Marshall, una periodista británica que buscaba privacidad. Otra identidad más para Maxwell.
srgs