La globalización no está muriendo, se transforma

Aunque la relación entre el comercio mundial de bienes y la producción se ha desacelerado, la tecnología abre nuevas áreas de crecimiento para el sector de los servicios que se prestan a distancia

Contenedores de transporte en el patio de Union Pacific Railroad en Illinois. TANNEN MAURY/EFE
Martin Wolf
Londres /

¿Cuál es el futuro de la globalización? Esta es una de las grandes preguntas de nuestro tiempo. En junio argumenté que, en contra de la opinión cada vez más generalizada, “la globalización no está muerta. Posiblemente ni siquiera esté muriendo, pero está cambiando” a través del crecimiento de los servicios que se prestan a distancia.

Desde la revolución industrial hemos visto, afirma Richard Baldwin en su libro The Great Convergence, tres olas de oportunidades para el comercio. En primer lugar, la industrialización y la revolución del transporte generaron oportunidades para el comercio de bienes. Después, las nuevas tecnologías de la información permitieron el “comercio de fábricas”: resultó rentable trasladar plantas enteras adonde la mano de obra era barata; sin embargo, en la actualidad, la banda ancha de internet permite el “comercio en oficinas”: si uno puede trabajar desde casa, alguien en India también puede hacerlo.

Además, una diferencia entre la primera y la segunda olea, que necesitan el movimiento de objetos, y la tercera, que mueve la información de forma virtual, es que los obstáculos al comercio físico son más fáciles de imponer que en el digital. No es imposible imponer estos últimos, como demuestra China, pero requiere un gran esfuerzo.

Como argumenta Baldwin en cuatro blogs recientes, este marco analítico nos permite ver el futuro del comercio bajo una luz diferente a la que ahora está de moda. En particular, lo que él llama la visión “perezosa” de la historia de la globalización y el comercio es engañosa en una serie de dimensiones. ¿Cuál es esa visión? Se trata de que, después de dos décadas de crecimiento muy rápido, el tráfico mundial de bienes alcanzó su punto máximo en 2008, bajo el golpe mortal de la crisis financiera.

Esta visión, tanto de lo que ocurrió como del por qué, es engañosa.

Primero, la relación con el segundo mayor comerciante de bienes del mundo, China, en realidad alcanzó su máximo antes de 2008 (en 2006). Las del tercer y cuarto mayor comerciante de bienes, Estados Unidos y Japón, alcanzaron su pico después de 2008 (en 2011 y 2014). La del mayor negociante, Unión Europea, aún no alcanza su límite, aunque se ha estancado.

Segundo, la mayor caída del ratio comercial se produce en China, pero esto no refleja el proteccionismo en el extranjero ni un alejamiento deliberado por parte de la nación asiática, pues solo normalizó su dependencia en relación con su tamaño económico.

Tercero, en términos monetarios, la principal causa de la disminución de la relación comercial fue la caída del precio de las materias primas, no una reducción del volumen. Esta disminución de los precios representó 5.7 puntos porcentuales del descenso de 9.1 puntos en la relación entre el comercio de bienes y la producción mundial entre 2008 y 2020.

Por último, hay evidencia de que se están deshaciendo las cadenas de suministro transfronterizas, pero el punto de inflexión parece ser en 2013, tras la crisis financiera, pero antes de la elección de Donald Trump. Una de las principales explicaciones es el cambio de las cadenas de suministro dentro de los nuevos proveedores, en especial China, el dominante. En lugar de ensamblar productos intermedios importados, Pekín los produce.

En definitiva, existen explicaciones naturales para la caída de la relación entre el comercio mundial de bienes y la producción, pero la desaceleración de la desvinculación de la cadena de suministro es real. Entre otras explicaciones, muchas se desplazaron dentro de China.

Los servicios son una historia diferente. La relación entre el comercio de servicios y la producción mundial sigue en aumento. Los servicios son un grupo muy heterogéneo de actividades, algunas de las cuales requieren el movimiento de personas (como el turismo). Pero la categoría “otros servicios comerciales” puede, en gran parte, suministrarse de manera virtual. El crecimiento de estos servicios es muy dinámico: entre 1990 y 2020 el comercio de bienes se multiplicó por cinco, mientras que los de servicios por 11.

Un punto crucial es que la expansión del comercio de estas actividades depende poco de los acuerdos. La regulación se centra en los servicios finales, no en los intermedios. Existen, por ejemplo, reglas sobre la venta de servicios de contabilidad en EU; sin embargo, hay pocas normas sobre las cualificaciones de los trabajadores que realizan el papeleo que hay detrás de la prestación de estos servicios.

Así, un “contador de EU puede emplear a casi cualquier persona para contabilizar los gastos de viaje de un cliente y cotejarlos con los recibos de gastos”. Entre los ejemplos de profesiones que prestan servicios intermedios, en lugar de finales, están los asistentes administrativos, personal de ayuda en línea, diseñadores gráficos, correctores, asistentes personales, ingenieros de software, abogados y los analistas financieros. La lista continúa.

Como afirma Baldwin, el potencial de este tipo de comercio que se basa en la tecnología es enorme. También será muy disruptivo: los trabajadores de cuello blanco que prestan estos servicios en los países de altos ingresos son una parte importante de la clase media, pero será difícil protegerlos.

En definitiva, la evidencia sugiere que las fuerzas económicas naturales son en gran medida responsables de los cambios pasados en el patrón del comercio mundial. La creciente preocupación por la seguridad de las cadenas de suministro sin duda se sumará a estos cambios, aunque se puede dudar de que el resultado sea el reshoring (la deslocalización de la producción al país de la compañía) o el friendshoring (el traslado de la producción a países considerados amigos o aliados). Lo más probable es que se produzca un complejo patrón de diversificación. Mientras tanto, la tecnología abre nuevas áreas de crecimiento en los servicios.

Sobra decir que las catástrofes pueden cambiar este panorama: El covid-19 fue disruptor; también lo es la actual crisis de energía y la guerra o la amenaza de ella provocará todavía más disrupción. Un comercio mundial saludable es una señal de paz, aunque no la cause. Nadie en su sano juicio puede desear las sombrías alternativas.


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