Qué rápido, en una crisis, lo impensable puede convertirse en realidad. Si hace una semana hubiera podido parecer una fantasía que un presidente de Estados Unidos incitara a la insurrección o enfrentara un segundo juicio político en un solo mandato, lo mismo sucede con la posibilidad de que las plataformas de redes sociales excluyeran al “líder del mundo libre”. La prohibición de Twitter, Facebook e Instagram al presidente Donald Trump, plantea problemas profundos para la libertad de expresión y los precedentes que puede establecer para sociedades menos libres. Mientras que la naturaleza “permanente” de la suspensión de Twitter es cuestionable, no actuar habría creado riesgos aún mayores.
En las excepcionales circunstancias de Estados Unidos hoy, las compañías de plataformas tenían razón al suspender el acceso de Trump al menos hasta el final de su mandato presidencial. El presidente glorificó la violencia e incitó un desafío a las instituciones estadunidenses que como resultado dejó cinco muertos, los críticos tienen razón al decir que la medida llegó cínicamente tarde. El presidente desobedeció las reglas de usuario de las plataformas en repetidas ocasiones. Si las plataformas hubieran actuado antes para eliminar selectivamente las publicaciones ofensivas del presidente, podrían haberse evitado las medidas más duras.
Además, la policía tenía buenas razones para estar preocupada de que los partidarios del presidente utilizaran las plataformas digitales, tanto las más populares como las que son más de nicho, para planear más violencia. Esto justifica las medidas de Apple, Google y Amazon de restringir el acceso a Parler, la alternativa “alttech” de Twitter tan querida por la derecha radical.
Son, sin duda, cuestiones éticas complejas. La canciller alemana Angela Merkel criticó duramente la suspensión indefinida del presidente Donald Trump por parte de Twitter, al calificarla como una violación del “derecho fundamental de la libertad de expresión”. Alexey Navalny, el bloguero ruso contra la corrupción, advirtió que esto lo “podrían explotar los enemigos de la libertad de expresión en todo el mundo”.
Por otro lado, la capacidad de Estados Unidos para promover la democracia y las libertades políticas en otros lugares se desplomaría si no puede defender la suya. Mientras que algunos cuestionan que los enemigos de Estados Unidos mantienen su acceso a Twitter, en tanto Trump lo tiene prohibido, el presidente tiene un poder único para socavar la democracia estadunidense, si así lo desea. Es engañoso sugerir que se “silenció” a Trump cuando mantiene el acceso al poderoso púlpito presidencial de EU.
Lo Dice...“La libertad de expresión no puede ser totalmente libre de trabas. Las restricciones son legitimas en el discurso del odio y la incitación en línea”
Además, la libertad de expresión no puede ser totalmente libre de trabas. Los liberales deberían ser cautelosos de que sus propios argumentos se puedan utilizar mal para socavar aquello en lo que ellos creen. Las restricciones son legítimas en el discurso del odio y la incitación en línea. Aunque el contexto cultural es muy diferente, Merkel señala que EU mejor debería seguir el ejemplo de las leyes aprobadas en Alemania, que restringen ese tipo de comportamiento, a dejar que las plataformas de redes sociales diseñen y controlen sus propias reglas.
Ese tipo de restricciones legales en EU podrían tener problemas con la Primera Enmienda. Sin embargo, los últimos días ponen de relieve sobre todo la necesidad de un debate acerca de los límites de la libertad de expresión y el poder de las compañías de tecnología. Una regulación más clara debe ser una prioridad para la administración entrante de Joe Biden y para el Congreso.
Eso no puede significar la derogación de la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, la cual le otorga a las compañías de internet inmunidad para el contenido generado por los usuarios en sus sitios. Pero al menos debería reformarse, con exenciones ampliadas que abarquen, por ejemplo, temas como la incitación a la violencia o la propaganda terrorista. Se necesita un mecanismo de corrección más efectivo.
Lo que tampoco se puede pasar por alto, llegado este momento, es la responsabilidad de las cadenas de televisión convencionales, como Fox News de Rupert Murdoch, que favoreció a Trump durante demasiado tiempo y, de acuerdo con un estudio, tuvo más influencia en la propagación de creencias y noticias falsas que las propias redes sociales.
El Reino Unido, que dio su aprobación a un canal de noticias “tendencioso” propiedad de Murdoch, debería también prestar atención.
srgs