Lo que se omitió en el debate sobre el techo de deuda

Ni los problemas del gobierno ni los del sector privado pueden debatirse en el vacío

El presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy. | AFP
Rana Foroohar
Londres /

La deuda es un problema de todo, en todas partes y al mismo tiempo. Tanto la pública como la privada han sido cruciales para la creación de crecimiento desde casi el principio de la civilización, pero cuando hay demasiada (sobre todo cuando es privada) frena la economía. La carga del servicio de la deuda deprime los ingresos reales y también crea una mayor desigualdad, ya que los propietarios del capital se benefician de forma desproporcionada, ya que la deuda suele alimentar los precios más altos de los activos, al menos hasta que estallan las burbujas.

Últimamente hemos oído hablar mucho de este tema gracias a las disputas en Washington sobre el techo de deuda. La preocupación de los republicanos por los niveles de déficit del gobierno de Estados Unidos quedó desmentida por el hecho de que gran parte de sus negociaciones las enfocaron en cuestiones altamente políticas, como retirar financiamiento al Servicio de Impuestos Internos.

En cualquier caso, las áreas del presupuesto federal que estaban en juego solo representaban 15 por ciento del gasto total. El resultado es que, en lugar de que la deuda federal aumente hasta 119 por ciento del producto interno bruto (PIB) en una década, lo hará hasta 115 por ciento.

Hasta aquí, poco. Lo que se omitió en el calor y el ruido del debate es que la deuda creada por el sector público se convirtió en crecimiento en el sector de los hogares. Así lo señala el ex banquero Richard Vague, actual Secretario de Banca y Valores de la Mancomunidad de Pensilvania, en su próximo libro The Paradox of Debt (La paradoja de la deuda).

Vague señala que en 2020, durante la pandemia, el déficit federal de EU alcanzó 3 billones de dólares, ya que el gobierno actuó para ayudar a rescatar la economía estadunidense y, en cierta medida, la mundial. Al mismo tiempo, la riqueza del país en su conjunto aumentó en alrededor de 11 billones de dólares, gracias en gran medida a que el patrimonio neto de los hogares estadunidenses aumentó en 14.5 billones de dólares ese mismo año.

De hecho, si nos fijamos en los tres años completos de la pandemia, de 2019 a 2022, el patrimonio neto del gobierno bajó 1.7 billones de dólares (bajó 6 billones de dólares a escala federal), mientras que el patrimonio neto de los hogares subió 30.9 billones de dólares. Esto es cierto incluso cuando se toma en cuenta la caída del mercado de valores del año pasado.

¿Por qué? Porque la deuda del gobierno se convirtió en ingresos de los hogares, así como en un aumento de la riqueza de los activos procedentes de las acciones y el valor de la vivienda, que se elevaron junto con la deuda pública y privada desde la década de 1980. “La deuda es, sencillamente, necesaria para crear crecimiento del PIB”, dijo Vague, quien explica por qué los ratios deuda total/PIB en EU y en las siete mayores economías del mundo, con excepción de dos, se incrementaron a la par desde los años 50.

Se refiere a esto como un “modelo de deuda y gasto de gobierno” en el que los beneficios del gasto público fluyen a las empresas no financieras, así como a los hogares. Esto ocurre en diversos grados, en EU, por ejemplo, los beneficios van sobre todo a los hogares, mientras que en Japón van a las empresas no financieras. Las excepciones notables para este modelo son Alemania, que depende de los superávits comerciales para impulsar el crecimiento, y China, donde la deuda del sector no financiero refuerza los ingresos de los hogares.

La conclusión es que la deuda genera crecimiento. Entonces, ¿por qué preocuparse por ella, ya sea pública o privada? Porque también conlleva problemas.

El número uno es que el aumento de la deuda hace que suba la desigualdad. Esto se debe a que el incremento del valor de los activos es captado principalmente por los ricos. En Estados Unidos, esto ha sido cierto desde finales de la década de 1980, cuando la financiarización despegó. Aunque los ingresos se eleven, es posible que se produzca una crisis del costo de la vida (como es evidente en este momento en EU y en muchas otras partes del mundo) cuando el precio de la vivienda, la atención de salud o la educación supera al de los salarios.

El segundo problema es que el aumento de la deuda privada se convierte en un lastre para las economías, ya que el servicio de la deuda de los hogares se convierte en una carga cada vez mayor para los menos ricos.

El ciclo de crecimiento impulsado por la deuda está entre nosotros desde hace siglos. Los gobiernos recurren a la deuda para financiar guerras y, en el periodo posterior, suele producirse un resurgimiento del sector privado que conduce a un aumento de los préstamos financieros. A la larga, se otorgan demasiados préstamos, lo que conduce a excesos de deuda. Estos, a su vez, requieren rescates del gobierno.

Es un proceso que no solo es agotador, sino que conduce a la fragilidad económica y política, desde colapsos del mercado de valores y crisis inmobiliarias hasta debacles del techo de deuda y revueltas populares contra los ricos.

Aún no sabemos cómo superar el ciclo de crecimiento impulsado por la deuda, pero Vague ofrece ideas sobre cómo frenar los excesos de deuda más peligrosos y dar prioridad a las distintas partes interesadas cuando se produzcan los inevitables incumplimientos de pagos. La lección clave es que, en muchos casos, la velocidad de una escalada de la deuda importa tanto como el propio monto total de la deuda. Aconseja a los responsables de la formulación de políticas que vigilen esta métrica tanto en el sector público como en el privado.

La condonación de la deuda debe considerarse menos en términos morales que como una solución económica práctica. Vague considera que valen la pena las condonaciones en ámbitos como los préstamos a estudiantes y la deuda de salud, ya que fomentan el gasto. Reducir los grandes déficits comerciales es otra forma de abordar los problemas de la deuda, algo que reforzará los argumentos de quienes en Estados Unidos quieren equilibrar mejor el consumo y la producción. Tanto la Casa Blanca de Trumpcomo la de Biden han dado prioridad a este objetivo.

Por supuesto, el déficit de un país es el superávit de otro. Al igual que los préstamos del sector público y privado están entrelazados, también lo está la deuda de EU y del mundo.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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