El debate sobre quién debe regular la inteligencia artificial (IA) ha sido muy de arriba hacia abajo. Los titanes de la tecnología dicen que quieren que los funcionarios electos pongan límites, pero Washington ya tuvo bastantes dificultades para mantenerse al día de la publicidad dirigida y el capitalismo de vigilancia. Diversos estados de EU tienen propuestas regulatorias que a menudo corresponden a los grandes argumentos de uso industrial en sus zonas. Las autoridades europeas y chinas también trabajan en ideas.
Sin embargo, nadie comprende las capacidades de la nueva tecnología, lo que dificulta encontrar la solución perfecta y diseñada específicamente.
Un grupo acaba de lograr grandes avances en la construcción de algunos barandales nuevos: el Writers Guild of America, el sindicato que representa a esos escritores de Hollywood en huelga que llegó a un acuerdo para volver a trabajar. Junto con salarios más altos, regalías y mínimos de personal, los escritores obtuvieron algo aún más importante: nuevas reglas sobre cómo la industria del entretenimiento puede usar la inteligencia artificial.
Las reglas se aplican a cualquier proyecto que utilice escritores sindicalizados, quienes pueden decidir si quieren utilizar la inteligencia artificial en la escritura. Los estudios también deben revelar si alguno de los materiales que se les entregaron se generó por IA, algo que no puede usarse para socavar la propiedad intelectual del propio escritor.
Este es un acuerdo muy importante. En primer lugar, muestra que la inteligencia artificial, de hecho, puede regularse. Si bien a los tecnólogos les encanta actuar como si estuvieran rogando para que intervenga Washington para que sus nuevos productos y servicios no hagan estallar el mundo, la verdad es que gastan miles de millones tratando de elaborar una línea regulatoria que les brinde tanta cobertura legal como sea posible para los problemas que puedan surgir y que al mismo tiempo les permita avanzar con la innovación. Las preocupaciones de las partes interesadas son mucho menos importantes para los directores ejecutivos que mantenerse al día con sus pares en Silicon Valley y China.
- Te recomendamos Meta apuesta por realidad mixta, mercado que valdrá 24 mil 600 mdd Negocios
La segunda razón por la que el acuerdo es importante es que estas nuevas reglas no se imponen de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Los trabajadores que tienen una experiencia cotidiana con la nueva tecnología están en buena posición para entender cómo frenarla.
“Los trabajadores saben de sus cosas”, dice Amanda Ballantyne, directora del Instituto de Tecnología AFL-CIO, con quien hablé de los avances en la conferencia Code sobre inteligencia artificial la semana pasada en el sur de California. “Existe una larga historia de sindicatos que aprovechan el conocimiento de los trabajadores para elaborar mejores reglas en materia de seguridad, privacidad, salud y derechos humanos, etcétera”.
Señala que los sindicatos fueron cruciales para el despliegue de otras tecnologías, como la electricidad, ayudando a dar forma a nuevos sistemas industriales para aumentar la seguridad, pero también la productividad. El proyecto de la Autoridad del Valle de Tennessee de la década de 1930 tuvo éxito en gran parte gracias a las aportaciones de la Hermandad Internacional de Trabajadores de la Electricidad, que se había desarrollado junto con la nueva tecnología. El sindicato hizo una serie de propuestas al gobierno sobre la mejor manera de organizar el enorme proyecto para electrificar una parte del sur rural. Los grupos también fueron clave para el éxito de los esfuerzos de industrialización en la Segunda Guerra Mundial y para el desarrollo de algunos de los estándares fabriles que siguieron.
La idea de que los trabajadores “saben de sus cosas” no sorprende a los alemanes ni a los japoneses. Ambos países utilizaron un modelo laboral más colaborativo para arrebatarle participación de mercado a la industria automotriz estadunidense en las últimas décadas. A menudo se critica a Detroit por no incorporar desde el principio métodos de manufactura ajustada al estilo asiático, pero estos sistemas dependen de la colaboración minuto a minuto entre trabajadores y gerentes, lo que requiere confianza, algo que a menudo falta en Estados Unidos.
La negociación colectiva en EU es polémica y, en cierto modo, tienen el sistema que merecen: desde el principio, las compañías optaron por negociar en torno a los salarios, resistiéndose a los métodos de producción que implicaban compartir el poder. Pero las relaciones entre trabajadores y jefes que toman decisiones sobre nuevas tecnologías como la IA artificial no tienen por qué serlo. De hecho, existe un argumento de que la administración debe entrevistar a los trabajadores sobre las nuevas tecnologías para tener una idea de qué ayuda a la productividad, socava la privacidad o crea nuevas oportunidades y desafíos.
La mayoría de la gente entiende que si la inteligencia artificial no se centra en el ser humano y, en última instancia, no mejora el trabajo humano, nos espera una política muy fea. Un estudio académico reciente concluyó que la IA cambiará al menos algunas de sus tareas en 80 por ciento de la fuerza laboral estadunidense. Esa es otra razón para adoptar un enfoque ascendente en el manejo de la nueva tecnología. Los empleados, con experiencia diaria en la primera línea del uso de la herramienta, pueden ayudar a informar el mejor tipo de capacitación necesaria para garantizar que las nuevas tecnologías sean beneficiosas para todos.
Y es probable que la regulación de la inteligencia artificial liderada por los sindicatos se extienda. SAG-Aftra, el organismo que representa a los actores en huelga, está examinando con detenimiento el acuerdo de IA al que llegaron los escritores, al igual que otras organizaciones laborales. Todo esto da forma a una conversación más amplia sobre los sindicatos como posibles administradores de datos, protegiendo los intereses de los trabajadores y los ciudadanos. En ambas áreas, el sector laboral puede ser un contrapeso útil tanto para las grandes compañías de tecnología como para el gran Estado.