El comercio internacional ha sido un motor de crecimiento para la economía mundial. Pero ese motor ahora se está debilitando. Una buena parte de la explicación para esto es el fracaso, no comprender los beneficios del comercio, no compartir sus ganancias, no ayudar a los afectados negativamente, no actualizar las reglas globales y no mantener la cooperación esencial. La administración de Donald Trump empeoró todo esto. Ahora la de Joe Biden va a tener que esforzarse para rectificar estos fracasos.
En los últimos 60 años, la relación entre el comercio mundial de bienes y servicios y la producción mundial aumentó de 12 por ciento a poco más de 30 por ciento. No es una casualidad que esta era también haya experimentado el crecimiento económico más rápido de la historia, una enorme caída en la proporción de la población mundial en pobreza extrema y, por primera vez desde la revolución industrial, una disminución de la desigualdad entre los hogares del mundo. El desempeño superior de las economías que adoptaron el comercio, como Corea del Sur y China, demuestra su papel positivo en impulsar la prosperidad.
Sin embargo, el comercio está muy lejos de ser saludable. Como señaló la Organización Mundial del Comercio (OMC), el crecimiento del comercio se desaceleró marcadamente después de la crisis financiera de 2008 y recibió otro golpe durante la pandemia. La desaceleración se debe en parte a las crisis económicas y al agotamiento natural de las oportunidades. Pero también se explica por el tiempo que ya pasó desde una liberalización comercial significativa, el auge del proteccionismo y la elección de Trump como presidente, un proteccionista y feroz oponente del multilateralismo.
En un libro reciente, International Trade: What Everyone Needs to Know (Comercio internacional: lo que todos necesitan saber), Anne Krueger de la Universidad de Stanford, una distinguida economista internacional, explota los mitos del enfoque de Trump. No, no se puede reducir el déficit comercial global de un país atacando los déficits bilaterales. No, los exportadores extranjeros no fueron los que cargaron con el costo de los aranceles que impuso Trump. No, Estados Unidos no obligará a los chinos a hacer lo que quiere infligiendo castigos unilateralmente. No, el comercio liberal no es un complot contra EU. Y no, el proteccionismo nunca iba a recuperar los trabajos industriales del pasado que desaparecieron.
Es hora de dar vuelta a la página de este tonto episodio. Al replantear el camino a seguir, la administración estadunidense entrante necesita un enfoque triple, en consonancia con sus objetivos y prioridades más amplios.
En primer lugar, debe proclamar que el comercio no es diferente de cualquier otra forma de cambio económico, al crear ganadores y perdedores. Una economía dinámica funcionará con éxito y será políticamente legítima solamente si los beneficios del cambio se comparten ampliamente y se ayuda a las personas y localidades más afectadas por el cambio. El fin debe ser amortiguar el impacto a corto plazo en los ingresos, promover nuevas actividades e impartir las habilidades necesarias para aprovechar oportunidades.
En segundo lugar, debería abrazar la cooperación. Las instituciones multilaterales ofrecen un marco dentro del cual se pueden manejar las disputas y elaborar normas nuevas y mejores. De manera crucial, se tiene que resucitar a la Organización Mundial del Comercio del punto en la que la dejó Trump de cerca de la muerte.
Modo de vida
EU, la Unión Europea y otras importantes potencias deben alcanzar un nuevo modus vivendi sobre comercio y cuestiones relacionadas con China.
Cooperación
Será un gran error que EU y sus aliados abandonen el campo de la cooperación global en el comercio.
Rescate
El comercio es bueno, pero debe ser gestionado. No se debe permitir que el comercio se marchite.