Marina Silva lidiará con intereses públicos, privados y grupos criminales en su camino a la “cero deforestación”

FT Mercados

En su segundo intento como ministra de Medio Ambiente en Brasil.

Marina Silva.
Bryan Harris y Michael Pooler
Ciudad de México /

Marina Silva proviene de una parte de Brasil tan remota que incluso los brasileños dicen que no es real. O Acre não existe —Acre no existe— dice el lema, un guiño juguetón al aislamiento del sofocante estado amazónico, que más de uno ha tenido dificultades para encontrar en un mapa del país.

Pero fue esta franja boscosa de Brasil, situada en la frontera del noroeste del país, la que forjó a Marina (como se la conoce universalmente) como defensora del medio ambiente. Allí comenzó toda una vida de activismo ecológico que ahora alcanza su punto álgido con su nombramiento para uno de los puestos más relevantes del mundo.

A principios de enero, la hija de caucheros empobrecidos, de 64 años, prestó juramento para su cargo como ministra de Medio Ambiente del nuevo gobierno de izquierda de Luiz Inácio Lula da Silva. Durante su primer periodo, de 2003 a 2008, Marina fue aclamada por su inquebrantable devoción a las comunidades forestales y su concentración casi fanática en la reducción de la deforestación, incluso cuando sus métodos sacaban de quicio a los poderosos intereses agrícolas del país. Hoy se enfrenta a la misma misión, pero con mucha más urgencia.

La deforestación de la selva amazónica se disparó en los últimos años. Se calcula que cada día se arrasa una superficie equivalente a 3,000 canchas de futbol, lo que socava drásticamente el papel de la selva tropical como sumidero de carbono para las emisiones globales. Algunas partes del bioma —que se extiende por nueve países latinoamericanos— emiten ahora más carbono del que absorben.

“Las cosas cambiaron y el panorama es mucho peor que en 2003”, le dijo Marina al Financial Times el año pasado. “El gobierno (anterior) de Jair Bolsonaro no solamente debilitó la administración (del medio ambiente), no solamente recortó los presupuestos, también empoderó a los sectores que perjudican a los indígenas y dio mucho poder económico a los elementos más retrógrados de la agroindustria”.

Marina, que creció en la zona rural de Acre, fue testigo directo de la devastación que acompaña a la deforestación. Cuando a los 14 años llegó un equipo de excavadoras para construir una carretera cerca de su aldea, llevaron consigo una epidemia de sarampión y malaria. Pronto murieron dos de sus hermanas pequeñas. Luego un primo y un tío. Su madre murió meses después.

“Sé lo que es pasar hambre. Tuve que compartir un huevo con otros siete hermanos, con un poco de harina, sal y trocitos de cebolla picada. Recuerdo que les preguntaba a mi madre y a mi padre: ‘¿no van a comer?’ Y mi madre respondía: ‘no tenemos hambre’. Y una niña se lo creía”, recuerda.

Después de contraer hepatitis, la adolescente Marina Silva se mudó a Río Branco, la capital del estado Acre, donde unas monjas le enseñaron a leer y escribir. Trabajando como empleada doméstica, financió su educación y estudió historia en la Universidad Federal del Acre. Allí conoció a Francisco Alves Mendes Filho, conocido como Chico Mendes, ecologista y recolector de caucho, que más tarde fue asesinado por ganaderos, y comenzó su carrera de activismo verde.

Mucho antes de que la protección de la Amazonia se convirtiera en una plataforma capaz de ganar votos de forma confiable, Marina trasladó su pasión por el medio ambiente a la política, ganando elecciones locales y convirtiéndose en la senadora federal más joven de la historia, a los 36 años. Cuando Lula formó su primer gobierno en 2003, solamente había una opción como ministra de Medio Ambiente.

“La lucha contra la deforestación es algo muy personal para Marina. Es una persona religiosa, y ser ministra e implantar una política ambiental fuerte es más que un trabajo para ella, es una vocación”, dice Raoni Rajão, profesora de la Universidad Federal de Minas Gerais.

Sobre ella

"Es una persona religiosa, y ser ministra e implantar una política ambiental es más que un trabajo para ella, es una vocación"

De baja estatura y complexión delgada, Marina Silva parece casi frágil después de toda una vida de enfermedades de la selva tropical, entre ellas cinco episodios de malaria, tres de hepatitis, uno de leishmaniasis (infección provocada por el parásito Leishmania transmitido por el mosquito flebótomo) y una dosis de contaminación por mercurio. Pero su determinación se hace patente cuando habla. “Se vuelve enorme en una discusión. Se vuelve enorme cuando entra en una habitación y dice lo que piensa, negándose a dejarse intimidar por hombres poderosos”, dice Maria Laura Canineu, directora de la organización Human Rights Watch.

Su primera etapa como ministra de Medio Ambiente fue ampliamente aclamada como un éxito, ya que Marina Silva redujo la deforestación amazónica hasta en 70%. Sus iniciativas incluyeron una nueva administración de los bosques públicos, la creación de un servicio forestal y un instituto de biodiversidad, así como varios fondos para el mantenimiento de la Amazonia.

Sin embargo, su actitud inflexible ofendió a los intereses agrícolas y mineros, que se quejaban de que frenaba el desarrollo al negarse a conceder licencias ambientales. Las tensiones aumentaron con Lula da Silva. Mientras Marina Silva calificaba la deforestación como un “cáncer”, el presidente de Brasil se refería a ella como “un nódulo, que puede ser o no maligno”.

Frustrada, abandonó el gobierno en 2008, antes de presentarse tres veces sin éxito a las elecciones presidenciales de Brasil. Ahora está de regreso. El año pasado se unió a la campaña electoral de Luiz Inácio Lula da Silva con la condición de que endureciera sus promesas ambientales. Las promesas de lograr la “deforestación neta cero” —lo que significa que la pérdida de bosques podría compensarse con otras medidas— ahora dicen simplemente “cero deforestación”.

A pesar de contar con el apoyo incondicional de Lula da Silva, Marina se enfrenta a un enorme desafío. La innumerable cantidad de empresas criminales de la Amazonia se volvió más arraigada, astuta y tecnológicamente avanzada. Además, se hace cargo de un aparato de aplicación que quedó destruido por los recortes presupuestarios.

Sin embargo, su determinación sigue siendo feroz. “Destruir la Amazonia es destruir el planeta”, dijo en una ocasión Marina, “y si no me importa eso porque necesito obtener utilidades con la próxima cosecha de soya o el próximo cargamento de madera, rompí el vínculo social. De eso se trata todo esto”.
Financial Times Limited. Declaimer 2021


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