Musk es “impulsado por sus demonios”: Isaacson

El escritor afirma que analizar la mente del magnate supuso “un viaje desenfrenado”, ya que “pasa por cambios de humor frenéticos y depresión profunda”

El autor siguió de cerca al multimillonario durante dos años. Shawn Thew/EFE y Shutterstock
Gillian Tett
Londres /

Entrada la mañana de un viernes en el restaurante Galatoire’s en Bourbon Street, Nueva Orleans —una calle famosa por sus edificios multicolores y bares alocados— y parece que soy el único cliente sobrio en el local.

A un lado mío, un grupo de mujeres vestidas de rosa Barbie gritan y agitan sus vistosos cócteles; por otro, hombres escandalosos organizan una fiesta previa a una boda. Globos morados, verdes y dorados cuelgan por el restaurante, que tiene el ambiente de una antigua taberna francesa.

“¡Qué ambiente!”, grita el escritor estadunidense Walter Isaacson, esforzándose por ser escuchado por encima de la cacofonía.

Pienso que parece un lugar extraño para reunirme con alguien famoso por abordar cuestiones de gran calado, como la forma de dar rienda suelta a la innovación en Estados Unidos o navegar por la inteligencia artificial. O tal vez no. Lo que detonó nuestro almuerzo es que Isaacson, de 71 años, acaba de abordar estos temas escribiendo la biografía de un hombre tan estrafalario, vociferante, impredecible y alocado como cualquier bar de Nueva Orleans: Elon Musk. El contenido del libro se mantuvo celosamente en secreto antes del martes, el día de su publicación.

Perseguir a un innovador controvertido no era tarea nueva para Isaacson: ya escribió biografías voluminosas y exitosas de Steve Jobs, Jennifer Doudna, Leonardo da Vinci, Albert Einstein y Benjamin Franklin. Pedí estos libros antes del almuerzo y la pila de papel resultante tenía casi un pie de altura.

Sin embargo, analizar la mente de Musk “no se parece a nada que haya hecho antes”, dice mientras nos sentamos. “Le dije al principio (del proyecto) que si voy a hacer esto tengo que estar a tu lado durante dos años y quiero hablar contigo casi todos los días. Quiero ser como Boswell escribiendo (la biografía del) doctor Johnson”.

Eso representó “un viaje desenfrenado”, dice Isaacson, pero también lo dejó a él (y a todos los demás) lidiando con grandes preguntas: ¿hay que estar medio loco para ser verdaderamente innovador o ser un genio? ¿Y cómo se puede evitar que una mente brillante se salga de control?

“Me dijo que cree que es bipolar, pero nunca lo han diagnosticado”, grita Isaacson unos minutos más tarde, mientras empujo el micrófono dentro de una copa de vino debajo de su boca para lidiar con el alboroto. “Pero creo que es más complicado”. De hecho.

Nos reunimos en este lugar improbable porque Isaacson es una luminaria local: su familia ha vivido en la ciudad durante varias generaciones y él creció cerca de Bourbon Street, un barrio histórico conocido por su multitud de turistas y su cultura criolla. “Tuve una infancia mágica”, confiesa, con un ligero acento sureño. “Muy diferente a la de Musk”.

Cuando era joven, Isaacson estudió en Harvard y Oxford, se enamoró del periodismo y, después de trabajar para el periódico británico The Sunday Times y un diario de Nueva Orleans, se mudó a Nueva York, donde tuvo una ilustre carrera profesional: se convirtió en editor de la revista Time y en director ejecutivo de CNN antes de dirigir el Instituto Aspen y transformar su suerte.

Pero cuando el huracán Katrina azotó su ciudad natal en 2005, sintió el deseo de volver a conectarse con sus raíces. Así que regresó hace unos años y ahora enseña historia en la Universidad de Tulane, mientras defiende la ciudad y sus iconos.

Galatoire’s es un lujoso restaurante de inspiración criolla francesa fundado en 1905. “Es un pedazo de historia, declara Isaacson cuando llegamos y el gerente del restaurante y los meseros se apresuran a saludarlo como a un cliente habitual. El estratega demócrata James Carville, otro residente de Nueva Orleans, aparece en nuestra mesa, ansioso por intercambiar chismes sobre el presidente estadunidense Joe Biden. Luego llegan otros comensales, escapando del calor de la calle en agosto: 35 grados Celsius con 90 por ciento de humedad.

“¿Qué hay de bueno para comer?” Grito, anhelando una ensalada ligera.

Un mesero de nombre Billy deja grandes panecillos blancos sobre la mesa y recomienda como entrada un plato local de cangrejo y remoulade de camarones, seguido de pescado. ¿Pescado al limón, pescado rojo o pámpano? Isaacson elige pámpano. Yo me decanto por el pescado rojo. ¿Verduras? Isaacson niega con la cabeza, así que sigilosamente pido espinacas. ¿Cócteles? Me preparo para abrazar el licor criollo, pero Isaacson pide una modesta copa de vino blanco (“es una mezcla de la casa, muy buena” y yo hago lo mismo.

Cuando llega el vino ―afortunadamente seco y frío― le pregunto a Isaacson cómo convenció a Musk para que respaldara su proyecto. Cuando escribió la biografía de Jobs, hace una década, el cofundador de Apple estaba dispuesto a conversar porque estaba luchando contra el cáncer y era consciente de su legado, pero Musk es joven y todavía está en una frenética fase de expansión. ¿Por qué hablar ahora?

“En 2021, estaba pensando sobre qué hacer mi próximo libro y muchos amigos, incluido Mike Bloomberg, dijeron que debería hacer uno de Elon”, explica Isaacson. “Entonces alguien organizó una llamada telefónica con él y hablamos durante una hora y media, y le dije que si hacía esto necesitaba acceso total y que no tenía ningún control sobre el libro. Ninguno”.

¿Aceptó eso? Musk es (tristemente) célebre de ser obsesivo por controlar incluso los pequeños detalles de su vida.

Isaacson asiente. “Él simplemente dijo ¡Está bien!”. Luego me preguntó si me importaba que le contara a otras personas (sobre el libro) y, por supuesto, le dije que no”. Luego, unos minutos más tarde, Isaacson se reunió con amigos que le dijeron que Musk había enviado un tuit —incluso durante la llamada telefónica— anunciando que Isaacson sería su biógrafo. Isaacson estaba sorprendido. “Fue el primer ejemplo (que vi) de él siendo totalmente impulsivo”.

¿Por qué Musk estuvo de acuerdo? “Le encanta la historia y tiene un ego lo suficientemente grande como para considerarse una figura histórica, y desea sorprender a la gente con su franqueza y su brutal honestidad”, dice Isaacson. ¿Musk había investigado antes de aceptar, leyendo la mordaz biografía de Jobs escrita por Isaacson (que no le gustó a la familia de Jobs)? “No”.

Aparece un plato cremoso de cangrejo adornado con anchoas, champiñones y cebollas verdes, junto a un remoulade de camarones color naranja. Ambos son deliciosos, pero también muy abundantes.

Isaacson empezó a seguir a Musk, esperando que “fuera fácil”, ya que su nuevo sujeto estaba en la cresta de la ola. Una década antes, dos de las empresas de Musk (Tesla y SpaceX) casi se habían ahogado en deudas, pero en 2021 Tesla ya había vendido casi un millón de coches y SpaceX realizó 31 lanzamientos exitosos. Ese repunte convirtió a Musk en el hombre más rico del mundo, y la revista Time y Financial Times lo nombraron “persona del año” por su visión de transformar el transporte ecológico y los viajes espaciales.

Pero entonces “todo iba tan bien que (Musk) se sintió incómodo (...) no le gustan las cosas cuando van bien. Es adicto al drama”. Entonces, tal vez por aburrimiento, Musk concibió un plan para apropiarse de Twitter, el gigante de las redes sociales ahora conocido como X. “Cuando escuché eso, supe que iba a tener un viaje difícil (como su biógrafo)”, señala Isaacson. “Pensé que era una locura, Musk no tiene empatía y, por tanto, Twitter no era una opción adecuada para él”.

En la primavera de 2022, Musk ofreció 44 mil millones de dólares por Twitter y se sumergió en una guerra perjudicial con su personal, medios, usuarios y políticos liberales, pero Musk no echó a su biógrafo; en vez de eso, Isaacson dice: “Me sentaba semana tras semana al margen tomando notas. Estuve en la sala de conferencias en todas las juntas corporativas, asistí a sus llamadas por su Zoom. Estaba en cenas familiares con sus hijos”.
Elon Musk. Shawn Thew/EFE y Shutterstock

¿Pero eso no violó secretos comerciales? Me sorprende lo que, digamos, pueden pensar los accionistas de Tesla. “Me preocupé más que él por ese (asunto de privacidad)”, señala Isaacson con aspereza, explicando que estuvo allí durante los intensos debates internos cuando Musk decidió cambiar el enfoque de Tesla respecto a los coches de autoconducción, lejos de uno que usaba reglas prediseñadas de la inteligencia artificial (por ejemplo, para no pasarse los semáforos en rojo) en una que estudiara la transmisión de video de Tesla desde las cámaras a bordo para ver cómo conducen realmente los humanos e imitarlos (incluso si esto signifique a veces pasarse un semáforo en rojo).

De manera aún más explosiva, Isaacson vio a Musk embarcarse recientemente en una campaña hasta ahora secreta para crear una empresa de inteligencia artificial, donde aparentemente espera utilizar los vastos almacenes de datos de Twitter y Tesla para superar a otras empresas como OpenAI. Esto puede tener una enorme importancia comercial para el sector.

Isaacson observó las negociaciones de Musk con el gobierno ucraniano a finales de 2022, cuando su ejército utilizaba el sistema de comunicaciones Starlink de SpaceX para apoyar a su ejército. Musk impidió que el sistema se utilizara en áreas controladas por Rusia. “Tengo estos (mensajes) en tiempo real mientras él va apagando Starlink en Crimea porque había un ataque secreto con drones”, me dice Isaacson.

Estoy impactada. ¿Eso no puede poner vidas en riesgo en Ucrania? ¿O perjudicar a los partidarios occidentales del país? “Estos mensajes de texto tienen algunos meses de antigüedad. Si hubiera habido (problemas) operativos, no los habría publicado”, insiste Isaacson, señalando que SpaceX después llegó a un acuerdo con el Pentágono que pone el control en manos del ejército estadunidense. (Musk e Isaacson estuvieron revisando los detalles de la historia en los últimos días, y sugieren que el servicio ya estaba desactivado en Crimea en el momento del ataque).

Musk adoptó la costumbre de llamarle o enviarle mensajes de texto a altas horas de la noche para reflexionar sobre los dramas de ese día. “Elon es muy voluble, pero nunca me dijo que no pusiera nada en el libro”.

¿Alguna vez sintió que se estaba convirtiendo en su terapeuta en lugar de su biógrafo? En el Instituto Aspen, Isaacson era famoso por su habilidad para hacer sentir bien a los egos poderosos, incluso mientras los desafiaba intelectualmente. Isaacson se molesta. “Nunca quise ser ni su terapeuta ni su asesor”. Me parece bien, pero su relación pone de relieve el reto de escribir sobre una persona viva: ¿cómo puedes acercarte lo suficiente como para capturar su esencia sin que te lleguen a capturar?

“Aprendí a no llenar sus silencios”, explica. “A veces estábamos Elon y yo solos después de una junta (de la compañía) y le hacía una pregunta y él no respondía, y había cuatro o cinco minutos de silencio mientras él estaba procesando.
Al principio, Isaacson quedó desconcertado por esto, pero Shivon Zilis (una ejecutiva de la compañía Neuralink de Musk que tuvo gemelos con él) le dijo que “Musk se envuelve en el procesamiento por lotes: procesa información secuencialmente y, en ocasiones, se desconecta”.
Esto lo hace parecer una computadora, reflexiono, pero este análisis robótico estuvo intercalado con bruscos cambios de humor. “Frente a mí, pasaría por múltiples personalidades de Elon Musk. Hay momentos en que se vuelve muy oscuro y entra en lo que Grimes (la cantante canadiense que es la novia intermitente de Musk) llama ‘modo demonio’”. Se enoja, “pero luego, cuando se recupera, apenas recuerda lo que hizo en modo demonio y pasa del doctor Jekyll al señor Hyde”. Híjole.
¿Por qué? En un reciente perfil de Musk en New Yorker, el escritor Ronan Farrow sugirió que el uso excesivo de ketamina puede explicar su volatilidad, pero Isaacson no está de acuerdo: “No creo que sea un problema de medicación; ha sido de esa forma desde hace mucho, mucho tiempo”. En su lugar, cita el “dolor de su infancia”: Musk creció en medio de la violencia en Sudáfrica en la era del apartheid y tuvo una relación difícil con su padre; quedó “sintiéndose como un extraño” y atormentado por la necesidad de demostrar su valía.

“Lo impulsan sus demonios”, señala Isaacson, y luego señala que esto no es tan inusual, ya que muchos de los brillantes innovadores que estudió antes también se sintieron atormentados por el sentimiento de marginación, ya fuera Einstein judío en Alemania de principios del siglo XX o Doudna operando en un mundo científico masculino, o el ilegítimo Leonardo.

Billy, el mesero, recoge nuestros platos y me doy cuenta de que comí la mayor parte del cangrejo; estaba deliciosamente suculento. Luego aparecen dos platos de pescado, bañados con más cangrejo. Toco el mío con cautela, ya sintiéndome hinchada en el calor del verano debido a la comida pesada.

¿Los innovadores tienen que ser un caos psicológico para tener el impulso necesario para tener éxito? Isaacson hace una mueca. “Nací en un lugar mágico con padres verdaderamente maravillosos”, dice, señalando a su alrededor. “Y nunca voy a enviar un cohete a Marte”. Hace una pausa.
Musk pasa por cambios de humor frenéticos, depresiones profundas y euforias que lo hacen buscar riesgos, y si no tuviera esa personalidad maníaca que busca riesgos, no sería la persona que puso en marcha vehículos eléctricos y lanzó cohetes a la órbita.

Para decirlo sin rodeos: Walter Isaacson cree que los demonios de Elon son también sus ángeles de inspiración.

“Así que mi punto clave y mi conclusión es que todas las personas tienen hebras de luz y de oscuridad, ya sea Da Vinci o cualquier otra persona. Celebramos a los luminosos mientras condenamos a los oscuros, pero esos hilos están entrelazados y no se pueden desenredar”.

Para decirlo sin rodeos: Isaacson cree que los demonios de Elon son también sus ángeles de inspiración.

Por supuesto, añade Isaacson, esa no es la única clave del genio: el otro rasgo que también comparten muchas de las personas que ha estudiado es la pasión por el estudio interdisciplinario. Leonardo, por ejemplo, exploró en combinación las artes, las humanidades y las ciencias, mientras que Jobs utilizó los principios de la caligrafía para diseñar computadoras. Isaacson argumenta que crear currículos interdisciplinarios es un secreto para desatar más innovación.

“En Tulane tratamos de asegurarnos de que todos tengan una doble licenciatura en ciencias y humanidades; necesitamos chicos que sean creativos, no solo los que saben programar”. De hecho, cree que el loco torbellino artístico de Nueva Orleans, donde los límites se hicieron para romperse, es el caldero perfecto para estas colisiones.
¿Pero “los demonios” de Musk podrán abrumarlo? Isaacson busca asegurar sus apuestas. “Siempre pienso que se va a salir de control con esa intensidad frenética; está demasiado disperso”, admite, señalando que Musk ahora está a cargo de seis compañías: la plataforma de redes sociales X, Tesla, SpaceX, Neuralink, The Boring Company y su grupo secreto de inteligencia artificial. “Pensé que iba a reventar Twitter. Pero cada mañana me despierto y veo que se está convirtiendo en X.com, que es lo que siempre quiso”, añade Isaacson.

Lo mismo ocurre con la vida privada de Musk; ya tuvo 11 hijos de tres madres. “Tiene la maníaca convicción de tener muchos hijos”, pero algunos de sus hijos son mediante fertilización in vitro. “No es que tenga todas estas aventuras románticas”. Muchos, como él, residen en Austin, ya que “le gusta tener a sus hijos cerca, pero no es una pintura de Norman Rockwell”. ¿Las madres se llevan bien? “No entre sí”, bromea Isaacson. Y a veces no con Musk: Grimes reveló recientemente tensiones sobre sus hijos en un mensaje en las redes sociales que después eliminó, y se supo que ella tiene más hijos con él de los que se pensaba. Aquí hay más drama para Musk y para Isaacson.

Los decibeles a nuestro alrededor siguen aumentando a medida que se consumen más bebidas. Mi pescado rojo está medio intacto. Isaacson toma un bocado. “Está bueno, ¡más cangrejo!” Un mesero se da cuenta de que nuestras copas de vino están vacías y ofrece más. Nosotros objetamos y le explico que pronto tendré que irme al aeropuerto, porque estoy lidiando con el infierno de los viajes de verano con vuelos cancelados.

¿Al final te gustó Elon?, pregunto. Isaacson hace una larga pausa. El escritor no es alguien que vea la vida en blanco y negro, pero --al igual que su ciudad natal― admira los matices complejos. “‘Me gusta’ es una palabra tan anodina que no describe la intensidad de las reacciones que Elon puede provocar en una persona”, responde Isaacson. “Hay momentos en que es divertido estar con él y en otros es un pendejo. Intento mostrar todos estos Elon en el libro y luego dejar que la gente juzgue”.

¿Entonces te sorprendió? “Sí”. Menciona las conmociones: la intensidad de sus estados de ánimo, su obsesiva adicción y enfoque hacia la ingeniería, el hecho de que “se volvió más intensamente político, (ya que) no lo había sido cuando comencé a escribir sobre él”.

Contrariamente a la percepción popular, Isaacson insiste en que a Musk “no le agrada (Donald) Trump; cree que es un estafador”; sin embargo, Isaacson admite que Musk ahora desarrolló “un populismo antisistema que se puede ver en Robert F. Kennedy Jr. y Vivek Ramaswamy: un modo de pensar conspiracionista sobre la clase dirigente”. Eso me parece alarmante con las elecciones de 2024 acercándose y Musk dirigiendo X.

Llega la cuenta y, mientras salimos al calor abrasador, le pregunto a Isaacson sobre quién podrá escribir después que fuera igual de interesante. Durante el almuerzo, se barajan los nombres de Bill Gates y Jeff Bezos, “pero todavía no lo decido”, responde rápidamente. “Ahora mismo todo mi espacio mental es Elon”. Lo mismo puede decirse de gran parte del sector corporativo estadunidense actual; tal vez todos seamos adictos al drama.


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