Nayib Bukele, el influencer político es aclamado entre los votantes y en América Latina

FT MERCADOS

El enfoque de línea dura de Nayib Bukele provocó críticas en el extranjero.

Nayib Bukele, presidente de la República de El Salvador. Foto: EFE
Christine Murray
Ciudad de México /

El presidente Nayib Bukele entró por una alfombra roja en el Congreso de El Salvador, donde había soldados armados en la sala. Se sentó en la silla del presidente de la Cámara, repudió a los legisladores que no habían aprobado su plan de seguridad y luego juntó las manos para rezar.

“Le pedí a Dios, y Dios me dijo: ‘paciencia’”, le dijo posteriormente a los enojados partidarios que se reunieron en el exterior. Si no aprueban el plan... no voy a interponerme entre el pueblo y el artículo 87 de la Constitución”, dijo, refiriéndose a una cláusula que permite la insurrección.

La impactante maniobra de 2020, menos de un año después de que Bukele asumiera el cargo, precedió a una rápida concentración de poder en el país más pequeño de Centroamérica. El hombre fuerte que se pone la gorra de beisbol al revés, que tiene más seguidores en TikTok que los líderes de países mucho más grandes y ricos, ya ganó admiradores en toda América Latina.

El fin de semana antepasado, los salvadoreños lo respaldaron abrumadoramente para un segundo mandato presidencial después de que los jueces elegidos por su partido anularon la prohibición de reelección. Con 70 por ciento de las boletas escrutadas, Bukele obtuvo 83 por ciento de los votos, aunque problemas técnicos en el conteo hacen que los resultados todavía no sean oficiales.

Desde su llegada al poder, Nayib Bukele obtuvo el control de facto de la legislatura, el ejército y gran parte del poder judicial, y ha presidido un ambiente de temor entre periodistas y críticos. Pero su poder se deriva de su disposición sobre el “estado de excepción”, que permitió a las fuerzas de seguridad detener a 76 mil presuntos miembros de pandillas sin el debido proceso, desmantelando los grupos criminales que aterrorizaban a la población salvadoreña.

Lucía Ballero, de 46 años, propietaria de una tortillería en el conocido barrio de La Campanera, a las afueras de la capital del país, dice que las pandillas dejaron de venir a cobrar el dinero de las extorsiones casi de inmediato. “Le vamos a dar 30 años más, si Dios quiere”, dice.

Con 37 años, Bukele asumió el cargo como el presidente más joven de América Latina en 2019. En la actualidad, cuenta con unos índices de aprobación de casi 90 por ciento. Su indiferencia a las reglas es en parte la razón por la que sus partidarios lo adoran, pero también provocó que los grupos de derechos humanos y la oposición estén preocupados de que el país se deslice hacia la dictadura.

“Su intención es obtener más poder”, dice Nidia Díaz, una de las fundadoras del partido de izquierda opositor FMLN, al que Bukele representó como alcalde de San Salvador. “Quiere controlarlo todo y excluir a las fuerzas plurales del país”.

El expublicista tiene un don para las frases e imágenes memorables que se vuelven virales en internet, impulsadas por medios estatales reforzados y una red de influencers. Los comentarios en sus videos de TikTok están llenos de adulación de toda la región.

“Te necesitamos en ECUADOR”, escribió uno. “Soy chileno, ¿cómo voto por ti?”, dijo otro. “Te quiero Bukele mi hermano, lástima que no soy salvadoreño”.

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Es el producto del agotamiento de un modelo bipartidista instalados tras los acuerdos de paz,

En el que los dos bandos que comieron la guerra acabaron administrando el estado".

Bukele es nieto de cristianos palestinos que emigraron a El Salvador a principios del siglo XX. Su padre construyó un imperio empresarial que abarcaba desde cadenas de restaurantes hasta textiles.

Nayib, uno de 10 hermanos, se educó en la elitista Escuela Panamericana, pero más tarde abandonó la universidad. Su padre era cercano al grupo guerrillero convertido en partido político FMLN, y Bukele trabajó inicialmente en sus campañas.

Sin embargo, como presidente se inclinó por un discurso crítico con los acuerdos de paz que pusieron fin a la sangrienta guerra civil del país, a los que tachó de “pacto de corruptos” que condujeron a una intensa violencia entre pandillas, lo que llevó al país a registrar la tasa de homicidios más alta del mundo en 2015.

“Nayib no nació de la nada”, dice su vicepresidente, Félix Ulloa. “Es el producto del agotamiento de un modelo bipartidista instalado tras los acuerdos de paz, en el que los dos bandos que cometieron la guerra acabaron administrando el Estado”.

La familia de Bukele es fundamental en su toma de decisiones y en su imagen. En el aeropuerto de San Salvador, los visitantes pueden posar en una escenografía con dos sillas doradas con fotografías de Nayib Bukele y su esposa, Gabriela Rodríguez.

Tres de sus hermanos son asesores cercanos, y el medio local El Faro informó de que fueron clave en la decisión de Bukele de convertir el bitcoin en moneda de curso legal. Esta decisión le hizo ganar seguidores fuera de El Salvador, que ahora le defienden a capa y espada en internet.

“Le gusta el bitcoin porque con eso logra que gente de todo el mundo lo elogie y se dio cuenta de que eso es como un truco de redes sociales”, afirma Alex Gladstein, director de estrategia de la Human Rights Foundation y un defensor del bitcoin que es crítico del presidente de El Salvador.

El domingo por la noche, antes de que se publicaran los resultados oficiales, Nayib Bukele se proclamó vencedor de la votación presidencial y pronunció un discurso mordaz contra los periodistas y sus críticos.

Los periodistas son interpelados habitualmente por el presidente, a muchos les han infectado sus teléfonos con spyware y otros dicen que la presión presidencial los condujo a la autocensura.

“Hay un ambiente mucho más oscuro”, dice Sergio Arauz, editor del medio salvadoreño El Faro. “En las redacciones creo que hay un sentimiento bastante pesimista sobre lo que nos va a pasar”. 

El gobierno estadounidense redujo drásticamente su denuncia pública contra Bukele, prefiriendo la diplomacia privada antes que oponerse a un líder tan popular. El equipo de Bukele sigue argumentando que los críticos de fuera del país no ven los hechos sobre el terreno.

“Aquí hay un liderazgo fuerte, un presidente fuerte”, dice Ulloa, su vicepresidente. “Claro que al tipo de Harvard o de Oxford no le gusta porque no encaja con su esquema de democracia, pero nosotros lo estamos viviendo y lo estamos disfrutando”.

PRL














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