Nazanin Boniadi, la actriz revolucionaria

FT Mercados

Nazanin Boniadi utiliza su perfil de Hollywood para denunciar los abusos cometidos por el régimen iraní contra las manifestaciones de las mujeres.

Nazanin Boniadi, actriz británica-iraní.
Andrew England
Ciudad de México /

Nazanin Boniadi debería estar disfrutando del resplandor en su carrera como actriz. La intérprete británica-iraní tuvo un papel protagónico en la primera serie de El Señor de los Anillos: Los Anillos del Poder, la superproducción de Amazon que vieron más de 100 millones de personas cuando se transmitió el año pasado.

Pero cuando entra en el Sadaf Garden, un restaurante persa, lo último en lo que piensa es en el mundo del espectáculo. Se centra en la otra gran pasión de su vida: denunciar los abusos cometidos por el régimen iraní.

“Dejé mi carrera literalmente en suspenso”, me dice. “No puede ser por tiempo indefinido, porque tengo que ganarme la vida. Pero en este momento, el pueblo iraní tiene mi prioridad”.

Ese “momento” es la agitación social que se extendió por la república islámica a finales del año pasado en uno de los movimientos más graves desde la revolución de 1979. El detonante fue la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, bajo custodia de la policía iraní encargada de velar por la moralidad, después de ser detenida por no llevar correctamente el hiyab obligatorio.

Boniadi es una de las figuras más francas de la gran diáspora iraní, repartida por Estados Unidos (EU), Canadá, Reino Unido y otros países. Mantiene conversaciones con altos funcionarios de EU, habló en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU y en una manifestación a la que asistieron miles de personas. Su papel es en la escena mundial, utilizando su perfil de Hollywood para transmitir los mensajes de los manifestantes.

El dramatismo de las protestas, en las que muchas mujeres desafiaron las balas y los garrotes para manifestarse, reforzó esos esfuerzos, ya que consiguió que Irán reciba una mayor atención mundial. Boniadi compara el momento con el movimiento contra el apartheid, y describe lo que está ocurriendo como la “primera revolución encabezada por mujeres de nuestro tiempo”.

Sadaf Garden debe de ser uno de los restaurantes menos pretenciosos de la acomodada zona de Kensington, donde viven muchos de los iraníes exiliados en Londres. Vamos a disfrutar de comida persa “auténtica”, dice.

Decidimos compartir y, como no queremos un almuerzo pesado, evitamos los guisos tradicionales del menú. En su lugar, ella pide una entrada estilo meze, que incluye mirza ghasemi, un sabroso plato de berenjena a la parrilla, cebolla frita, ajo, huevos y tomate picado. Como plato principal, pedimos kebab soltani, servido con arroz basmati aromático.

Por triste coincidencia, el día en que nos reunimos, Teherán anunció la primera ejecución de un manifestante: un hombre de 23 años ahorcado después de ser condenado por apuñalar a un oficial de seguridad y atemorizar a la gente al bloquear una calle.

Después de hacerse pública la muerte de Amini, las autoridades insistieron en que había fallecido de un ataque al corazón. Su muerte desató en la república una rabia que traspasó edades, sectas y clases sociales.

A medida que las protestas ganaban impulso, las demandas se volvieron más militantes, con llamados al derrocamiento del régimen y la introducción de una democracia laica.

Y a falta de una oposición organizada creíble, las voces de Nazanin Boniadi y otros en la diáspora, como Reza Pahlavi, hijo del último Sha, se magnificaron.

Ella nunca se ha considerado “una figura política”. “No se trata de intervencionismo... eso no significa que tengamos que hacer nada, salvo garantizar que ellos (los iraníes) puedan comunicarse libremente”.

Boniadi, que es embajadora de Amnistía desde 2008, no es una activista neófita. Llegan los kebabs, pero habla con tanta pasión que tengo que recordarle que coma.

Cuando le pregunto cómo se involucró en el activismo, responde simplemente: “Lo llevo en la sangre”. Estaba casi predestinada a embarcarse en una vida de oposición al régimen islámico. “Siempre digo que mi primera protesta fue cuando estaba en el vientre de mi madre”, dice.

Era principios de 1979, y la madre de Boniadi, que entonces tenía 19 años y estaba embarazada, se unió a una minoría que protestaba contra la revolución islámica. Su padre era contador y escritor ocasional del diario Rastakhiz, propiedad del partido político del Sha. Sus padres intentaron huir de Irán cuando se instauró el régimen del ayatolá Jomeini, pero cuando llegaron al aeropuerto anunciaron por los altavoces que las autoridades revolucionarias habían convocado a su padre. La familia temía que estuviera en una lista de ejecución y se vio obligada a regresar a Teherán.

Con la ayuda de un gerente del periódico, consiguieron marcharse cuando Boniadi tenía 20 días de nacida y empezaron una nueva vida en Londres. Hay una parte de ella, dice, que está motivada por la idea de querer que su padre pueda volver a casa.

Ella dice

"Siempre digo que mi primera protesta fue cuando estaba en el vientre de mi madre"

Boniadi, que creció en una vivienda municipal en el oeste de Londres, consiguió una beca para ir a una escuela privada, donde destacó en ciencias e inglés. Pero no en arte dramático. “Estaba en todas las obras escolares” dice, “pero mi profesor de teatro siempre decía: ‘No estás hecha para esto, pero aquí tienes un papel’”. Después de la preparatoria, se graduó con honores en Ciencias Biológicas en la Universidad de California, en Irvine, con la ambición de convertirse en médico. Pero sorprendió a su padre al abandonar la carrera de medicina por la actuación.

Una de sus primeras oportunidades fue conseguir un papel fijo en Hospital General, el drama estadounidense, al que siguió un papel en la comedia Cómo conocí a tu madre. En la pantalla grande interpretó a Esther en la nueva versión de 2016 del clásico Ben-Hur y protagonizó El Escándalo, el drama basado en los relatos de las mujeres de Fox News que denunciaron a Roger Ailes por acoso sexual.

En la serie estadounidense Homeland, Boniadi interpretó a Fara Sherazi, una analista de la CIA de ascendencia iraní que llevaba velo. Intentó explicar, en vano, que un típico iraní de la diáspora opuesto al régimen islámico probablemente no llevaría el hiyab.

“Lo que eso refleja en mi mente es la idea de que si quieres demostrar que alguien es musulmán, necesitas tener una señal visual de que lo es”, dice. “Más tarde, me di cuenta de que, como actriz de Medio Oriente, a menudo se borra mi origen étnico... o lo convierten en algo exótico, lo que significa que tienes que tener algún tipo de acento, o una señal visual para mostrar que eres de la región”.

Hace otra conexión con Irán cuando hablamos de su papel en Los anillos del poder, en la que interpreta a Bronwyn. Cuando las fuerzas del malvado Morgoth se acercan, Bronwyn reúne a su pueblo para luchar contra ellos, y Nazanin Boniadi dedicó su papel a las mujeres iraníes dos meses antes de que estallaran las protestas.

Es cuando nuestra conversación regresa a las manifestantes iraníes y Boniadi se deja llevar por sus emociones. “Siempre pensé que la gente era valiente y que estaba siendo oprimida, pero nunca esperé ver este nivel de enfrentarse al poder y decir lo correcto... porque no sé si yo soy tan valiente, no sé qué haría en su lugar”, dice, secándose las lágrimas.

El mesero trae la cuenta, pero dice que no quiere que pague el servicio porque es la primera vez que voy al restaurante. Boniadi y yo insistimos en que se merece una propina, pero el camarero no acepta y tacha el importe del servicio en la cuenta.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

SGS

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