Tanto en la comida como en los negocios, Nelson Peltz da a conocer sus preferencias. Al pasar por una hilera de buganvillas rosas en Trevini en Palm Beach, el octogenario inversionista activista y suegro de Brooklyn Beckham me saluda y se dirige al mesero: “¿Puedes bajar la música? Tenemos cosas importantes de las que hablar”.
Es una prerrogativa del propietario, la empresa de inversiones de Peltz, Trian Partners, de 19 años de antigüedad, es propietaria del edificio y el restaurante italiano es su comedor de facto. Pronto se calma la música de elevador y nos sentamos en nuestra mesa de la terraza exterior.
Peltz, de 81 años, vestido con el uniforme de multimillonario en tiempo de descanso: camisa polo azul marino y suéter con cremallera, es un hombre ocupado. Estaba librando su segunda batalla por poderes en la misma cantidad de años en el grupo de entretenimiento estadounidense Walt Disney; intenta mejorar Unilever, el fabricante de Marmite, el jabón Dove y la mayonesa Hellmann’s; y “con reticencia vuelve a participar en la política estadounidense”.
Peltz, un autodenominado “constructivista”, es más conocido por sus campañas de cambio de rumbo en grandes compañías de bienes de consumo como Mondelēz, Heinz y Procter & Gamble. El manual de Trian es comprar una participación en una empresa que cotiza en bolsa y promover mejoras, a menudo buscando un puesto en el Consejo de Administración y, a veces, presionando para que se rompan o vendan las divisiones.
A diferencia de los tiburones corporativos de la década de 1980 y las firmas de capital privado, sus contrapartes modernas, Peltz aspira a ganarse a los directivos y a otros accionistas con el poder del análisis y la argumentación. “No nos apalancamos, no nos creemos toda esa tontería de dinero ficticio, compramos acciones a la antigua usanza y trabajamos duro”, dice. “Estamos ahí para ayudar a estas empresas…no para dividirlas y obtener ganancias inmediatas y dejarlas tiradas por el camino”.
Pero los avances de Peltz y los de su calaña no siempre son bien recibidos y una investigación reciente de Goldman Sachs plantea dudas sobre si los inversionistas activistas realmente agregan valor en el largo plazo. Otros críticos sugieren que los activistas se atribuyan el crédito de las mejoras que la empresa de todos modos habría realizado.
Peltz tiene una voz profunda, un encanto pirata y un enfoque inflexible: “un caso en el que el remedio es peor que la enfermedad”, dice un crítico. Los organizadores de bodas que contrató seis semanas antes de la boda de su hija Nicola con Beckham Jr y a los que despidió nueve días después lo calificaron de “bravucón multimillonario” en una demanda.
“¿Un multimillonario qué?” responde cuando le pregunto sobre esto. “Un bravucón multimillonario”. “Eso probablemente sea cierto”, se ríe. “¿Qué sentido tiene ser multimillonario si no eres un bravucón? Déjame decirte algo… obtuvieron un gran acuerdo por no hacer nada. Pero eso es agua pasada”.
Descartando mi sugerencia de una copa de vino --“muy rara vez bebo vino. Prefiero una Pepsi Max…o un Frosty” (la malteada característica de la cadena estadounidense de comida rápida Wendy’s, donde es presidente del Consejo de Administración)--, Peltz pide un té de desayuno inglés y yo un poco de agua mineral.
Palm Beach es el lugar de residencia de Peltz desde la década de 1980. “Este lugar se ha vuelto diferente a cualquier lugar en Estados Unidos”, afirma entusiasmado. Refiriéndose a la cultura de toma y dame acá, y al régimen de bajos impuestos que han atraído a los magnates al sur de Florida, continúa: “Hay tantos que comen carne y carnívoros… todos mis amigos viven en la misma calle”: South Ocean Boulevard, un tramo de propiedades ultraexclusivas frente al mar que limitan al este con el Atlántico.
Montsorrel, también conocida como Maison Peltz, es parte de la leyenda de Palm Beach. Originalmente llamado The Towers, era propiedad del magnate ferroviario Robert Young y su esposa Anita O’Keeffe (hermana de la artista Georgia O’Keeffe). Después de que Young se suicidó en The Towers en 1958, su viuda demolió la casa y la reemplazó por una gigantesca mansión neoclásica. “Construyó esta casa para demostrar que no se había quedado sin dinero”, dice Peltz.
Él y su esposa Claudia compraron la propiedad en 1987 y posteriormente la ampliaron. Claudia es madre de ocho de los 10 hijos de Peltz, incluidos dos pares de gemelos, el menor de ellos tiene poco más de veinte años.
El residente más (tristemente) célebre de Palm Beach es Donald Trump, a quien mi invitado conoce desde hace décadas pero --lo último que supimos-- es que se desvinculó de él.
Peltz se abstuvo de votar en las elecciones presidenciales de 2016 que llevaron a Trump a la Casa Blanca, solo para organizar una recaudación de fondos para él durante su campaña de 2020, cuando fue derrotado por Joe Biden. Tras el asalto al Capitolio en enero de 2021, Peltz acudió a CNBC para disculparse por apoyar el intento de reelección de Trump.
Peltz desea subrayar que anteriormente votó por los demócratas: “No soy uno de esos locos que son republicanos o nada”. Trató de convencer a Trump de que no se presentara nuevamente para contender por la presidencia, de que fuera un poder en la sombra, en lugar de un rey, y continúa: “Pensé que podríamos conseguir a alguien menos controvertido”.
Entonces, ¿a quién respaldará en la contienda de este año? “No estoy preparado para decir eso”, dice Peltz. Él cambia de opinión. “Lo diré”. Larga pausa. “Probablemente será Trump y eso no me alegra”.
Peltz explica que su dramático giro de 180 grados refleja principalmente sus preocupaciones sobre la inmigración. También le preocupa que la “condición mental de Biden, de 81 años, es realmente alarmante” y cree que los 91 cargos penales en tribunales federales y estatales a los que se enfrenta Trump representan un “error judicial”.
Estados Unidos --financiera y militarmente-- “sigue siendo igual de fuerte…pero nos estamos deteriorando”, continúa. No busca detener la inmigración “pero quiero que se le pongan algunos límites para que sepamos al menos a quién estamos trayendo”.
Peltz “no puede” darle apoyo financiero a Trump. En febrero, él y el cofundador de Tesla, Elon Musk, organizaron una cena en Montsorrel, me cuenta. No fue una recaudación de fondos: “solo fue para hablar de lo que necesitaba el país”.
Pero Peltz está dispuesto a conformarse con “ni un candidato perfecto, ni tampoco Biden…parece que Trump es todo lo que tenemos”.
Peltz creció en Brooklyn y luego abandonó la escuela de negocios de Wharton porque se aburría. Coqueteó con una carrera como actor, llegando incluso a tomar clases nocturnas con Stella Adler (profesora de Marlon Brando y Steve McQueen). Después de que una lesión interrumpiera su período como “entusiasta del esquí”, en 1963 comenzó a trabajar en el negocio mayorista de distribución de alimentos congelados de su familia. Terminó quedándose durante 15 años.
A su padre le da crédito por su ética de trabajo y por haberle enseñado el mantra “aumentar las ventas, disminuir los gastos”. La muerte de su padre a los 76 años: “Tan pronto como se tomó las cosas con calma, se enfermó…me mostró que necesito seguir trabajando”. Su madre vivió hasta los 108 años: “Era una fiera”.
Al comenzar nuestras entradas --mozzarella ligeramente insípida y jitomate que necesita condimento, con pimientos asados-- Peltz cuenta la historia de Triangle Industries, el centro de su atención en la década de 1980. Impulsado por los bonos basura de su amigo Michael Milken, él y su socio comercial Peter May la convirtieron en la empresa de empaques más grande del mundo, antes de venderla. Más tarde compraron y vendieron lucrativamente el negocio de bebidas Snapple.
Junto con su yerno Ed Garden, Peltz fundó Trian en 2005. Desde entonces, ha lidiado con más de 30 de las compañías industriales, financieras y de consumo más grandes del mundo; sus interacciones van desde el diálogo entre bastidores hasta la guerra por poderes sin cuartel.
Una mancha negra fue la apuesta de 2 mil 500 millones de dólares (mdd) de Trian por el conglomerado estadounidense General Electric (GE) en 2015. “Lamento haber comprado GE…me mintieron…los números no eran reales”, dice Peltz. En 2020, GE acordó pagar al regulador estadounidense 200 mdd por violaciones de divulgación.
Disney es apenas la cuarta pelea por poderes en la historia de Trian. La más reciente --P&G en 2017-- marcó una de las batallas por poderes más grandes, costosas y dramáticas de todos los tiempos, en la que Peltz aseguró un puesto en el Consejo de Administración por un pelo después de un recuento.
A Peltz le gusta decir que preferiría ser rico a tener razón. Pero mientras que la batalla de P&G se desarrolló en el apogeo del poder de Trian, la lucha por poderes de Disney coincidió con un periodo de turbulencia interna en la empresa y un desempeño débil.
El año pasado, Garden abandonó abruptamente Trian, que se esperaba que algún día dirigiera. Los activos cayeron de 12 mil 500 mdd en 2015 a alrededor de 10 mil mdd en la actualidad, incluidos más de 2 mil mdd en acciones de Disney del amigo de Peltz, Ike Perlmutter, que le prestó para la lucha por poderes de Trian. Según Centerview Partners, los rendimientos anualizados a cinco años de Trian, hasta el 30 de septiembre, fueron de 6 por ciento, por debajo del equivalente a 10 por ciento del S&P 500. Trian superó el rendimiento del S&P 500 desde su creación en 2005.
Dos de los hijos de Peltz, Matt y Diesel, trabajan en Trian. Y Brad, otro hijo, trabaja para una franquicia de Wendy’s. Diesel, dice su padre, le ayudó a familiarizarse con la industria de tecnología al presentarle a empresarios de Silicon Valley, como Elon Musk, Sam Altman y Travis Kalanick. Pero Peltz dice que no está listo para nombrar a su sucesor, “No voy a ninguna parte, chica. No tengo planes de mudarme. Me encanta lo que hago y un plan de sucesión evolucionará cuando me vaya, pero lo haré dando una batalla… con lo que sea que me esté alejando”.
Peltz insiste en que no es un inversionista activista: “Quería invertir en compañías (que sean) buenas empresas, pero que simplemente se están perdiendo un poco… esa sigue siendo la actitud”.
Esto da una clara transición a Disney, donde Peltz se encuentra en pie de guerra. “(En) Disney son tontos porque no estoy tratando de despedir (al director ejecutivo) Bob Iger, quiero ayudarlo”, dice, sin que se le pregunte. “No despedimos a los directores ejecutivos”.
Ya llegó nuestro plato principal: huauchinango fileteado en una espesa salsa de alcachofas, champiñones, jitomate y vino blanco, servido con espinacas salteadas.
Trian dio a conocer una participación de 2 mil 500 mdd en Disney en enero de 2023, criticando, entre otras cosas, la adquisición de 21st Century Fox por 71 mil mdd en 2017, que la cargó de deudas, así como el languideciente precio de las acciones y la reducción de los márgenes del gigante del entretenimiento. Pero Peltz canceló la pelea por poderes un mes después, aplaudiendo el plan de Iger para reducir costos y restablecer el dividendo.
Sin embargo, después de sentirse cada vez más impaciente por la falta de avances, en noviembre --para consternación de Disney-- Peltz reactivó su campaña para obtener lugares en el Consejo de Administración. Trian controla actualmente una participación en Disney de alrededor de 3 mil 500 mdd.
Disney dijo que Peltz no ha “presentado una sola idea estratégica” a la compañía durante dos años de hacer campaña para puestos en el Consejo de Administración. Cuando menciono esto, Peltz se lanza a criticar el negocio cinematográfico de Disney, que incluso Iger admite que tuvo un año 2023 irregular. “Dicen que no sabemos nada sobre el negocio del cine --no afirmamos que sepamos-- pero no creo que ellos lo hagan, con cinco grandes perdedores seguidos. Perdieron el primer lugar en animación, perdieron el primer lugar en largometrajes…tal vez sea hora de cambiar la administración en esas divisiones”.
¿Es hora de que Kevin Feige se vaya?, pregunto, refiriéndose al presidente de Marvel Studios que supervisó la serie de películas más taquillera de todos los tiempos antes de la reciente mala racha. “No estoy preparado para decir eso, pero cuestiono su historial”.
Peltz denunció anteriormente el “defectuoso” proceso de planeación de sucesión de Disney en el que su jefe durante mucho tiempo, Iger, regresó para reemplazar a su sucesor cuidadosamente elegido después de menos de tres años. Critica los mil mdd que, según dice, se les ha pagado a los ejecutivos de Disney durante la última década, mientras que el precio de las acciones no ha tenido un buen desempeño. “Me encanta que mis directores ejecutivos sean los mejor pagados, pero los accionistas tienen que participar”, dice.
Parece que quiere que Iger se vaya. “No, no quiero. No quiero que Iger se vaya”.
Iger reconoció el año pasado que su compañía se enfocó demasiado en los mensajes en las películas y no lo suficiente en una narrativa de calidad. Peltz está de acuerdo en que Disney se ha vuelto demasiado progre. “La gente va a ver una película o un programa para entretenerse”, dice. “No van a recibir un mensaje”.
El mesero viene a recoger los platos. Peltz dejó la mitad de su plato principal: “No me entusiasmó tanto”. Volviendo a Disney como compañía “progre”, fija la mira en The Marvels y Black Panther, que retrataron a superhéroes mujeres y negros respectivamente. “¿Por qué tengo que tener una (película de) Marvel compuesta exclusivamente por mujeres? No es que tenga nada en contra de las mujeres, pero ¿por qué tengo que hacer eso? ¿Por qué no puedo tener (una película de) Marvels en la que aparezcan los dos (hombres y mujeres)? ¿Por qué necesito un elenco exclusivamente negro?
Durante la reunión anual de Disney del 3 de abril. Los accionistas de Disney votaron a favor de mantener a Peltz fuera del directorio de la compañía de entretenimiento, poniendo fin a la pelea en la sala de juntas más costosa y seguida de cerca del año. Hay pocas señales de que la derrota lo perjudicará a él o a su negocio.
Peltz ha tenido más éxito en Unilever, empresa que trató de agilizar para mejorar los márgenes. Lo nombraron miembro del Consejo de Administración en mayo de 2022 y recientemente Unilever anunció que va a escindir su negocio de helados y que va a eliminar 7 mil 500 puestos de trabajo.
Ha estado en desacuerdo con la marca de helados de Unilever, Ben & Jerry's, por su postura sobre la política israelí. En 2021, Ben & Jerry's intentó dejar de vender sus productos en los territorios palestinos ocupados, lo que llevó a Unilever a vender la división israelí de la marca. Más recientemente, en enero, la junta directiva de Ben & Jerry's pidió un alto el fuego permanente en Gaza.
“Hay que sacar la política de la sala de juntas”, dice Peltz. “El trabajo de Ben & Jerry’s es vender helados, no hacer declaraciones políticas. Y esta gente usa cualquier cosa como tribuna que no tienen derecho a hacer”.
Peltz continúa: “Tengo mis propios sentimientos sobre un cese al fuego. Israel tiene que arreglar algunas cosas antes de lograr un alto el fuego, porque lo que les pasó fue despreciable”.
Volviendo a anteponer las utilidades a la política, aborda la cuestión de si las empresas deberían seguir haciendo negocios en Rusia, después de que ese país invadió Ucrania.
“Le dije a Unilever que no se retirara y hasta el momento me han escuchado”, dice Peltz. “Si nos retiramos de Rusia, se quedarán con nuestras marcas. No creo que sea un buen negocio”. Rivales como P&G y Colgate-Palmolive no se retiraron: “¿Por qué diablos deberíamos hacerlo nosotros?... estamos compitiendo en el escenario mundial con estos productos”.
Rechazamos la oferta de postre del mesero. Pido un té verde; Peltz, su segundo té de desayuno inglés.
A estas alturas, ya logré repeler varias interrupciones de un hijo y dos asistentes que intentaban hacer que Peltz regresara a la oficina. Pero no vine hasta Palm Beach para no establecer la veracidad de esa historia de tenis en topless, que él siempre ha asegurado que es apócrifa. El libro de Connie Bruck de 1988, The Predators’ Ball, relata cómo Peltz y su difunto amigo, el tiburón corporativo Saul Steinberg, una vez hicieron que cuatro mujeres jugaran un partido de tenis en topless en el que ellos eran los únicos espectadores.
“Otra tontería”, dice. “Sabes, lo bueno es que cuando todos hacíamos lo que hacíamos en la década de 1970, nadie tenía esto (toma su teléfono celular) y había un nivel de privacidad en tu vida …y no es que quieras hacer algo malo, pero creo que a veces tienes derecho a cierto nivel de privacidad. Y no me refiero al tenis en topless, solo me refiero a tu vida”. Hace una pausa. “Realmente estabas cavando hondo para conseguir eso”. “Es la historia favorita de todo el mundo sobre Nelson Peltz”, contesto.
“¿Crees eso? Espero que no. Espero que se me conozca por algo más que eso. Así te quemas feo”, dice riendo.
“¿Entonces lo del tenis en topless es verdad?”. Insisto. Peltz me mira a los ojos a través de sus anteojos con montura de carey y se las arregla para negar y asentir con la cabeza al mismo tiempo. No se puede engañar a un estafador.
Mi invitado empieza a impacientarse. Después de una última insinuación a Iger: “No estamos ahí para pelear. Estamos ahí para ayudarlo”, nos despedimos. “Tengo que irme, chica”, dice Peltz. “Sé amable conmigo”.
DJR