Novak Djokovic, el tenista más exitoso

FT MERCADOS

Triunfó en 20 torneos Grand Slam y se perfila para ser el mejor de todos los tiempos. Aun así, no genera empatía entre los aficionados.

Novak Djokovic, el tenista más exitoso.
Janan Ganesh
Ciudad de México /

La historia no registra cómo pasaron Roger Federer o Rafael Nadal los 78 días durante los cuales la OTAN bombardeó Yugoslavia. Novak Djokovic, quien cumplió 12 años cuando se refugiaba, tiene motivos para recordar sus movimientos. Las personas que envidian los bordes ásperos de este hombre podrían considerar en dónde los obtuvo. 

En algún momento, el serbio se convertirá en el tenista hombre más grande de todos los tiempos (Cuatro slams más y la diferencia de sexos desaparecerá). Pero en ningún momento habrá sido el más admirado en el deporte blanco: ni siquiera el segundo deportistas más admirado, ni siquiera de su época. 

El misterio es por qué. Su estilo es irritable, dicen los puristas, como si los ángeles lloraran cuando Rafael Nadal juega. La gente que vivió la fase del monograma de oro de Federer cita los problemas de ego. Los viejos aficionados de John McEnroe, ese “personaje”, compadecen su temperamento. Te quedas robando teorías como si él fuera el que las está sirviendo. ¿La línea de cabello eterna? ¿Eso es tan molesto? El nacionalismo: ¿cuántos en las tibias multitudes siquiera saben de eso? 

Es verdad, irrumpió en una fiesta brillante hace una década. Pero el rompimiento de “Fedal” (el washingtoniano en mí prefiere el nombre compuesto “Federal”) no fue más grosero que la propia usurpación que hizo Nadal del suizo. De hecho, en estilo, fue menos impactante. A Nadal pronto se le permitió salir del papel de advenedizo. Nole, como también se le conoce a Djokovic, sigue siendo eternamente tolerado. Y a juzgar por la multitud en París en julio—“¡Tsitsipas! ¡Tsitsipas!”— no solo son Federer y Nadal los que obtienen una mayor aprobación. 

Me inclino a culpar al culto a la personalidad del tenis, el deporte favorito de las personas a las que no les gusta el deporte. (Nadie en el futbol degrada a Lionel Messi por su inexpresividad). Pero ni siquiera esto sirve. 

Novak Djokovic es el más expresivo y curioso de los tres grandes. No solamente es multilingüe, sino que está absorto en el aprendizaje. Vaga muy al este de su ortodoxia serbia en busca de creencias o al menos prácticas. Si su dieta proviene o no de la “física cuántica”, qué revelador es que le importa. 

Sus críticos ni siquiera entienden bien su verdadero defecto. No es la frialdad biónica que se le atribuye a los atletas eslavos desde Rocky IV, porque Nole es casi lo opuesto. Un hombre que mantiene un “diario de gratitud” y una “conexión con mi propia alma” tiene una mente, sino muy abierta, al menos no cerrada. 

Y si su personalidad fuera arisca o huraña, ¿cómo no podría serlo? Sin menospreciar los problemas de vivir en Basilea o Mallorca, la ciudad de Belgrado en Serbia de la década de 1990 fue un lugar bastante difícil. 

El enigma del campeón no amado casi me supera. No sé muy bien qué le molesta a la gente de él. Pero tampoco me sorprende que sus antecedentes cuenten tan poco en la mitigación. 

Lo Dice...

“Si saliste de una juventud traumática de manera brillante y alegre, el trauma no agrega nada a tu atractivo, si sales con cicatrices y espinilas, no esperes compasión por estas debilidades”

En 20 años dentro y alrededor de la política, he tardado un tiempo en asimilar una verdad: los “antecedentes” casi no cuentan para nada. Traen poca comprensión del público. Obtiene latitud cero para los defectos personales. Incluso, aparte del sesgo natural del presente, los votantes tienen muchas razones para descartar la biografía. Aquellos que tuvieron un buen comienzo en la vida, no quieren que se les recuerde esa suerte. Aquellos que no quieren que les recuerden su pasado, salen corriendo. 

Las dificultades de la infancia no ayudaron a John Major contra Tony Blair. Su opulencia no excluyó a Donald Trump o Boris Johnson del estatus de People’s Tribune. Cuando los políticos derrotan a sus superiores sociales (Bill Clinton contra George HW Bush), solo por casualidad se debe a sus antecedentes. Por más difícil que sea aislar variables aquí, siento que los antecedentes, una obsesión política, no deciden casi ninguna elección. Lo mismo pasa en los negocios. La gente prefiere a Richard Branson de Stowe School que, incluso, una versión suave del tipo de hombre que se formó a sí mismo con cara dura y una mecha corta. Si saliste de una juventud traumática de manera brillante y alegre, el trauma no agrega nada a tu atractivo. 

Si sales con cicatrices y espinillas, no esperes compasión por esas debilidades. Esto no es menos cierto en el lugar de trabajo que en la plaza pública. He visto carreras estancadas por eso. 

Dado el lugar de donde viene Djokovic, su intensidad personal es natural. Pero no obtiene ningún tipo de indulgencia. Lo juzgan como lo hacen con Federer o Nadal, a pesar de las diferencias, que incluyen nacer en el lado áspero de la Cortina de Hierro. Con qué frecuencia preferimos la idea de “ajustabilidad” a estudiar individualmente cada caso.


srgs

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