Además del espectáculo de un secretario general de la ONU rindiendo homenaje a un presidente ruso acusado del secuestro de niños, la cumbre de los Brics del mes pasado en Kazán contó con el impulso más técnico, pero geopolíticamente más importante, de “hacer que la arquitectura financiera internacional sea más inclusiva y justa”.
Los ministros de finanzas de los Brics detallaron tres aspiraciones. La primera: un sistema de pagos transfronterizos, separado del que comprende el Swift, con sede en Bélgica, los bancos corresponsales occidentales y laReserva Federal de EU y los bancos centrales aliados. La segunda: servicios de liquidación y depósito de valores. La tercera (que Reino Unido, como centro mundial de seguros, debe tener en cuenta): un sistema de reaseguro alternativo.
Las tres son prioridades urgentes de Rusia. Después del ataque de Vladímir Putin contra Ucrania, los bancos rusos fueron expulsados de Swift y de muchas relaciones de banca corresponsal. Las reservas del banco central de Moscú en Euroclear fueron bloqueadas. Las sanciones al comercio de petróleo ruso obtienen su eficacia del dominio que tiene Occidente en los seguros.
Esta urgencia es un cumplido para Occidente. Demuestra que las sanciones financieras funcionan y debe alentar su endurecimiento. ¿Pero debemos preocuparnos por la posibilidad de que las conexiones financieras transfronterizas alternativas se puedan lograr?
En cierto sentido, China ya lo hizo con su sistema de pagos interbancarios transfronterizos. CIPS hace por las transacciones en yuanes lo que el sistema Chips de EU y la Fed hacen por los pagos en dólares, pero no ha resultado atractiva para los que pueden realizar operaciones en dólares fácilmente.
Dejando de lado las soluciones técnicas, las cuestiones de gobernanza que enfrenta una arquitectura financiera alternativa son enormes. Por ejemplo, CIPS está tan expuesto a los caprichos del gobierno de Pekín. Como Chips lo está a los de Washington, Euroclear a los Bruselas y Swift a los de ambos; de hecho, más, dado el estado de derecho más débil de China y sus mayores controles sobre los flujos de capital.
Luego están los desafíos económicos. Muchos países que buscan alternativas a la dependencia del dólar son exportadores netos, tienen monedas no convertibles o ambas cosas. En ausencia de un comercio bilateral equilibrado, la falta de un medio de cambio convertible común —el dólar o el euro en la actualidad— conducirá a demandas cada vez más desequilibradas en las monedas de los demás. Algo que facilita a Rusia el pago directo en rupias indias, por ejemplo, no ayuda a Rusia a resolver el problema de qué hacer con las rupias que ha acumulado.
Pero Occidente no puede ser complaciente. Las carreras tecnológica y geopolítica son dos caras de una misma moneda. Si algunos países adoptan la tecnología que hace que el intercambio transfronterizo sea más barato y eficiente, la carrera por los negocios de la parte no alineada del mundo está abierta.
Esa tecnología está ahí para que la aprovechen. Los bancos centrales están desarrollando monedas digitales y realizan pruebas de libros contables distribuidos para la compensación y liquidación. El Banco de Pagos Internacionales (BPI) ha trabajado para modernizar o reemplazar las prácticas transfronterizas al viejo estilo, en parte con tecnología digital que otorga a los bancos centrales un papel directo.
Es posible que los Brics utilicen como modelo uno de esos proyectos, mBridge, que tiene como socio al banco central de China. La retirada del BIS de mBridge la semana pasada muestra la sensibilidad política (tanto el BIS como los bancos centrales asociados niegan que esté diseñado para violar las sanciones), pero esto es una cortina de humo. Si China, o los Brics en su conjunto, quieren una tecnología de transferencia transfronteriza más inteligente, no les resultará difícil desarrollarla. Para atraer a los usuarios, deben superar los problemas de gobernanza mencionados anteriormente.
Si lo hacen, pueden crear incentivos económicos para un cambio geopolíticamente profundo de la actividad financiera. A su vez, Occidente podría intensificar el costo del cambio al negar a cualquier institución financiera la capacidad de estar vinculada a ambos sistemas al mismo tiempo. Pero esto sería costoso, algo que divide la economía global en bloques separados con pocas conexiones financieras.
Será mucho mejor recuperar el liderazgo tecnológico y actualizar el sistema centrado en el dólar a algo tan rápido, barato y eficiente como cualquier otra cosa que pueda ofrecer cualquiera. Esto reducirá la ventaja que puede ofrecer un bloque rival, al tiempo que mantendrá el atractivo del acceso a los bloques económicos más ricos, líquidos y abiertos del mundo.
La Unión Europea tiene una responsabilidad especial en este sentido. La disposición de EU de liderar una defensa del multilateralismo democrático no es algo confiable. Y el Banco Central Europeo abrazó la innovación ―incluido el trabajo sobre una moneda digital y la conectividad transfronteriza― más que la Fed.
Pero a diferencia del BCE, los políticos europeos no comprenden plenamente la importancia geopolítica del euro digital y su uso internacional. En su lugar, se lamentan por la escasa competitividad de Europa y su limitada autonomía estratégica. He aquí una manera de mejorar ambas.