¿A Donald Trump hay que tomarlo literalmente o en serio? Salena Zito ofreció estas alternativas en una columna en The Atlantic publicada en septiembre de 2016. Hoy, antes de que obtenga el poder por segunda vez, a Trump se le debe tomar más en serio y más literalmente que la última vez. La evidencia proviene de sus nominaciones, en particular Robert F. Kennedy Jr. en salud, Pete Hegseth en defensa, Tulsi Gabbard en inteligencia nacional y Matt Gaetz en justicia. Estas personas muestran que Trump será mucho más radical. Además, la política comercial es desde hace mucho tiempo el área en la que se le debe tomar tanto en serio como literalmente; el proteccionismo no solamente es una creencia personal de larga data, sino una a la que ya estaba comprometido la última vez.
Lamentablemente, el hecho de que se debe tomar literalmente y en serio a Trump no significa que él (o quienes lo rodean) entiendan la economía del comercio. Si está dispuesto a aceptar las tonterías “antivacunas” de Kennedy, ¿por qué debería importarle lo que piensen los economistas al respecto? Comete dos grandes errores: el primero, no tiene ni la menor idea de la ventaja comparativa; el segundo, y peor, no entiende que la balanza comercial está determinada por la oferta y la demanda agregadas, no por la suma de los balances bilaterales. Es por eso que su guerra arancelaria no reducirá los déficits comerciales estadunidenses. Por el contrario, especialmente en el contexto actual, es más probable que conduzca a inflación, conflicto con la Reserva Federal y pérdida de confianza en el dólar.
Si uno quiere producir más de algo -sustitución de importaciones, por ejemplo, como desea Trump- los recursos deben venir de alguna parte. Las preguntas son “¿de dónde?” y “¿cómo?”. La respuesta puede ser “de las exportaciones, a través de un dólar más fuerte”, ya que los aranceles reducen la demanda de moneda extranjera, con la que comprar importaciones. De esta manera, un impuesto a las importaciones termina siendo un impuesto a las exportaciones. La balanza comercial no mejorará.
En el fondo, la macroeconomía siempre gana, como nos recuerda Richard Baldwin, del IMD de Lausana, en una nota para el Instituto Peterson de Economía Internacional. La balanza comercial es la diferencia entre los ingresos agregados y el gasto (o el ahorro y la inversión). Mientras esto no cambie, la balanza comercial tampoco cambiará. EU lleva mucho tiempo gastando considerablemente más de lo que ingresa, como lo demuestra la constante oferta neta de ahorro externo, que promedió el 3.9 por ciento del PIB entre el segundo trimestre de 2021 y 2024. Por lo tanto, los sectores nacionales deben haber tenido déficits de contrapartida en conjunto. De hecho, el superávit de ahorro sobre la inversión en el sector de los hogares promedió el 2.3 por ciento del PIB y el del sector corporativo el 0.5 por ciento. En resumen, solo el gobierno tuvo un déficit, que promedió un enorme 6.7 por ciento del PIB. Si se quieren eliminar los déficit externos, los sectores internos deben ajustarse en la dirección contraria, hacia mayores superávits de ahorro, y el mayor ajuste seguramente provenga de estos enormes déficits fiscales.
Sin embargo, como señala Olivier Blanchard en otro artículo para el Instituto Peterson, Trump prometió extender los recortes de impuestos promulgados en 2017. Además, sugirió que los beneficios de la Seguridad Social y las propinas se vuelvan totalmente no gravables, que se aumenten las deducciones impositivas estatales y locales y que la tasa de impuestos corporativa, que se redujo del 35 al 21 por ciento en 2017, se reduzca aún más al 15 por ciento para las empresas de fabricación. También sugirió la deportación masiva de alrededor de 11 millones de inmigrantes indocumentados.
En resumen, Trump planea reducir la oferta y estimular la demanda, lo que empeorará la balanza comercial, no la mejorará. Además, también creará una presión inflacionaria que la Fed tendrá que reprimir. Mientras tanto, la deuda federal seguirá su camino explosivo, tal vez amenazando la confianza en el propio dólar.
En resumen, no hay posibilidad de reducir el déficit comercial general con las políticas que propone Trump. Reducir el déficit bilateral con China simplemente aumentaría los déficits con otros países, lo cual es inevitable, dadas las persistentes presiones macroeconómicas. Además, sus políticas comerciales discriminatorias, con aranceles del 60 por ciento para China y del 10 al 20 por ciento para otros, están destinadas a extenderse. Trump y sus secuaces verán que las exportaciones de otros países están reemplazando a las de China mediante transbordos, el ensamble en otros países o la competencia directa. Las respuestas serán la imposición de “reglas de origen”, con toda la burocracia que eso requiere, o un aumento de los aranceles hacia el 60 por ciento para todas las importaciones de productos de fabricación. Mientras tanto, sin duda, también habrá represalias.
Es probable que una propagación de aranceles tan elevados en EU y en todo el mundo conduzca a una rápida caída del comercio y la producción mundiales. El Instituto Nacional de Investigación Económica y Social del Reino Unido pronostica: “En conjunto, el PIB real de EU podría ser hasta un 4 por ciento menor de lo que habría sido sin la imposición de aranceles”. Yo opino que esto es demasiado optimista, dada la incertidumbre que también se desataría. Sin embargo, incluso en ese caso, los déficits externos de EU podrían no reducirse. Eso dependería de si el gasto se redujera aún más que la producción. Si así fuera, la balanza comercial mejoraría. Pero esto también significaría una profunda recesión.
La semana pasada, señalé que es muy poco probable que la política comercial revierta la caída a largo plazo de la proporción de empleos en la industria de fabricación de EU. Esta semana, agregó que los aranceles sin el respaldo de una reducción del gasto agregado en relación con la producción no eliminarán los déficits externos. Los aranceles por sí solos, especialmente los aranceles discriminatorios sobre un país, sólo causarán un caos económico y político, ya que se van a propagar como la mala hierba por todo el mundo.
Cuando el rey Canuto de Inglaterra supuestamente se sentó ante la marea entrante, lo hizo para demostrar que no podía dominar el mar. Donald Trump cree que sí puede. Se sentirá decepcionado. Y, por desgracia, también nosotros.