Vivo en Nueva York, por lo que conozco a muchos psiquiatras. Desde 2016, muchos de ellos hablan de cuáles son sus responsabilidades hacia el público respecto a Donald Trump. Como sabe cualquiera que haya ido a terapia, que haya tomado una clase de introducción a la psicología en la universidad o leído un libro básico de autoayuda, Trump es un libro de texto adecuado para la descripción de un narcisista maligno. Se trata de personas que obtienen placer manipulando o lastimando a los demás. No tienen empatía y disfrutan infligiendo sufrimiento, sobre todo a las personas que creen que les han hecho daño. Y no cambian.
Se trata de un tipo que identificó primera vez el psicólogo alemán Erich Fromm, un judío alemán que huyó del régimen nazi y se estableció en Nueva York. Fromm fue la primera persona en acuñar el término “narcisismo maligno” en 1964. Lo definió como una personalidad en la que un individuo se enorgullece de sus propias características en lugar de sus logros. A menudo se sienten frustrados por la realidad y buscan negarla. Tienen un sentido de grandiosidad. Son paranoicos. Es un tipo de personalidad asociado con asesinos en masa, delincuentes sexuales y —oh sorpresa— los dictadores más malvados de la historia.
Si bien los terapeutas generalmente se abstienen de diagnosticar a distancia, un grupo de 225 profesionales de la salud mental en Estados Unidos tomó la inusual medida la semana pasada de sacar un desplegado de una página completa en The New York Times para, como lo expresaron, “advertir al público que Donald Trump es una amenaza existencial para la democracia. Sus síntomas de un trastorno de personalidad grave e intratable —narcisismo maligno— lo hacen deshonesto, destructivo, estar engañado y peligroso”.
El anuncio lo financió el Anti-Psychopath Pac, que dirige George Conway, que antes dirigió el Lincoln Project. Ha invertido millones en poner la salud mental de Trump en el centro de atención, a través de anuncios, espectaculares, proyectos de educación de votantes y más cosas. Como dice su sitio web: “Tenemos que detener a este psicópata”.
Los terapeutas que están haciendo un llamado para un examen completo de salud mental y han declarado que Trump es “extremadamente no apto para el liderazgo” están infringiendo la regla Goldwater, que es una referencia a Barry Goldwater, un antiguo senador estadunidense y candidato presidencial republicano en 1964 a quien los psiquiatras que respondieron a una encuesta de la revista Fact Magazine llamaron “psicótico” y “esquizofrénico”, además de compararlo con líderes como “Hitler, Castro, Stalin”. Goldwater presentó una demanda y la revista tuvo que pagarle 75 mil dólares.
Si bien no tengo ningún problema con que los psicólogos declaren que Trump padece una enfermedad mental, me pregunto si el problema más grave no son las personas que lo hacen posible (desde los líderes republicanos hasta las élites ricas, más preocupadas por sus tasas de impuestos que por la democracia). Ningún narcisista maligno puede sobrevivir sin una pandilla detrás de él.
De hecho, se puede argumentar que todo EU sufre un trastorno de personalidad narcisista, ya que nos inclinamos a glorificar a muchas de las personas agresivas, orientados a los objetivos, que encajan en algún lugar del espectro narcisista. Por supuesto, el uso que hacemos de las redes sociales (para una visión aguda al respecto consulten el último artículo de Julia Angwin en The New York Times) puso en esteroides la tendencia a enfocarse en lo externo, el corto plazo y lo malo.
Desde 2019 argumento que la psicología es la mejor lente a través de la cual ver el mundo de la actualidad. Así que tal vez valga la pena señalar que, si bien la mayoría de las personas con enfermedades mentales pueden tener un tratamiento y no tienen más probabilidades de ser peligrosas que la población general, los narcisistas malignos son, como señala la carta del Anti-Psychopath Pac: “La muy rara excepción… sin lugar a dudas, los narcisistas malignos han sido los líderes más grandiosos, paranoicos y asesinos de la historia. Inevitablemente escalan hasta que están fuera de control, y en última instancia se destruyen a sí mismos y a las naciones que dirigen”.
Peter, ¿es una descripción dramática de una segunda presidencia de Trump, en caso de que esto ocurra, o es un diagnóstico correcto?
Lecturas recomendadas
-La excelente serie de Bloomberg basada en datos sobre la pérdida de confianza en varias instituciones en EU es aleccionadora (a los medios no les va bien en lo absoluto, como habrán adivinado).
-Disfruté mucho del artículo de Jazmine Hughes en The New Yorker “Alpha Girls”, una mirada al interior del mundo de las hermandades negras, como Alpha Kappa Alpha, de Kamala Harris. Estas mujeres saben cómo organizarse y, como escribo en mi columna, son parte de una ola de votantes femeninas que representan la mejor oportunidad de ganar las elecciones.
-En Financial Times, Simon Kuper contempla la OTAN sin Estados Unidos, en un excelente artículo de Weekend Magazine.
Peter Spiegel responde
Rana, no soy psiquiatra, pero soy hijo de dos loqueros (un apodo que a mi padre le encantará que use en Swamp Notes). Tal vez por eso me preocupa un poco más que a ti que los profesionales de la salud mental diagnostiquen a candidatos políticos desde la distancia.
La razón por la que la Asociación Estadunidense de Psiquiatría modificó sus directrices éticas para incluir la regla Goldwater no fue para proteger a la profesión de demandas por libelo o difamación. Fue porque diagnosticar a alguien con una enfermedad viéndolo en la televisión no es como se hace la medicina.
Si tratamos las enfermedades mentales al mismo nivel que las físicas —como deberíamos— entonces declarar que alguien padece un trastorno psiquiátrico después de observarlo en el escenario público es similar a decidir que un shortstop (parador en corto) All-Star se desgarró un tendón de la corva después de verlo cojear fuera del diamante. Es posible, pero no se puede saber con certeza sin un examen minucioso de un médico. Como dice la directriz de la APA:
“(Es) poco ético que un psiquiatra ofrezca una opinión profesional a menos que haya realizado un examen y haya recibido la autorización correspondiente para tal declaración”,
La regla no impide que los médicos “compartan con el público su experiencia sobre cuestiones psiquiátricas en general”, y cuando se trata de Trump, es importante señalar ―como lo has hecho tú, Rana― que su comportamiento incluye muchos de los síntomas reveladores del narcisismo maligno.
Cualquiera que haya leído las dolorosas memorias del clan Trump escritas por la sobrina psicóloga del ex presidente, sabe que fue criado en una familia muy disfuncional. Mary Trump describe a su tío como alguien que fue criado por un padre autoritario y casi abusivo, una causa clásica de trastornos narcisistas de la personalidad.
Pero solo es especulación. Puede que sea un blanco fácil para los expertos de sillón, pero los profesionales de la salud mental deben prestar atención a su código ético. El propio Trump ha violado tantas normas sociales que otros en puestos de autoridad parecen sentir que necesitan contrarrestarlo tirando por la ventana sus directrices. Es un instinto al que hay que resistirse. Si las personas responsables empiezan a imitar las conductas de Trump, entonces todos los fundamentos éticos y morales de la sociedad se verán amenazados.
Sus comentarios
Y ahora una palabra de nuestros lectores de Swamp Notes… En respuesta a: “Fink tiene razón cuando dice que, con el tiempo, apenas hay diferencia… para los mercados financieros. En el pasado, independientemente de que se eligiera a un presidente republicano o demócrata, el rendimiento de las acciones se mantuvo más o menos igual. Trece de los últimos 15 presidentes han presidido con rendimientos anualizados de entre 10 y 17 por ciento.
Sin embargo, la diferencia geopolítica de la elección entre los dos candidatos es enorme. Una elección por Harris es una elección por la bifurcación; decidirse por Trump es una elección por la fragmentación. La bifurcación conducirá a una ruptura continua del mundo en dos esferas: la china y la estadunidense… es un paso atrás respecto a la globalización de las últimas décadas y [puede] conducir a una verdadera división.
Sin embargo, la fragmentación pondrá fin a 80 años de Pax Americana… En el caso de Trump, esto significa aislacionismo, al igual que antes de la Segunda Guerra Mundial… también traerá un periodo catastrófico de desglobalización”. - Koen de Leus.