En las fértiles faldas del monte Etna, Andrea Passanisi observa su huerta de aguacates bajo el cielo azul de Sicilia. Comenzó a cultivar la fruta tropical en lo que solía ser el viñedo de su abuelo y, con la ayuda del clima cálido, ahora envía su producto a toda Europa.
Passanisi descubrió su amor por los aguacates durante un viaje a Brasil cuando era adolescente hace dos décadas, y decidió que al regresar a casa experimentaría con su cultivo en Sicilia. Adaptó la tierra de su abuelo. “Mi abuelo cultivaba uvas para vino, pero hace demasiado calor debido al cambio climático. Este lado de la montaña es demasiado caliente para las uvas”, dice.
Pero resultó ser perfecto para las frutas tropicales, algo que llevó a los productores emprendedores a cambiar de producto: ahora cultivan aguacates y mangos. El cambio climático mueve las fronteras del lugar donde se cultivan los alimentos a medida que los agricultores y empresas agrícolas se adaptan a las temperaturas más cálidas en todo el mundo.
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Mientras que el calor de algunas regiones y la sequía amenazan el cultivo de ciertos productos, aumentando las preocupaciones de seguridad alimentaria, en otras, el calentamiento le permite a los productores cultivar nuevos productos y variedades que en otros tiempos les habría sido difícil cosechar de manera rentable.
El empresario se encuentra entre varios productores en Sicilia que se dedican a las frutas tropicales. Muchos agricultores en Italia tienen que lidiar con una ola de calor, después de que las temperaturas alcanzaron 45°C en algunas zonas del sur del país en junio, menciona Ettore Prandini, presidente de Coldiretti, el sindicato de agricultores de Italia. “Cada año vemos periodos más largos con temperaturas altas e intensas y clima tropical”, dice.
Desde mangos, aguacates y plátanos que se cultivan junto con las naranjas y limones en el sur, hasta aceite de oliva de los árboles en las montañas alpinas en el norte, las fronteras de las cosechas en Italia están cambiando, dice Prandni.
Los agricultores italianos aprovecharon “las oportunidades, como lo demuestra la llegada de los primeros cultivos de frutas tropicales en Sicilia”, dice. Con altos niveles de lluvia y humedad, Passanisi encontró que el microclima de Giarre, donde se ubica su granja, es ideal para las frutas tropicales.
Ahora produce alrededor de 1,400 toneladas de aguacates al año, exporta su fruta junto con sus colegas agricultores sicilianos. Muchos estudios sobre cómo el cambio climático afecta los rendimientos de diferentes cultivos muestran que la viticultura —el cultivo de uvas— es un área donde el calentamiento de las temperaturas reconfigura el mapa vitivinícola.
Las uvas de vino son como “el canario en la mina de carbón para el cambio climático”, señalan los investigadores. “Se encuentran entre los cultivos más sensibles desde el punto de vista fenológico”, dice Elizabeth Wolkovich, profesora asociada de la Universidad de Columbia Británica, Canadá. De acuerdo con sus investigaciones, un calentamiento global de 2 °C en los próximos años tendrá como consecuencia que 56% de las zonas vitivinícolas no sean adecuadas.
Las nuevas fronteras
Los viñedos se desplazaron hacia el norte tanto en Europa como en América del Norte. Canadá, por ejemplo, hizo grandes avances como productor de pinot noir, dicen los conocedores de vinos. El aumento de las temperaturas en la región significó que la calidad del vino que se produce en Canadá “mejoró tremendamente”.
El Reino Unido, junto con países como Dinamarca, ahora es parte de la frontera vinícola del norte de Europa. Henry Warde, cuya familia ha cultivando en Kent, al sur de Londres, durante 300 años, convirtió parte de su finca agrícola de 2,500 acres en viñedos en 2006 después de una visita de la casa de champán francesa Duval-Leroy.
Después de un verano abrasador en Francia en 2003, que llevó a cosechar uvas demasiado maduras, los fabricantes de champán comenzaron a buscar áreas alternativas para producir esta baya. Si el calentamiento y las emisiones continúan al ritmo actual, Gran Bretaña podría estar 5°C más caliente para finales de siglo, según Paul Ritchie, científico de la Universidad de Exeter.
Si bien se espera que el clima se vuelva más cálido y seco, los niveles más altos de CO2 y la actividad de fotosíntesis en las plantas podrían significar que el crecimiento general en la productividad de los cultivos podría aumentar en el Reino Unido, dice. Una Rusia que surge como el mayor productor de trigo del mundo se debe en parte al cambio climático.
Con inviernos más tranquilos, los agricultores han podido plantar más trigo de invierno, sembrarlo en otoño y cosechar el verano siguiente, que tiene rendimientos más altos que el trigo de primavera, dice Andrey Sizov, director gerente de SovEcon, una consultora agrícola de Moscú.
Rusia produjo constantemente más de 60 millones de toneladas de trigo al año desde 2015, convirtiéndose en el principal productor y exportador. “(La temperatura más cálida) es el principal motor del aumento de la producción en Rusia”, dice.
“La bomba climática”
Dos países —Canadá y Rusia— representan más de la mitad de las nuevas fronteras agrícolas mundiales, según un estudio de la Public Library of Science, una editorial sin fines de lucro. “La agricultura se ha visto limitada por el clima, pero veremos una gran expansión durante el próximo siglo”, dice Lee Hannah, autor principal del artículo.
“La agricultura va a cambiar en la faz del mundo... el gran cambio es la expansión en Rusia y Canadá”. El cultivo en estas zonas aumentará la producción mundial de alimentos, lo que es importante dado que algunos expertos calculan que el mundo va a necesitar 70% más para alimentar a una población que se espera aumente en 2,000 millones en 2050.
Pero, advierte Hannah, también podría desencadenar una “bomba climática” con la liberación de gases de efecto invernadero adicionales del suelo de turba previamente intacto.
El impacto sobre el agua y la biodiversidad también será devastador, agrega el especialista. Hannah, que ha estado investigando el impacto del cambio climático en cultivos como el café y el vino, así como en las abejas, que son cruciales para la agricultura, dice que el impacto de las emisiones se reducirá a Rusia y Canadá.
Los gobiernos tienen que empezar a en- focarse en el desarrollo sustentable, de lo contrario “es con costo para nosotros”, agrega Hannah. “Existe una manera responsable de aumentar la producción de alimentos que minimiza los daños causados por el cambio climático, y hay una expansión agrícola no planeada e irresponsable (subsidiada) que pone en peligro el planeta.
¡Queremos lo primero!” Los investigadores advierten que el cambio en el clima tendrá un impacto desproporcionado en la seguridad alimentaria de los países más pobres. Muchas de las naciones que nunca experimentaron la “revolución verde” de la década de 1960 serán las más afectadas, dice Paolo Agnolucci, investigador en energía y recursos del University College of London.
Utilizando modelos de datos para 18 cultivos, entre ellos el trigo, el maíz y el arroz, Agnolucci y sus colegas descubrieron que los países que ya disfrutan de altos rendimientos para un determinado cultivo suelen beneficiarse de un aumento de 1°C en la temperatura, mientras que los países con un sector agrícola menos eficiente recibirán un golpe más fuerte.
En Italia, aunque el cambio climático presentó beneficios para algunos agricultores, también causa estragos en el modo de ganarse la vida de otros. “El aumento de las temperaturas está cambiando nuestro trabajo con las estaciones locas durante el año y los fenómenos meteorológicos extremos (que se vuelven) cada vez más frecuentes”, dice Prandini.
El productor dice que lidiar con las nue- vas incertidumbres climáticas es difícil. “Se manifiesta con las estaciones que no respetan sus (propias) características”, dice, señalando que el “invierno” en Sicilia, en Italia, que solía llegar en diciembre, ahora llega en febrero, y las lluvias de otoño ahora llegan meses antes.
“Empecé la idea (de cultivar frutas tropicales) con el cam- bio climático en mente, pero luego me di cuenta de las incertidumbres que trae consigo”, dice Andrea Passanisi. En la finca vinícola de Kent, en Reino Unido, Henry Warde también es cauteloso con los patrones climáticos impredecibles. Sin embargo, sigue siendo optimista sobre la volatilidad. “Estamos aprendiendo todo el tiempo”, dice.