Mañana los estadunidenses votarán en la que probablemente será la elección presidencial más importante de nuestras vidas. Los candidatos no pueden ser más diferentes, pero el reto que les queda será el mismo: cómo renovar un sentido de propósito y dinamismo nacional en un país que alcanzó el punto máximo de sus poderes competitivos.
Estados Unidos sigue disfrutando de su racha de crecimiento posterior a la pandemia, pero se avecinan grandes vientos en contra económicos, políticos y sociales. La política partidista no terminará con estas elecciones; de hecho, es posible que empeore. La productividad se está desacelerando, la población está envejeciendo, las burbujas de las redes sociales crean división y el país enfrenta amenazas competitivas de China y otros mercados emergentes, que cada vez se unen más en sus propias alianzas posteriores al consenso de Washington.
Sí, EU todavía tiene un entorno empresarial dinámico, universidades grandiosas, riqueza en recursos naturales y una base industrial relativamente sólida; sin embargo, el país tiene dificultades con la burocracia y la ineficiencia tanto en el sector público como en el privado, una élite egoísta, una fuerza laboral que no está preparada para el siglo XXI y un sentido de unidad nacional debilitado. Lo más importante es que hoy Estados Unidos ya no tiene un propósito común, ni siquiera una idea de lo que puede ser el bien común.
¿Se puede cambiar el rumbo? Recuperaciones de ese tipo son poco habituales pero posibles, de acuerdo con un informe de la Rand Corporation titulado “Las fuentes de un renovado dinamismo nacional”. En él se estudian cientos de años de historia para examinar cómo, o si, las grandes potencias en crisis pueden recuperar su sentido de propósito.
Es una lectura aleccionadora. Los países rara vez son capaces de revertir un declive competitivo una vez que ya comenzó, pero un pequeño grupo ha sido capaz de anticipar tal declive (medido por una variedad de factores que van desde la participación en el PIB mundial, el comercio y el poder militar hasta el liderazgo internacional y la influencia cultural). Entonces pueden trabajar para evitarlo y crear sistemas nuevos y sostenibles para el crecimiento y la prosperidad compartida.
Dos ejemplos fueron Gran Bretaña en la década de 1840 y EU después de 1890. Durante estos periodos pudieron abordar varios problemas económicos, políticos y sociales con importantes esfuerzos de reforma que llevaron a la renovación nacional. Gran Bretaña de la época victoriana, por ejemplo, batalló con los impactos ambientales y laborales negativos de la industrialización, así como contra la creciente desigualdad y la corrupción política. Estados Unidos después de la Edad Dorada tuvo muchos de esos mismos problemas.
Sin embargo, ambos países pudieron aprobar reformas radicales que mejoraron los derechos de los trabajadores y los estándares laborales, aumentaron el acceso a la educación, dieron derecho al voto a nuevos grupos de votantes, etcétera. Esto, en última instancia, condujo a décadas de crecimiento de base amplia y un renovado propósito nacional.
¿Cómo lo hicieron? En primer lugar pudieron diagnosticar el problema antes de convertirse en algo sin solución. Como señala el informe de Rand, hay varios ejemplos de estados fallidos, como el Imperio Otomano y la Unión Soviética, que ni siquiera comprendieron sus problemas hasta que su declive estuvo asegurado. En este sentido, EU en la actualidad puede tener una ventaja, ya que es comprendido en ambos partidos y entre todas las clases sociales que el país enfrenta grandes retos internos y externos.
Sin embargo, un diagnóstico correcto no basta por sí solo para evitar el declive. Los países también necesitan una mentalidad de solución de problemas y esfuerzos de amplio alcance para abordar sus diversos retos. La renovación nacional de Gran Bretaña de la época victoriana y de Estados Unidos de la era progresista reflejan este punto. En ambos casos, figuras políticas y empresariales, activistas, sindicatos y diversos movimientos de base formaron parte de un sólido debate nacional sobre la reforma. Yo diría que este factor también está presente en EU de la actualidad, donde, a pesar de la polarización política, hay un rico debate de abajo hacia arriba sobre cómo debe cambiar el país.
Cierta capacidad estatal y un gobierno que funcione son cruciales para cualquier esfuerzo de reforma (esperemos que Donald Trump no degrade esas cosas si es elegido), pero tal vez el factor más crucial en la renovación nacional sea que lo acepte, tanto las élites como el ciudadano promedio. En gran parte de la historia que se explora en el informe Rand, el dinamismo nacional renovado se superpuso con el ascenso de las élites con espíritu público. Ya se trate de los aristócratas terratenientes de Gran Bretaña en el siglo XIX que apoyaban las reformas o de los progresistas estadunidenses del siglo XX que comprendieron que su capacidad de ganar dinero podía verse amenazada en un país tan desigual y socialmente inestable, la aceptación de las élites de las reformas fue crucial para la renovación nacional.
¿Estados Unidos tiene ese tipo de aceptación hoy? En este punto, me siento mucho más pesimista. Si bien grupos como los Millonarios Patrióticos y el contingente Never-Trump (Nunca-Trump) del Partido Republicano son un paso en la dirección correcta, oigo a demasiadas personas privilegiadas que no ponen el bien público por encima de su propia tasa de impuestos. Se denigra a los expertos que aceptan enormes recortes salariales para entrar en el servicio público, y hay demasiado cinismo sobre nuestra capacidad de cambiar el país para mejorar.
Estados Unidos tiene grandes problemas, pero todavía tiene enormes fortalezas. Nuestra ciencia y tecnología, nuestro espíritu emprendedor, nuestra fuerte base de consumidores y nuestro espíritu de acción son la envidia del mundo, pero no son laureles en los que uno debe dormirse. Rezo para que el próximo presidente sea honesto acerca de lo que está mal y una a los estadunidenses para solucionarlo.