Hasta su muerte en 2018, los fans de los cómics de Marvel podían, cuando iban a ver a sus superhéroes favoritos en la gran pantalla, esperar un cameo de Stan Lee, el escritor más influyente de la editorial. Siendo como son los calendarios de rodaje, Lee siguió apareciendo en pequeñas escenas aquí y allá durante algún tiempo después de su muerte, y su última aparición se produjo en Avengers: Endgame en 2019.
Pero hoy en día, una pequeña cosa como la muerte no es suficiente para impedir un cameo. Marvel Studios firmó un acuerdo de 20 años para usar la imagen de Lee después de su muerte, lo que potencialmente permite a Lee —ya sea a través de CGI (imágenes generadas por computadora) o actores que se parezcan a él— seguir teniendo un papel protagonista en el Universo Cinematográfico de Marvel en las próximas décadas.
Aunque Marvel Studios hasta el momento ha preferido usar referencias indirectas de Stan Lee, como retratos, el escritor todavía podría disfrutar de una vida cinematográfica después de su muerte. Tampoco sería el primero en hacerlo. El rostro del actor Peter Cushing, fallecido en 1994, se recreó mediante CGI para que su personaje de Grand Moff Tarkin apareciera en Rogue One: Una historia de Star Wars, de 2016.
Por el momento, tanto las reproducciones cinematográficas de estrellas de cine ya fallecidas son toscas. El mayor argumento en contra del uso de estas tecnologías en este momento es que no son muy buenas. Obviamente, ese no es Cushing en la película.
Parece, por decirlo suavemente, poco probable que la tecnología del duelo llegue a ser lo suficientemente buena como para sustituir a las pérdidas reales. ¿Pero en la pantalla? Eso parece bastante más factible. Algún día, Cushing podrá volver a interpretar al general Grand Moff, sin que el público quede desconcertado por el CGI poco convincente.
Esto, a su vez, plantea sus propias interrogantes. Peter Cushing, por supuesto, murió mucho antes de que se pensara en nada de esto: sus herederos dieron permiso para que se utilizara su imagen.
Algunos actores seguramente van a pensar que sus familias merecen utilizar y beneficiarse de su talento interpretativo después de su muerte; otros pueden creer que, en una industria muy competitiva, lo último que necesitan los actores vivos es tener que competir junto con los muertos en las audiciones por el trabajo.
Aparecer en las películas mucho después de haber muerto está lejos de ser lo peor que le podemos hacer a las celebridades fallecidas: es preferible, a ser bautizado póstumamente por la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, como supuestamente les ocurrió a Humphrey Bogart y Marilyn Monroe.
Pero me pregunto si no deberíamos partir del supuesto de que, al igual que la mayoría de nosotros elegimos jubilarnos en vida, preferiríamos no ser convocados a un más allá digital en el que siempre estemos disponibles en cines o salas de juntas, por muy eficaz que pueda llegar a ser algún día la tecnología CGI. Tal vez, además del derecho a no ser resucitados, deberíamos poder insistir en el derecho a permanecer enterrados: tanto metafórica como literalmente.
SGS