Stephen Colbert seguía una orgullosa tradición entre los comediantes nocturnos estadunidenses cuando, en un reciente monólogo, comenzó a burlarse de la corporación que le paga el sueldo: un acto típico con el que los cómicos demuestran su desprecio por las presiones del Consejo Directivo.
Paramount, propietaria de la cadena CBS, acababa de pagar 16 millones de dólares (mdd) al presidente Donald Trump para resolver una demanda por difamación contra su programa de noticias 60 Minutes; con ello, despejaba el camino para su largamente postergada venta de 8 mil mdd a Skydance. Colbert no se mostró impresionado.
“Creo que este tipo de acuerdo financiero complicado con un funcionario público en funciones tiene un nombre técnico en los círculos legales”, dijo Colbert desde el escenario del Teatro Ed Sullivan en Nueva York. “Se llama ‘soborno gordo y descarado’”.
Con su característico tono de falsa seriedad, acompañado de pasos de baile ridículos, el chiste captó a la perfección la sensación de que gran parte de la industria mediática estadunidense se ha vuelto sumisa en los primeros meses del segundo mandato de Trump. Esa impresión se reforzó días después, cuando Colbert volvió al escenario, esta vez para bromear sobre la cancelación de The Late Show with Stephen Colbert, que ha conducido durante los últimos diez años.
En un comunicado, Paramount afirmó que la decisión de terminar el programa en mayo de 2026 fue “puramente financiera” (a pesar de que la serie lidera el horario estelar, se reporta que genera pérdidas). Sin embargo, no es ningún secreto que Trump, un televidente empedernido, detesta al presentador, a quien una vez calificó de “Stephen Colbert, sin talento”.
“Me encanta que hayan despedido a Colbert”, escribió Trump en redes sociales, seis días antes de que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) aprobara la venta de Paramount a Skydance.
Comediantes como David Letterman y Jon Stewart salieron en su defensa. “Si estás tratando de entender por qué termina el programa de Stephen, no creo que la respuesta esté en algún correo comprometedor o una llamada directa de Trump a los ejecutivos de CBS”, dijo Stewart. “Creo que la respuesta está en el miedo y la autocensura preventiva que paraliza a todas las instituciones estadunidenses en este momento”.
Ahora que la operación Paramount-Skydance ha recibido luz verde, comienza a quedar claro por qué Trump invirtió tanto esfuerzo en ella. La FCC, liderada por Brendan Carr, nombrado por Trump, aseguró que Skydance se ha comprometido a “erradicar el sesgo que ha minado la confianza en los medios nacionales” y eliminar los programas de diversidad, equidad e inclusión que calificó como “perniciosos”.
Carr fue aún más lejos en redes sociales: “El ritual de llanto y rechinar de dientes de la izquierda por Colbert es bastante revelador”, escribió. “Actúan como si estuvieran perdiendo a un portavoz leal del Partido Demócrata…”.
Al menos sobre el papel, Colbert no encaja del todo en el molde de “izquierdista partidista”. Se crió en Carolina del Sur, en una familia católica, el menor de once hermanos. Su padre, James Colbert, fue inmunólogo y vicepresidente de la Universidad Médica de Carolina del Sur en Charleston.
Cuando tenía diez años, su padre y dos de sus hermanos murieron en un accidente aéreo. Tras la tragedia, fue el único hijo que quedó en casa con su madre, consumida por el dolor.
“La casa se volvió muy silenciosa, muy oscura”, recordó. “Definitivamente veía el mundo de forma diferente a los demás niños”.
Se refugió en la ciencia ficción y la fantasía –leyó El Señor de los Anillos múltiples veces– y descubrió a los grandes comediantes de los años 70: George Carlin, Bill Cosby y Steve Martin, entre otros. “La comedia fue mi salvación en la infancia”, dijo a Rolling Stone.
Colbert comenzó su carrera en la improvisación con la compañía Second City de Chicago, donde conoció a Amy Sedaris, con quien creó la serie de culto Strangers with Candy.
En 1997, con 33 años, se unió al noticiero satírico The Daily Show de Comedy Central, donde desarrolló un personaje de comentarista conservador que él mismo describía como “un idiota bien intencionado, mal informado y con mucha autoestima”. Esto dio lugar a un spin-off, The Colbert Report, que duró 10 años. Su premisa, explicó, era: “¿Por qué yo, Stephen Colbert —hombre blanco, heterosexual, cristiano, estadunidense— soy una figura hegemónica?... ¿Por qué en la ortodoxia estadunidense me corresponde definir qué es real?”.
En su primera temporada acuñó el término truthiness (verdad aparente o intuitiva), una palabra de la era Bush para describir aquello que “suena verdadero” aunque no lo sea, y que fue elegida como palabra del año en 2005 por la Sociedad Dialectal de Estados Unidos.
ÉL DICE“La comedia fue mi salvación
En la infancia”.
A pesar del éxito, Colbert temía que su personaje absurdo comenzara a afectarle psicológicamente. En 2015 asumió el relevo de Letterman en el Late Show, y enfrentó el reto de abandonar su personaje y presentarse al público como él mismo. Así emergió el Colbert real: un hombre de familia, creyente y reservado. “Soy un hombre normativo de mediados de siglo”, dijo a Rolling Stone.
También es demócrata registrado. En su primer año como anfitrión animó públicamente a Joe Biden a postularse a la presidencia. Ha llamado a Trump “hereje de la realidad”.
Probablemente Colbert siga bromeando a costa de la cadena hasta su salida definitiva. Después de eso, podría optar por mudarse al mundo del podcasting o el streaming para seguir difundiendo sus ideas, dice Marty Kaplan, profesor en la Escuela de Comunicación y Periodismo Annenberg de la USC.
Es poco probable que la cadena busque un reemplazo cómico. Según Kaplan: “Está claro que lo que los nuevos dueños quieren que sea CBS no tiene nada que ver con lo que hace grande a la comedia brillante”.
GSC