El sector del automóvil de EU vivió un renacimiento este año gracias a las huelgas con las que el sindicato United Auto Workers (UAW) paralizó General Motors, Ford y Stellantis y consiguió fuertes aumentos salariales para sus trabajadores.
La gran victoria de UAW y su líder, Shawn Fain, ante los tres grandes de Detroit, como se conoce a GM, Ford y Stellantis, devuelve gran parte del poder adquisitivo y derechos que los trabajadores de estas empresas perdieron durante décadas.
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Pero los trabajadores también recuperaron la confianza en un sindicato que en los últimos años había sido minado por la corrupción de sus líderes y las concesiones a las empresas, lo que provocó que miles de empleados no sindicados de otros fabricantes quieran unirse a la organización sindical.
La victoria es tan importante que por primera vez en su historia UAW tiene posibilidades reales de sindicar a los trabajadores de los fabricantes de automóviles extranjeros que producen en Estados Unidos: Toyota, Volkswagen, Honda, Nissan, BMW, Mercedes-Benz, Hyundai y Kia, entre otros.
UAW, creada en 1935, apostó fuerte cuando el 15 de septiembre de 2023 declaró la huelga en tres plantas de montaje de GM, Ford y Stellantis.
Ese día expiraba el convenio colectivo firmado cuatro años antes por UAW con los tres grandes. Y aunque sindicato y empresas llevaban meses negociando nuevos acuerdos, no se había conseguido ningún avance.
Fain tomó una arriesgada decisión que el sindicato nunca había adoptado antes: una estrategia de máximo caos posible que paralizara a la vez las plantas de los tres fabricantes.
Además, progresivamente los paros se extenderían a más centros, lo que aumentó la incertidumbre entre los equipos directivos de los Tres Grandes de Detroit.
El 15 de septiembre, los trabajadores de tres plantas de montaje, una por cada uno de los fabricantes, abandonaron sus puestos. El 22 de septiembre UAW aumentó la apuesta y amplió la huelga a 38 centros de trabajo en 20 estados del país.
En otro golpe de efecto sin precedentes, Fain consiguió que el 26 de septiembre, por primera vez en la historia, un presidente en activo se uniese a los piquetes informativos de UAW al colocar al demócrata Joe Biden en las puertas de una de las plantas en huelga.
El 29 de septiembre, UAW hacía una nueva ampliación de la huelga a otras dos plantas de Ford y GM, mientras daba un respiro a Stellantis en recompensa por los avances en las negociaciones.
Fain seguía moviendo las piezas del tablero y acorralando paso a paso a los tres grandes de Detroit.
Cuando se cumplió el primer mes de huelga, el líder sindical advirtió a los directivos de las compañías que las cosas se iban a poner más duras. Para entonces, las empresas, que tenían que soportar centenares de millones de dólares en pérdidas por cada semana de paro, estaban con el agua al cuello.
El presidente de Ford, Bill Ford, solicitó el 16 de octubre el fin de la huelga porque, dijo, amenazaba el futuro de la compañía que fundó su bisabuelo, Henry Ford, y de todo el sector.
Pero UAW no cedió y el 24 de octubre amplió la huelga a una planta de montaje clave para GM, la de Arlington, en Texas, una auténtica máquina de hacer dinero.
Ford vio claro lo que se avecinaba y dos días después llegó a un pacto con el sindicato que satisfacía todas sus demandas importantes: subidas salariales de 25 por ciento en cuatro años, compensación del aumento del coste de la vida durante la duración del convenio colectivo y la inclusión en el sindicato de los trabajadores de las futuras plantas de baterías.
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Tras el de Ford llegaron los acuerdos con Stellantis y GM en los mismos términos. Después de seis semanas de huelga, el 30 de octubre, UAW declaró una victoria que el propio presidente estadounidense, Joe Biden, calificó de "histórica".
Ahora, con la paz asegurada durante cuatro años, Fain ya ha señalado su próximo objetivo y, con la fuerza de un movimiento sindical revitalizado, apunta a otros fabricantes extranjeros, como Toyota, VW, Tesla, Honda, Hyundai, Kia
GSMM