Lidier Rodríguez y Sandra Escalona están agotados. En la madrugada, su departamento en Clearwater, en el oeste de Florida, empezó a inundarse durante el paso del huracán Milton, y ellos tuvieron que salir corriendo arriba de unas escaleras para sobrevivir.
Horas después, esta pareja observa cómo los servicios de emergencia que los rescataron por la mañana ayudan a otros vecinos a abandonar su residencia, un complejo de edificios de dos plantas.
El lugar, situado en una calle baja cerca de la bahía de Tampa, aún sigue inundado, los bomberos y policías movilizados van de un lado a otro con barcas para transportar a la gente hasta la tierra firme.
"Todo se echó a perder, pero por lo menos estamos vivos. Eso es lo único que nos queda", dice Rodríguez, un cubano de 54 años que lleva dos décadas viviendo en Florida, en el sureste de Estados Unidos.
Fuera de la residencia, decenas de habitantes abandonan sus hogares aturdidos, sin saber muy bien qué hacer. Cargan en unas bolsas las escasas pertenencias que pudieron salvar.
Muchos llevan a sus mascotas en brazos, perros y gatos, o en cochecitos.
Nadie esperaba semejante inundación en un barrio que no formaba parte de la zona de evacuación obligatoria y que no sufrió ningún daño durante el huracán Helene, hace dos semanas.
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"No sabemos adonde ir"
Cuando Sandra Escalona vio dos dedos de agua en el suelo de su apartamento, en la primera planta, pensó que algún vecino había dejado un grifo abierto. Pero pronto entendió que el problema era más grave.
"Todo fue muy rápido. El agua entró de golpe. Venía muy fuerte, con mucha corriente. Corrimos a coger unos papeles, el perro y salimos por la puerta. Luego pasamos la noche frente a la puerta del vecino de arriba", recordó.
Ahora su marido y ella se preguntan qué va a ser de sus vidas.
"No es fácil sentir que uno tiene todo y, de repente, verse sin nada, no sabemos adonde ir. Llevamos casi 20 años en este país y no tenemos familia: somos ella, yo y el perro", expresó su marido mientras señalaba a Tito, su chihuahua.
Alivio después del miedo
Pese a la fuerza de Milton, un huracán de categoría 3 sobre 5, el resto de la costa oeste de Florida sufrió menos daños de lo previsto. De hecho, la mayor parte de las diez muertes registradas en el estado, tuvieron lugar en el litoral este, por culpa de tornados que acompañaron la tormenta.
En Sarasota, unos 100 km al sur de Clearwater y muy cerca de donde Milton tocó tierra, las calles regresan a la normalidad poco a poco.
Los servicios de emergencia despejaron la mayoría de las carreteras desde antes del amanecer, aunque aquí y allá se ven árboles quebrados, carteles caídos y cristales rotos.
Cerca del puerto deportivo, decenas de vecinos caminan, móvil en mano, para sacar fotos y vídeos de los rastros del huracán. Por ejemplo de una lancha rápida, todavía amarrada a su atracadero, que se estrelló contra la caseta de una empresa de alquiler de barcos por el empuje del viento.
La mayoría de los entrevistados en la zona se sienten aliviados tras comprobar que su ciudad sigue en pie.
"Creo que podría haber sido mucho peor", dice Donna Pickup, una jubilada que salió a pasear por la mañana.
La sensación de haber evitado una catástrofe con Milton es compartida unos 110 km al sureste de Sarasota, en Punta Gorda.
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KL