SpaceX, la compañía espacial privada del millonario Elon Musk, lanzó con éxito el martes pasado su cohete Falcon Heavy desde el Centro Espacial Kennedy de Florida. Se fabricó a partir de tres propulsores atados del vehículo de lanzamiento Falcon 9 y se convirtió en el cohete más grande en llegar al espacio desde el último lanzamiento del monstruo Saturno V de la NASA en 1973.
Ya sea un éxito o un fracaso, “será algo espectacular”, dijo previamente Greg Autry, profesor asistente de la Universidad del Sur de California y ex enlace de la Casa Blanca en la NASA. El lanzamiento generó más interés público que cualquier otra cosa desde los primeros días del programa del transbordador espacial, destacó.
También marcará el comienzo de una nueva era de cohetes gigantes. Blue Origin, la compañía espacial de Jeff Bezos, el fundador de Amazon, tiene la intención de lanzar al espacio su cohete New Glenn en 2020, casi al mismo tiempo que el aún más grande Space Launch System (SLS) de la NASA, que desarrolló Boeing, y que está programado para despegar de la plataforma de lanzamiento.
Una pregunta abierta es si todos estos grandes cohetes serán necesarios. El nuevo cohete de Musk —como muchos de los grandes sueños del jefe de Tesla— llegó años después, y las cosas cambiaron desde los años que transcurrieron hasta su concepción.
El caballo de batalla de SpaceX, el Falcon 9, se volvió más poderoso, por lo que es capaz de levantar satélites más grandes a órbitas más altas. Mientras tanto, el mayor mercado nuevo en el espacio implica colocar constelaciones de pequeños satélites en la órbita terrestre baja. Ese mercado requiere de un tipo totalmente diferente de cohete pequeño y de bajo costo: el primero de ellos, de la startup Rocket Lab, puso en órbita su cargamento el mes pasado.
Musk también comenzó a ver más allá del Falcon Heavy y sus 27 motores, en su búsqueda definitiva de llegar a Marte. El lanzamiento que se planeó para la semana pasada se diseñó para colocar su cargamento —en un verdadero estilo de espectáculo de Musk, su propio Tesla Roadster color rojo cereza— en una órbita elíptica alrededor del Sol, lo que le permite pasar cerca del planeta rojo. Pero se requerirá de un cohete mucho más poderoso para que eventualmente una nave espacial pueda llegar a la superficie en el mismo Marte. Para eso, Musk ahora trabaja en un nuevo cohete, conocido como Big Falcon Rocket, o BFR.
A pesar de las preguntas, los defensores señalan que el Falcon Heavy cuenta con tres lanzamientos comerciales reservados, y la demanda de colocar en el espacio cargas más pesadas solamente va a aumentar. La administración de Donald Trump le dio instrucciones a la NASA para que se centre en el regreso a la Luna —algo dentro del alcance del nuevo cohete— y la demanda futura podría ser respaldada por todo, desde poner estaciones espaciales comerciales en órbita hasta el lanzamiento de misiones científicas.
Al ser el primer competidor en este nuevo mercado de lanzamiento pesado, el cohete de SpaceX tiene algunas desventajas. Los límites en el tamaño de uno que se puede transportar desde su fábrica en Hawthorne, cerca de Los Ángeles, obligaron al diseño de los tres propulsores, dice Autry, lo que lleva a mayores costos, más complejidad y retrasos.
El New Glenn de Bezos “es un competidor muy fuerte, probablemente superior al Falcon Heavy”, dice Autry. Por otro lado, si SpaceX logra tener un primer lanzamiento exitoso, tendrá una gran ventaja: “Estar disponible en este momento es muy importante”.
Mientras los dos empresarios tecnológicos se apresuran para demostrar que existe un mercado para un cohete comercial pesado, se enfrentan a un enorme competidor con SLS. Con financiamiento de la NASA, es extraordinariamente caro, aproximadamente 10 veces el costo del Falcon Heavy, de acuerdo con una estimación. Pero, como todos los proyectos gigantes de ese tipo, cuenta con un gran apoyo político: el beneficio de los contratos de la NASA se extiende a muchas ciudades y estados, y Alabama, estado natal del fiscal general Jeff Sessions, se ubica entre los primeros.
Sin embargo, la aparición de una alternativa comercial fuerte inevitablemente plantea dudas. Al utilizar SpaceX para reabastecer la Estación Espacial Internacional, la NASA ayudó a crear un nuevo modelo de desarrollo espacial comercial sin un financiamiento directo. Su respaldo para este enfoque al final podría llevar a la NASA a reconsiderar la sensatez del SLS que está muy retrasado. “Pasarían varios años antes de que se aborde en público, pero en privado ya se habla de eso”, dice Laura Forczyk, consultora espacial de Astralytical.
Sin embargo, como Musk encontró con el Falcon Heavy, la demanda podría ser muy diferente cuando todos estos cohetes se encuentren en operación. Los optimistas del espacio predicen que una nueva era de oro espacial pública y privada dejará espacio para los modelos de exploración y explotación espacial tanto del gobierno como comerciales.
“No creo que sea una cosa o la otra”, dice Mason Peck, profesor asociado de la Universidad de Cornell y ex jefe de tecnología de la NASA. “En unos años habrá un conjunto de opciones sin precedentes para el lanzamiento pesado. Eso cambiará el mundo: para la ciencia, la exploración y el uso comercial del espacio”.
Hito
El cohete del también dueño de Tesla Motors se convirtió en el más grande en llegar al espacio desde el Saturno V en 1973.
Compite
La compañía Blue Origin, de Jeff Bezos, espera lanzar su cohete bautizado como New Glenn en 2020.
Reto
El presidente de EU, Donald Trump, le encomendó a la NASA la misión de volver a pisar la Luna. .