Como pieza de propaganda, la develación de la estatua de bronce de José Martí que evoca al mayor héroe de la independencia de Cuba en el momento de su muerte fue un fracaso. Pero como una triste escena del último acto del régimen de 60 años de los hermanos Castro, el evento oficial, que se realizó frente al Museo de la Revolución de La Habana en enero pasado, dijo mucho.
Cuba consideró la estatua como un asunto de Estado. Requirió de cuatro años de planeación meticulosa, y 2.5 millones de dólares (mdd) de donaciones privadas estadounidenses, para hacer la réplica de 17 toneladas de la escultura, y enviarla desde Nueva York, donde originalmente está desde hace más de 60 años en Central Park.
Raúl Castro, presidente de Cuba, incluso se desvió de su camino durante una visita en 2015 a la ONU para agradecer personalmente al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, por la ayuda.
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Para La Habana, la estatua era el símbolo de un acercamiento y la esperanza de un cambio. Cuando el proyecto inició, Cuba estuvo inundada por visitas de dignatarios, desde el Papa hasta los Rolling Stones, Karl Lagerfeld y, el entonces presidente de Estados Unidos (EU), Barack Obama.
Fidelito, el hijo mayor de Fidel Castro, incluso se tomó una selfie con Paris Hilton, cuando visitó Cuba en un viaje de celebridades. Una serie de inversionistas extranjeros también recorrieron la Habana para explorar oportunidades, favoreciendo la sensación de optimismo que había en el aire.
[OBJECT]Sin embargo, igual de importante para el liderazgo cubano, el monumento era una expresión del propósito revolucionario que se extendió desde la muerte de Martí, hace 123 años, hasta nuestros días. Ese sentido de continuidad es particularmente importante para el Partido Comunista de Cuba, ya que este año se enfrenta a un momento delicado e, incluso, tal vez especialmente vulnerable.
El 18 de abril, Castro, de 86 años, dejará el cargo como presidente y probablemente lo sustituya Miguel Díaz-Canel, de 57 años, el vicepresidente. Si bien el puesto ejecutivo es en gran medida simbólico, y se espera que Castro se mantenga como la cabeza del partido y el ejército, será la primera vez desde 1976 que uno de los hermanos Castro no ocupe el cargo. Sumándose a la sensación de incertidumbre está la necesidad de llevar a cabo una reforma drástica de la economía estilo soviético de Cuba, aun cuando esas medidas de liberalización erosionen el control que tiene el Partido Comunista en el poder.
Pero muchas cosas empeoraron cuando Castro se reunió con los funcionarios del partido para presenciar la inauguración de la estatua el 28 de enero, cuatro años después de que comenzó el proyecto.
Ahora, en lugar de transmitir la continuidad, el monumento parece destacar los múltiples desafíos y carencias de Cuba. Incluso la inscripción a la vida de Martí cincelada en la base de mármol negro contenía errores ortográficos indelebles. La palabra en español para ciudad se escribió mal como “cuidad”, mientras que la palabra “nacío”, supuestamente “nació”, no existe.
En los últimos siete meses, el presidente Donald Trump dio marcha atrás a la distensión que inició Obama. El personal en la embajada de EU se redujo a niveles no vistos desde 1977.
A pesar de las reformas que inició Castro hace 10 años, cuando asumió la presidencia, algo que condujo a la creación de 580,000 negocios propios de autoempleados, la economía es un tercio más pequeña que en 1985, según un estudio que encabezó Pavel Vidal, economista cubano que enseña en la Universidad Javeriana en Colombia.
Nadie espera un cambio abrupto cuando Castro y otros miembros mayores de la llamada generación histórica, que dirigió la revolución de 1959, se hagan a un lado. La indolencia y la inercia de las estructuras institucionales de Cuba se ocupan de eso.
El nuevo sucesor
La primera pregunta que hay que hacer para cualquier transición es: ¿quién es el sucesor? Se asume que Díaz-Canel es el próximo presidente, aunque públicamente preparado para el puesto, la Asamblea Nacional confirmará el nombramiento el 18 de abril, cuando se ratifique al próximo vicepresidente y otros altos puestos.
[OBJECT]Tampoco es un reformador. El corpulento hombre de 57 años usa un iPad y prometió que el gobierno de Cuba será “más receptivo” a las preocupaciones del pueblo. Pero el exlíder juvenil comunista de provincia no es un moderado. El año pasado, un video filtrado lo mostró en una reunión de alto nivel del Partido Comunista arremetiendo contra los medios disidentes, medios independientes, las embajadas extranjeras y otros “subversivos”.
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Además de limitar cualquier iniciativa de reforma, la necesidad de Díaz-Canel será solidificar su posición dentro de los principales centros de poder de Cuba: el Partido Comunista, el ejército y la familia Castro.
“Las fuerzas armadas, que incluyen el ministerio del interior, es donde radica el verdadero poder”, dice Frank Mora, exsubsecretario de defensa adjunto de EU y ahora profesor de asuntos internacionales en la Universidad Internacional de Florida.
También es la institución donde Castro, un general de cuatro estrellas, tiene los vínculos más fuertes. Su hijo Alejandro es un experto en contrainteligencia en el Ministerio del Interior, mientras que su exyerno, el general Luis Alberto Rodríguez, dirige GAESA, el holding de propiedad militar que controla gran parte del sector turístico de Cuba. “Espero que el resto de la vida de Raúl funcione como ocurrió con Deng Xiaoping en China: con un poder formal decreciente pero con un inmenso poder informal, al menos hasta que muera”, dice Mora.
La economía, el mayor desafío
La resistencia del partido, la planeación central y la aplicación poco entusiasta mitigaron incluso las limitadas reformas que lanzó Castro. Los malos resultados económicos a su vez obligaron recortes en educación y servicios sociales, que según las cifras oficiales se redujeron 8% desde 2008. Aunque las llegadas de turistas se duplicaron en 10 años, las importaciones cayeron de 15,000 mdd en 2013 a 10,000 mdd en 2016, lo que llevó a una escasez cada vez mayor.
La tarea más importante es reformar el sector estatal, donde las empresas que manejan pérdidas absorben una quinta parte del presupuesto en forma de subsidios. La unificación monetaria, que planteó Castro durante mucho tiempo, ayudaría a obligar a que se dé ese proceso.
La solución en cualquier otro lugar sería expandir el sector privado. Esto ya absorbió más de la mitad del millón de empleos estatales que redujo Castro desde 2008. También podría absorber más y proporcionar ingresos fiscales que necesita tanto el Estado. Pero el sector privado de Cuba solo es tolerado por las autoridades y su crecimiento pondría aún más en peligro su control: un dilema permanente para el régimen, que reconoce la necesidad de un cambio, pero a la vez le teme.
Cuba está sola. Casi por primera vez en su historia —como colonia de España, una supuesta sátrapa de EU y satélite soviético— y más recientemente como receptora de ayuda venezolana, carece de un patrón económico.
Los migrantes continúan brindando un extraño salvavidas, con el envío de más de 3,000 mdd al año a sus familiares en la isla. Pero en otros lugares, La Habana ya casi agotó sus líneas de crédito con China, mientras que sus aliados como Rusia carecen de los medios económicos para intervenir completamente.
Mientras tanto, el carisma de su revolución se desvaneció y destiñó como la pintura en tantas paredes derruidas de La Habana. “Simplemente Cuba ya no es importante”, dice Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México. “Ya a nadie le importa, excepto a los cubanos”.
Hay algunos puntos positivos, particularmente en la expansión de internet. Esto ayudó a algunas startups, como Clandestina, una tienda en línea que vende servicios gráficos a su empresa hermana estadounidense, que más tarde imprime los diseños en camisetas y los distribuye el mundo. “Podemos hacerlo porque soy ciudadana española”, dice la cofundadora Leire Fernández. Pocos otros pueden.
Cuatro días después de la inauguración de la estatua de Martí, y tres años después de su infame selfie, el hijo mayor de Fidel Castro se suicidó. Aunque seguramente solo fue una coincidencia, muchos lo tomaron como una señal de los tiempos. Como señaló el periódico estatal Granma en su escueta cobertura, Fidelito sufría de depresión aguda.