Este año, Verizon, el grupo estadounidense de telecomunicaciones, se embarcó en un experimento de 1,000 millones de dólares (mdd). En febrero se convirtió en la primera empresa en Estados Unidos (EU) en emitir un bono verde que recauda fondos para negocios sustentables. Podrías pensar que este ejercicio incurriría en algún costo para los administradores de Verizon, al tener en cuenta que las finanzas verdes han sido tradicionalmente un esfuerzo engorroso.
Este cambio hacia la gestión de riesgos desalienta a algunos puristas de los temas de sustentabilidad, ya que le permite a los cínicos quejarse de que el mercado es una mera señalización de la virtud.
No fue así. Los 1,000 mdd de bonos verdes de Verizon atrajeron una demanda tan frenética entre los inversionistas que fue ocho veces más suscrita, lo que la convierte en el valor más popular que la empresa de telecomunicaciones ha vendido. De hecho, los costos de financiamiento fueron ligeramente “más baratos que los de un bono café”, menciona Jonathan Fine, de Goldman Sachs. Eso es notable.
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¿Solo fue un accidente afortunado? Tal vez. Verizon se benefició de ser uno de los primeros emisores corporativos de este tipo. Sin embargo, el resto del mercado está tomando nota de su atractiva fijación de precios. “Esperamos ver a más emisores aprovechando el mercado de bonos verdes”, predice Andrew Karp, de Bank of America Merrill Lynch.
Esto ilustra un punto más importante: 2019 será el año en que las consideraciones ambientales, sociales y de gobierno salen de un nicho especializado hacia la corriente principal. Los financieros y los directores ejecutivos se dan cuenta de que a veces puede ser más costoso seguir ignorando los temas sobre sustentabilidad.
Hay varios factores que impulsan esto. Uno es que los sistemas de contabilidad y auditoría están mejorando en estos temas. Este progreso no debe ser exagerado: todavía hay estándares ambientales, sociales y de gobierno que compiten entre sí, por lo que incluso es difícil medir el tamaño del sector. La Alianza para la Inversión Global Sustentable, por ejemplo, estima que los activos de temas sobre medio ambiente, sociales y de gobierno ahora suman un total de 31,000 mdd, pero JPMorgan cree que las verdaderas inversiones en este segmento solo tienen un valor de 3,000 mdd.
Esa niebla de datos crea una oportunidad empresarial que los grupos legales tratan de llenar. Y a medida que mejoran los sistemas de auditoría, esto convence a más inversionistas y emisores tradicionales para que se involucren. También hace que sea más fácil para los agentes externos darle seguimiento a las empresas que cumplen con estos estándares sustentables.
Lo anterior fomenta un segundo cambio: el escrutinio de las empresas empieza a llegar a un nivel en el que los ejecutivos de negocios y finanzas temen que sea más riesgoso ignorar los problemas de esta índole, que aceptarlos.
Esto importa. Cuando el movimiento sobre sustentabilidad surgió por primera vez el siglo pasado, fue impulsado principalmente por una pequeña minoría de inversionistas que querían promover un cambio social y ambiental positivo. Los fondos de pensiones suecos son un buen ejemplo de ello.
Estos “bienhechores” proactivos siguen siendo influyentes, sobre todo porque los millennials adoptan cada vez más la idea de la inversión de impacto. Pero lo que realmente impulsa el crecimiento del sector ahora, es un grupo más grande de ejecutivos y financieros que quieren evitar daños, ya sea para su propia reputación o para el mundo en general.
Los temas de sustentabilidad, en otras palabras, ya no son solo una causa de campaña; también son una herramienta de gestión de riesgos. Esto se debe, en parte, a que el movimiento #MeToo del año pasado, demostró el poder de los estallidos inesperados de protestas en las redes sociales.
Sin embargo, un tercer factor es que los riesgos políticos y regulatorios en torno a los problemas que abordan estos temas están creciendo. Tres docenas de bancos centrales declararon recientemente que considerarán los factores ambientales al regular a las instituciones financieras. En el mejor de los casos, esto obliga a los Consejos de Administración y los Comités de Inversión de las empresas a contemplar un futuro de reglas cada vez más onerosas vinculadas a los temas de sustentabilidad.
Pero también podría, en el peor de los casos, reducir el valor de activos corporativos y carteras de inversionistas si están vinculados, por ejemplo, a las emisiones de carbono. “Hemos visto un aumento dramático de los clientes en su solicitud de propuestas para resolver de los problemas ambientales, sociales y de gobierno”, menciona Scott Mather, director de inversiones de estrategias principales de Pimco en EU.
Este cambio hacia la gestión de riesgos desalienta a algunos puristas de los temas de sustentabilidad, ya que le permite a los cínicos quejarse de que el mercado es una mera señalización de la virtud.
Pero la historia muestra que las revoluciones ocurren cuando la mayoría de la sociedad siente que los riesgos de quedarse al margen se han vuelto más grandes que los riesgos y los costos de participar. La sustentabilidad tal vez ya alcanzó ese punto de inflexión.
Si es así, los reformadores ambientales todavía pueden tener algún motivo para vitorear. Y los inversores tienen que contemplar una segunda lección de la historia: cuando ocurren las revoluciones, los valores también cambian inesperadamente, creando ganadores y perdedores involuntarios. Este año Verizon ha sido un beneficiario sorpresa, pero otros no tendrán la misma suerte. Los ejecutivos ignoran eso bajo su propio riesgo.