Nacionalizar la banca, decisión política sin medir consecuencias: Silva-Herzog

"Fui acusado de desleal", afirma el ex secretario de Hacienda que estuvo en la nacionalización de la banca.

(Foto: Shutterstock)
Arturo Gómez Salgado
Ciudad de México /

Para Jesús Silva-Herzog Flores, secretario de Hacienda y Crédito Público en 1982, la nacionalización de la banca por decisión del presidente José López Portillo fue “altamente atractiva desde el punto de vista político, pero no se fijó en las consecuencias que pudiera traer”.

“El presidente López Portillo me había preguntado un par de meses atrás, y lo hizo en varias ocasiones más, mi opinión sobre la nacionalización de la banca y el control de cambios. Yo creo que por lo menos dos meses antes de la nacionalización se había estado trabajando la idea”, describió en la publicación La nacionalización bancaria, la historia contada por sus protagonistas, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

Cuenta que el 31 de agosto de 1982, después del aniversario del Banco Obrero, López Portillo se lo llevó a Los Pinos; “el Presidente sabiendo que yo no estaba de acuerdo con la decisión, me tomó del brazo y me llevó a su despacho. La junta había tenido lugar en la biblioteca. Me dijo: Estoy seguro de que usted quiere renunciar, en nombre de la República le pido que no lo haga y que me acompañe el resto de mi gobierno”.

“Le reiteré mi lealtad a pesar de los dictados inmediatos de mi conciencia. Los intereses superiores del país deben estar por encima de los personales”, expuso el ex funcionario, que falleció en 2017.

Sobre una lista de banqueros que estaban sacando los dólares de México, Silva-Herzog dijo que nunca vio la luz “porque hubiera sido una burla. ¿Y había sacadólares? Todos, y digo todos. Hasta las secretarias, en pequeñas cantidades, cambiaban su sueldo por dólares”.

Reiteró que las salidas importantes de capital las hicieron las tesorerías de las grandes empresas, “había colas en los bancos cambiando pesos por dólares. Esta parte no me preocupaba, pero cuando de repente llegaba General Electric y sacaba de golpe 50 millones de dólares, o Volkswagen, eso sí generaba impacto”.

A 40 años de la nacionalización de la banca

Jesús Silva Herzog Flores enfrentó la nacionalización de la banca de 1982 hasta su renuncia en 1986; salida que él pensó fue manejada de la peor manera: "acusándome de desleal, casi traidor”.

“El gobierno se ensañó conmigo de manera inusitada; nunca se había tratado una renuncia, despido o separación de manera tan brutal. Tal vez la gente alrededor del Presidente pensaba en la necesidad de hundirme para evitar que apareciera en las filas de la oposición o sepultar de plano cualquier aspiración presidencial”, relató en un libro con sus memorias llamado “A la Distancia: Recuerdos y Testimonios”.

El funcionario, quien tomó el cargo en 1982, le tocó enfrentar enseguida una economía que se desplomaba vertiginosamente con la caída de los precios del petróleo, crisis de la deuda externa e hiperinflación, la cual consideró una de las peores crisis en la historia de México y tuvo que anunciar a organismos internacionales que ya no tenían dinero para pagar en ese año.

En entrevistas televisivas, recuerda el anuncio de nacionalización de la banca (que hoy cumple 40 años del anuncio) a tres meses de terminar la administración de López Portillo, que después fue el periodo con la mayor salida de capitales más grande de la historia y el enfrentamiento con el sector bancario.

Después de lidiar con la crisis económica en gran parte de los años años 80, decide renunciar en 1986 al cargo de secretario de Hacienda; recordaba que en el Noticiero 24 Horas de Jacobo Zabludovsky, la oficina de prensa de la presidencia recomendó dar mayor espacio a su sucesor en el cargo, Gustavo Petricioli, pero no fue así, “se ensalzó mi trayectoria e incluso un comentarista de la noticia del día afirmó: se fue el mejor. Al día siguiente lo despidieron”.

Ese trato cordial de la televisora, Miguel de la Madrid en su libro biográfico, lo atribuyó al pago de favores recibidos de la Secretaría de Hacienda, imputación que Silva Herzog rechazó por calumniosa y falsa pues en todo caso cualquier “favor” a los medios de información era aprobado por el propio Presidente de la República.

“De cualquier manera, me parece, todo fue rudeza innecesaria y motivo de vergüenza para ellos. Fue a través de Bernardo Sepúlveda quien me visitó en Yautepec unos días después de mi renuncia, que le pedí trasmitiera al presidente mi exigencia de detener la campaña porque en caso de no hacerlo, me obligaría a salir a la calle a defenderme. Y tenía argumentos: las desviaciones en las metas establecidas, la falta de decisión del presidente de la República, las intrigas palaciegas, etcétera. Y la campaña se detuvo”.

En su en su libro, Silva Herzog hace alusión a un hecho anecdótico que ya anticipaba su remoción en el cargo. “La plana mayor de la Secretaría de Programación y Presupuesto, Banco de México, Contraloría y Hacienda" nos reunimos para analizar como tema central la tasa de interés:

“Yo me oponía a bajarla por decreto por sus consecuencias en la captación del ahorro, pero mi opinión no era compartida por todos e incluso alguno de los asistentes comentó que era posible que el presidente me ordenara hacerlo a lo que contesté con cierta altanería que si eso sucediera no estaba dispuesto a cumplir la orden. El secretario de Programación, Salinas de Gortari y de la Contraloría, Francisco Rojas, se miraron a los ojos y esbozaron una leve sonrisa; curiosamente este incidente lo menciona De la Madrid en su libro por lo que no cuesta imaginar de donde obtuvo la información”.

Previendo los hechos, Silva Herzog narra que desde finales de mayo de 1986 escribió su renuncia en un papel amarillo a rayas que resguardó en el saco de sus trajes dos semanas “porque un secretario de Hacienda para cumplir con su responsabilidad debe tener más de cien por ciento de confianza del jefe del Ejecutivo; si ese nivel de confianza baja y se piensa que no es posible recuperarlo, debe renunciar”.

“Y así lo hice. El martes 16 de junio muy temprano, solicité una entrevista urgente con el Presidente de la República; a las once de la mañana le hice entrega de la carta con mi renuncia irrevocable, sabía que ese mismo día el presidente me iba a despedir. Fue renuncia y despido en un mismo momento porque ya nos leíamos el pensamiento de tantos años de trabajar juntos como amigos y colaboradores”.

En sus memorias Silva Herzog reflexiona: “Efectivamente la noticia provocó cierta inquietud política porque la opinión pública me señalaba como el más probable sucesor del presidente y durante los primeros años de gobierno esa era la realidad. Mi salida despejó el camino a otros que con mayor astucia lo supieron aprovechar; en mi caso debo decir que durante mi responsabilidad como secretario de Estado nunca tomé o dejé de tomar una decisión por ambiciones personales, ni nunca nombró a funcionarios dentro de la Secretaría para congraciarse con el presidente en turno. Tal vez eso fue un error”.

Desde su renuncia como titular de la secretaría de Hacienda, Silva Herzog nunca más ocuparía un cargo que tuviera que ver con el sector. El presidente Salinas lo nombró embajador en España y posteriormente secretario de Turismo. En su régimen Zedillo lo designó embajador de México en Estados Unidos; en el año 2000 fue candidato del PRI a la jefatura de gobierno de Ciudad de México en que contendió con Andrés Manuel López Obrador y Santiago Creel. El Diamante Negro, como se le conocía, dedicó los últimos años de su vida a la docencia, falleció el 6 de marzo de 2017 a los 81 años.


MRA

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