Peter Thiel se ha caracterizado siempre por ser disruptivo y apostar para ganar. En el “juego de azar” más grande de la historia reciente de Estados Unidos, su elección presidencial, tiró a contracorriente y acertó.
En los muchos análisis que se han hecho de la victoria de Donald Trump queda claro que se impuso gracias a la mayoría blanca y la población resentida con el sistema a la que el Sueño americano dejó olvidada. Los estados más progresistas, en cambio, votaron por Hillary Clinton. Por eso no sorprende que, en general, los empresarios de Silicon Valley, el corazón tecnológico de EU en California, se decantaran por la demócrata.
Thiel, sin embargo, siempre estuvo del lado de Trump. De hecho, cuando el mundo tecnológico desdeñó la invitación a participar en la Convención Republicana, Thiel fue el único de entre 150 convocados del sector que acudió.
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Era julio y la campaña de Trump estaba en plena montaña rusa en las preferencia cuando Thiel se plantó ante los conservadores republicanos y acaparó reflectores. “No soy político, pero tampoco lo es Trump. Él es un constructor y es hora de reconstruir EU. Estoy orgulloso de ser gay. Estoy orgulloso de ser republicano. Pero por encima de todo, estoy orgulloso de ser estadunidense”, dijo y fue ovacionado.
La comunidad gay estadunidense, sin embargo, no le dio su espaldarazo, al considerar que apoyaba un programa de gobierno que iba en contra de los matrimonios igualitarios. “No puedo pretender estar de acuerdo con cada punto del programa de nuestro partido... pero es una distracción de nuestros problemas reales. ¿A quién le importa?”, soltó y siguió con lo suyo.
Su apoyo a Trump, claro, no fue solo discursivo. Consecuente con su costumbre de arriesgar sus recursos en proyectos que le entusiasman, y gracias a una fortuna que Forbes calcula en dos mil 700 millones de dólares, donó 1.25 millones a la campaña del candidato republicano. Ahora forma parte de su equipo de transición. De acuerdo con analistas estadunidenses, el cargo de Thiel aún no está defi nido, pero su papel será tender un puente con el influyente Silicon Valley, donde las declaraciones xenófobas y machistas del hoy presidente electo causaron mucho malestar.
Al igual que Trump, las raíces de Thiel no están en la política, sino en el mundo empresarial. Nacido en Fráncfort, Alemania, pero criado en Estados Unidos, se graduó en 1992 como abogado en Stanford, donde fundó una revista de corte liberal que sigue vigente. Ejerció poco tiempo antes de convertirse en operador de instrumentos derivados.
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En 1998 dio el paso que lo catapultaría a las grandes ligas, al fundar PayPal junto con socios como Elon Musk y Max Levchin. Tras un acelerado crecimiento, cuatro años después su empresa fue adquirida por eBay por mil 500 millones de dólares.
Con su olfato para hacer negocios, fue el primer inversionista profesional de Facebook, con un millón de dólares, con lo que adquirió 10 por ciento de la red social creada por Mark Zuckerberg. Hoy aun forma parte de su consejo de administración.
Con esas inversiones Th iel se ha posicionado como uno de los empresarios más exitosos e infl uyentes de Silicon Valley. En 2005 creo Founders Fund (Fondo de fundadores), firma de capital de riesgo que ha fi nanciado en etapas iniciales proyectos exitosos como Spotify y Airbnb, entre otros. El fondo inició con 50 millones de dólares y hoy administra más de 3 mil millones y apoya a más de 200 startups.
El millonario también ha realizado una fuerte labor altruista, con aportaciones para la investigación contra el envejecimiento y el estudio de la inteligencia Artificial. Mediático como es, ha refrendado su apoyo al trabajo periodístico libre. Ahora, desde el círculo
cercano del futuro presidente de EU, Thiel tendrá la oportunidad de ir más allá y apoyar las empresas y causas de manera concreta.