Por qué los capitalistas deben apoyar el impuesto a la riqueza

Con el paso del tiempo, gravar el patrimonio neto recompensará el éxito e impulsará el crecimiento del dinero menos concentrado, pues habrá fortunas más modestas

Bernie Sanders presentó junto con Elizabeth Warner una iniciativa de medidas impositivas para multimillonarios. AP
Martin Sandbu
Londres /

Eres un capitalista exitoso y te enorgulleces de volverte rico al invertir tu capital mejor que la mayoría. También tienes la suficiente inteligencia política como para ver hacia dónde sopla el viento: no necesariamente para tu ventaja. Así que estás de acuerdo en que algo tiene que cambiar para hacer que la economía funcione para todos o al menos para que los trinchetes sigan guardados. 

¿Qué cambio debes apoyar? Paradójicamente, tal vez quieras respaldar un impuesto sobre el patrimonio neto. 

Parece seguro que aumentará la carga fiscal sobre los propietarios capitalistas. La determinación de gastar más en servicios públicos e inversiones está en su punto más alto en décadas. Lo mismo pasa con la sensación de que cuando la riqueza de capital crece mucho más rápido que los ingresos (la relación de riqueza con el producto interno bruto (PIB) se duplicó desde la década de 1980), la contribución relativa al erario público debe seguir el ejemplo. 

Este clima político cambiante es la tendencia a la que los propietarios de capital se resistirán en vano. En su lugar, deben presionar por una forma de impuestos que sea lo mejor para ellos y para el capitalismo. Un impuesto al patrimonio neto progresivo es un gravamen anual al patrimonio neto de los contribuyentes (el total de sus activos menos sus deudas) que se pagan a una tasa creciente por encima de un monto libre. 

Solo un pequeño grupo de países los tienen, pero entre estos se encuentran algunas de las economías más exitosas del mundo. En Estados Unidos, un impuesto a la riqueza fue propuesto por Elizabeth Warner y Bernie Sanders, los dos candidatos con una inclinación más a la izquierda en las últimas elecciones presidenciales. Hasta el momento, la disposición de la administración Biden para aumentar los impuestos no revela que esté muy interesado en considerar un impuesto de ese tipo.

Todos los países ya tienen impuestos al patrimonio. Pocas veces los gravan sobre una base periódica. En su lugar, imponen gravámenes sobre los activos cuando se intercambian de una forma a otra, como el impuesto a las ganancias de capital sobre la realización y el impuesto de timbre sobre las transacciones o cuando se transfieren de una persona a otra, como con una herencia y donaciones. Además, todos los países aplican impuestos recurrentes sobre el patrimonio en forma de bienes raíces. 

Esto hace que el capitalismo funcione peor. Gravar la riqueza durante transacciones recompensa el acaparamiento y no el despliegue o la reasignación de capital. También desalienta que se legue la riqueza cuando pueden hacer el mejor uso de ella.

Los incentivos creados por los impuestos sobre el patrimonio existentes no solo son ineficientes, algunos son perversos. En efecto, los impuestos sobre sucesiones y donaciones imponen una carga más ligera sobre los activos de quienes viven más o acumulan más su riqueza que sobre quienes mueren antes o que la legan más rápido. Los impuestos sobre la propiedad gravan la riqueza bruta del capital, por lo que alguien con una hipoteca de 90 por ciento paga lo mismo que alguien que posee la misma propiedad y es diez veces más rico.

El impuesto sobre ganancias de capital penaliza a quienes toman las mejores decisiones de inversión al gravar solo el crecimiento incremental de la riqueza y deducir las pérdidas. También ignora que la capacidad de pagar impuestos depende de la posesión total de una persona en lugar de la cantidad en la que aumenta. O sea, redistribuye de los millonarios que invierten bien a los multimillonarios que invierten mal. Un impuesto sobre el patrimonio neto hará lo contrario.

Un impuesto sobre el patrimonio neto se compara con los impuestos sobre los flujos de ingresos del capital. Tienen en común que cuanto mayor sea tu utilidad al invertir una cantidad de capital, más se paga en impuestos.

Con un impuesto sobre el patrimonio neto, la carga fiscal es independiente del rendimiento. Los inversionistas más exitosos conservarán una mayor parte de su rendimiento y verán que su capital se acumula más rápido.

Esto pondrá más capital de la economía en manos de quienes lo asignan bien. El modelo recompensa el éxito y fortalece el potencial de destrucción creativa del capitalismo. Un impuesto sobre el patrimonio progresista apoyará el crecimiento de la riqueza menos concentrada: fortunas más modestas, pero que con más frecuencia son bien invertidas. 

El resultado es que, entre todas las formas de gravar el capital, un impuesto progresivo sobre el patrimonio neto es el régimen más favorable al capitalismo y el que más apoya una democracia propietaria. Y ese, sin duda, es el modelo social que mejor se adapta a los capitalistas a largo plazo, incluso a ultrarricos, pero malos inversionistas, a quienes el impuesto sobre el patrimonio afectará más duro.


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