Un tribunal de Tokio sentenció a dos estadunidenses por haber ayudado a Carlos Ghosn a huir de Japón a finales de 2019, el primero de ellos recibió una condena de dos años de cárcel y el segundo a 20 meses.
Se trata de Michael Taylor, de 60 años, que ha recibido la pena más larga, y su hijo Peter Taylor, de 28 años, quienes se sentaron en el banquillo desde el mes pasado en Tokio por este caso mediático que puso en ridículo a las autoridades japonesas.
Carlos Ghosn había logrado huir de Japón, escondido en una caja de equipo de audio.
Michael y Peter Taylor habían admitido los cargos en su contra y se habían disculpado en el tribunal, diciendo que lamentaban sus acciones.
A principios de julio, la fiscalía solicitó dos años y diez meses de prisión contra Michael Taylor y dos años y medio para su hijo.
Sus abogados habían pedido condenas en suspenso, argumentando en particular que Carlos Ghosn fue el principal instigador de toda la operación, y que los Taylor ya pasaron diez meses en detención provisoria en Estados Unidos antes de ser extraditados a Japón.
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Pero el juez principal, Hideo Nirei, subrayó este lunes que se trataba de un "delito grave" porque la perspectiva de que ver a Ghosn juzgado en Japón algún día se evaporó.
"Los dos acusados lograron con éxito una fuga al extranjero sin precedentes" y tuvieron un papel proactivo en esta operación, continuó el juez.
El dinero como móvil
Nirei estimó además que los cómplices estuvieron motivados por el dinero, y no porque Michael Taylor tiene a través de su esposa relaciones lejanas de parentesco con la familia de Ghosn en Líbano.
Según los investigadores, los Taylor recibieron del lado de Ghosn 862 mil 500 dólares para preparar la operación, y luego el equivalente a 500 mil dólares en bitcoins para pagar sus gastos de abogados.
Carlos Ghosn reside en el Líbano desde su huida, por lo cual el expresidente de Renault y Nissan está fuera del alcance de la justicia japonesa porque el país del Cedro no extradita a sus nacionales.
Los Taylor fueron detenidos en Estados Unidos en mayo de 2020 y luego extraditados a Japón en marzo de este año para ser juzgados.
Otro presunto cómplice, un hombre de origen libanés llamado George-Antoine Zayek, sigue siendo buscado por las autoridades japonesas.
A finales de 2019, Carlos Ghosn estaba en libertad bajo fianza en Tokio, con la prohibición de salir de Japón a la espera de ser juzgado por presunta malversación financiera, que siempre negó, cuando estaba al frente de Nissan.
El 29 de diciembre de 2019, después de viajar de incógnito de Tokio a Osaka en el Shinkansen, el tren de alta velocidad japonés, se escondió en una gran caja de equipo de audio perforada con pequeños orificios discretos para permitirle respirar.
Esa estratagema le permitió eludir los controles aduaneros en el aeropuerto internacional de Kansai, ya que en ese momento los controles de equipaje no eran obligatorios para los pasajeros de un vuelo privado.
El avión llegó a Estambul, Turquía, donde Ghosn lo esperaba otro aparato alquilado para viajar a Beirut.
En febrero pasado, tres personas -un funcionario de una compañía de aviones y dos pilotos- vinculadas a la fuga fueron condenadas a más de cuatro años de cárcel en Estambul.
La huida de Ghosn no impidió que el año pasado se abriera un juicio penal en Tokio sobre decenas de millones de dólares en indemnizaciones diferidas que el jefe de Nissan iba recibir cuando se jubilara, pero que no se mencionaban en los informes bursátiles del grupo.
El estadunidense Greg Kelly, exresponsable jurídico de Nissan que fue detenido el mismo día que Ghosn en noviembre de 2018, es ahora el único en el banquillo de los acusados ya que Nissan está siendo juzgada como persona jurídica.
Kelly, de 64 años, se enfrenta a hasta diez años de prisión en este juicio. Nissan se ha declarado culpable.
Otro presunto cómplice de la fuga, George-Antoine Zayek, un hombre de origen libanés que había ayudado a los Taylor en Japón, permanece prófugo.
srgs