Quito es uno de los lugares por los que atraviesa la línea ecuatorial que divide al planeta en hemisferio norte y sur. Quizá, dicha condición sea la culpable de que la capital de Ecuador sea un sitio de contrastes, donde conviven modernidad y tradición, y cuya riqueza y diversidad turística hacen de ella, más que la mitad, el encuentro de los mundos.
Desde su moneda, el dólar, la ciudad declarada en 1978 Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) comienza a revelarse con un lugar de sorpresas, que puede ser a la vez familiar y desconocido.
Al llegar, el clima es una de las primeras rarezas evidentes, pues cambia en instantes, algo que no sorprende a los quiteños, quienes acostumbrados, se limitan a decir “así es aquí”. Una vez adentrado en la capital, entre casas, conventos, monasterios, iglesias coloniales, centros de negocios, museos, restaurantes, bares y demás, su oferta cultural se torna, como la situación meteorológica, impredecible.
El centro histórico tiene diversas iglesias, donde destacan la de la Compañía de Jesús, totalmente cubierta con láminas de oro, y la de San Francisco, que alberga a la Virgen Alada, una escultura reconocida mundialmente, la cual tiene una representación de más de 40 metros en la colina de El Panecillo que puede verse desde casi cualquier parte de la ciudad y que supera en altura al Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Sin embargo, la cultura se aleja de lo colonial y tiende hacia lo moderno en barrios como La Floresta o La Mariscal, centros del arte contemporáneo, cine independiente, bares y restaurantes gourmet. Sus complejos culturales se coronan con la Capilla del Hombre, lugar donde se expone la obra de Oswaldo Guayasamín, cuyas pinturas han viajado a galerías de todo el mundo y han impresionado a personajes tan opuestos como Fidel Castro y Nelson Rockefeller.
La ciudad es capaz de maravillar a cualquier fanático del turismo ecológico, pues sus diversos ecosistemas lo vuelven hogar de especies como el cóndor, el oso de anteojos, el puma, y gran variedad de colibríes y orquídeas. Uno puede experimentar la naturaleza mediante lugares como el ‘TelefériQo’, uno de los más altos del mundo; o bien, de manera más directa, a través de las reservas ecológicas como Antisana, donde la vida silvestre es mucho más diversa.
Incluso, es un lugar clave para los amantes del aviturismo, pues se trata de la ciudad con mayor número de aves por kilómetro cuadrado.
Quito resulta así un lugar donde conviven lo antiguo y lo moderno, bellas construcciones coloniales y monumentos naturales, una ciudad con tradiciones que no pueden verse en ningún otro lugar y con una riqueza de especies que le han llevado a tener entre sus distinciones reconocimientos tan diversos como Destino Ciudad Cultural Líder de Sudamérica y Destino Líder de Reuniones y Conferencias de Sudamérica, ambos por los World Travel Awards; así como ser considerado uno de los mejores destinos de naturaleza según NatGeo.
En el tema gastronómico, sus platillos típicos se basan principalmente en maíz, plátano, papas y mariscos, los cuales se preparan de formas distintas a las habituales. Hasta la forma de comer palomitas, que no son ninguna comida exótica, cambia, pues éstas suelen servirse como entrada o guarnición junto con plátano frito y maíz tostado (llamados allá canguil, verde y chulpi, respectivamente), las cuales son un platillo que está, como dirían los quiteños, ¡buenazo!