Aunque las nuevas formas digitales de dinero tienen el potencial de proporcionar pagos más baratos y rápidos, mejorar la inclusión financiera, la resistencia y la competencia entre los proveedores de pagos y facilitar las transferencias transfronterizas, en la mayoría de los casos, los riesgos y los costos superan los posibles beneficios, advirtió el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En un documento, el FMI señaló que como moneda nacional, los criptoactivos, incluido el bitcoin, conllevan riesgos sustanciales para la estabilidad macrofinanciera, la integridad financiera, la protección del consumidor y el medio ambiente, aunque las ventajas de sus tecnologías subyacentes, incluido el potencial de servicios financieros más baratos e inclusivos, no deben pasarse por alto.
Explicó que los criptoactivos son tokens emitidos de forma privada basados en técnicas criptográficas y denominados en su propia unidad de cuenta. Su valor puede ser extremadamente volátil, pues el bitcoin, por ejemplo, alcanzó un pico de 65 mil dólares en abril y cayó a menos de la mitad de ese valor dos meses después y, sin embargo, sigue vivo.
El organismo destacó que para algunos, los criptoactivos representan una oportunidad para realizar transacciones de forma anónima, para bien o para mal; para otros, es un medio para diversificar carteras y mantener un activo especulativo que puede generar riquezas pero también pérdidas significativas.
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Riesgos
Apuntó que el costo más directo de la adopción generalizada de un criptoactivo como el bitcoin es la estabilidad macroeconómica, pues si los bienes y servicios tuvieran un precio tanto en una moneda real como en un criptoactivo, los hogares y las empresas gastarían mucho tiempo y recursos eligiendo qué dinero guardar en lugar de participar en actividades productivas.
Asimismo, los ingresos del gobierno estarían expuestos al riesgo de tipo de cambio si los impuestos se cotizaran por adelantado en un criptoactivo, mientras que los gastos se mantuvieran principalmente en la moneda local, o viceversa.
Además, la política monetaria perdería fuerza, ya que los bancos centrales no pueden fijar tasas de interés en una moneda extranjera; por lo general, cuando un país adopta una moneda extranjera como propia, "importa" la credibilidad de la política monetaria exterior y espera alinear su economía y las tasas de interés con el ciclo económico externo. Ninguno de estos es posible en el caso de una adopción generalizada de criptoactivos.
Como resultado, los precios internos podrían volverse muy inestables, ya que incluso si todos los precios se cotizaran en, digamos, bitcoin, los precios de los bienes y servicios importados aún fluctuarían enormemente.
Aunado a esto, la integridad financiera también podría verse afectada, ya que sin medidas sólidas contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo, los criptoactivos pueden usarse para lavar dinero mal habido, financiar el terrorismo y evadir impuestos. Esto podría representar riesgos para el sistema financiero, el equilibrio fiscal y las relaciones con países extranjeros y bancos corresponsales de un país.
Los bancos y otras instituciones financieras podrían estar expuestos a fluctuaciones masivas en los precios de los criptoactivos; además, el uso generalizado de criptoactivos afectaría la protección del consumidor, pues los hogares y las empresas podrían perder riqueza a causa de grandes cambios de valor, fraude o ciberataques.
Finalmente, los criptoactivos extraídos como bitcoin requieren una enorme cantidad de electricidad para alimentar las redes informáticas que verifican las transacciones. Las implicaciones ecológicas de adoptar estos criptoactivos como moneda nacional podrían se importantes.
AMP