Los cines mexicanos enfrentan una segunda transformación, esta vez a causa del covid-19. Al igual que hace 68 millones de años un meteorito acabó con los dinosaurios, las salas del llamado séptimo arte están en riesgo por el impacto de la pandemia que azotó al mundo.
A más de un año en confinamiento, algunos complejos cerraron sus puertas, mientras buscaban su supervivencia con aforos limitados, acorde a las medidas de seguridad sanitaria.
Los números son preocupantes: la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine) estima pérdidas del 96 por ciento, respecto a las cifras de 2019.
Las charlas a color que hacían análisis, relataban sorpresas y creaban expectativas tras los filmes en los pasillos, regresaron al silencio, al cine mudo, por tiempo indefinido.
La Casa del Cine Mx anunció su cierre oficial en diciembre del 2020. Por otro lado, los carteles que auguraban los estrenos más aclamados en la Cineteca y Cinépolis, otra vez se iluminaron para dar paso a la nueva normalidad, que se caracteriza por mantener un aforo del 20 por ciento y solicitar el uso obligatorio de cubrebocas, gel antibacterial, así como sana distancia.
Aunque un cambio en el concepto del séptimo arte parecía inimaginable, fue posible. De hecho, no es la primera vez que el cine se adapta a las necesidades de la comunidad.
Durante la segunda mitad del siglo XX, los mexicanos fueron testigos del descenso y evolución de las salas más prometedoras de la capital. En entrevista con MILENIO, el periodista Rafael Pérez Gay recordó a los cines de los sesenta como el culto y diversión masiva de la época.
“Eran barcos que partían rumbo a sueños, que se realizaban en la oscuridad”, detalló.
Cuando él era pequeño solía visitar El Palacio Chino. Su padre le pronunciaba los subtítulos en medio del silencio de los grandes salones, que tenían una capacidad de entre 700 hasta mil butacas.
A partir de ahí comenzó su travesía por dichos sitios de arte y conocimiento. En medio de luces y letras gigantes, las marquesinas invitaban a los mexicanos a vivir la experiencia cinematográfica.
Con frecuencia, el escritor de Me perderé contigo asistía a Cine Orfeón, Ciudadela y Variedades. Los fines de semana solía acudir a las matinés, funciones mañaneras dedicadas a los niños.
Seguido, en los años setenta, su adolescencia fue marcada por las películas de ficheras que proyectaba Cine Metropólitan, México y Bella Época.
En aquel entonces surgió un cine universitario, también llamado de arte, que se adueñó del Instituto Francés de América Latina.
“Vengo de esa época en que uno zarpaba a oscuras. Cuando todo se volvía negro, empezaba la historia en una gran, gran pantalla”, comentó el también colaborador de Grupo MILENIO.
Cada jueves compraba el periódico “Últimas noticias” u “Ovaciones” para ver los estrenos de El Dorado 70, en Plaza Universidad.
En ese momento, Hollywood cobró popularidad; al tiempo en que el cine mexicano abandonó la Edad de Oro. En el Cine Bella Época, se proyectaban películas antiguas.
Además, en Las Américas llegó a disfrutar de filmes como Love Story. Posteriormente, tras el incendio de la Cineteca Nacional, ubicada en Tlalpan, se presentó un cambio determinante.
El nacimiento y auge de las multisalas
Los grandes cines se fragmentaron. Su decadencia comenzó y llegaron las multisalas. En estas últimas, la capacidad era de entre 100 y 200 personas, lo que generó extrañeza en los espectadores; sin embargo, en la década de los ochenta, su popularidad se extendió.
Los años transcurrieron. Las compañías crecieron, sus tecnologías se perfeccionaron y las ventas aumentaron, de forma que se convirtieron en lo que conocimos antes del covid-19.
Los acontecimientos actuales “marcan una nueva época para el cine y la emisión cinematográfica en México” dijo Pérez Gay.
Por otro lado, Susana, quien trabajó por más de 10 años en establecimientos de Cinemex, describió que en Perinorte se hablaba del covid-19 desde enero de 2020.
A lo largo de febrero estuvieron pendientes de su expansión y para marzo recibieron la indicación de seguir las medidas de seguridad sanitaria.
Con el transcurso de los días, la afluencia del público disminuyó. Recibir a 10 personas era mucho. Las horas de los empleados disminuyeron. Los descansos aumentaron. En el caso de los gerentes, los vales y bonos desaparecieron. Su sueldo se redujo a la mitad. Muchos optaron por renunciar, a otros les dieron las gracias.
Los pagos no se lograron solventar. También hubo conflictos emocionales, fue triste ver durante meses las luces apagadas y las salas sin asistencia. Las redes sociales se empaparon de mensajes melancólicos donde preguntaban, ¿dónde quedó la magia?
Las charlas entre grandes grupos de gente, las palomeras incendiadas tras las constantes ventas y las historias paranormales a altas horas de la noche, pasaron a ser parte del imaginario colectivo de quienes recorrieron los pasillos de los cines antes de la pandemia.
Sin embargo, el México digital y tecnológico ha permitido que se mantenga la chispa del séptimo arte. Tras el éxito del streaming, plataformas como Cinépolis Klic, Disney Plus, HBO y Netflix, cobraron popularidad al disponer de una gran variedad de contenidos que pueden ser vistos desde el hogar.
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La Casa del Cine MX, a través de sus redes sociales y página web, aún es un refugio para los cinéfilos. No obstante, Susana piensa que la experiencia del cine no será sustituida.
De acuerdo con el escritor de “Llamadas nocturnas'', así como “Los randes trasatlánticos que en la oscuridad iban hacia el sueño” viven en nuestra memoria, las enormes cadenas también lo harán. El cine no perecerá.
DMZ