¿Hay tregua en la guerra comercial de China vs Estados Unidos?

FT Mercados

Parece que ambos hicieron las paces, pero qué tanto podrían comprometer la estabilidad futura y el orden comercial actual.

"El mecanismo de aplicación del próximo acuerdo ofrecerá a los presidentes demócratas y republicanos herramientas contra China".
Edward Luce
Ciudad de México /

Olvidemos por un momento la cantidad de bushels de soya (aproximadamente 27.22 kilogramos) que China prometerá comprarle a los agricultores estadounidenses. Dejemos a un lado el compromiso esperado de China de detener el robo de propiedad intelectual de Estados Unidos (EU). Ese tipo de promesas estimularán a los mercados cuando Donald Trump y Xi Jinping finalmente den a conocer su acuerdo.

 La parte radical en esta ocasión es la forma en la que acordaron asumir la rendición de cuentas mutuamente.

 A diferencia de los acuerdos comerciales firmados bajo los mandatos de los antecesores de Trump, este no requiere la participación de terceros. Cada país tendrá licencia para decidir cuando el otro no está cumpliendo. Después de buscar un nuevo comienzo en las relaciones con China, Trump estaría consagrando un régimen de interminables toma y sacas. Si alguna vez hubiera un modelo para la inestabilidad bilateral, el próximo acuerdo entre EU y China calificaría.

 Pero esa es solo la mitad de la historia. La otra es cómo afectará el convenio a los demás países. Cuando las dos economías más grandes del mundo acuerdan resolver las disputas entre ellas, la Organización Mundial de Comercio (OMC) queda al margen de inmediato. En la situación actual, la OMC ya no puede escuchar las demandas porque la administración Trump está bloqueando el quorum en su órgano de apelaciones. Ahora será relegada a simple espectadora.

 Una de las creaciones características del liderazgo mundial de EU estaría a medio camino de ser irrelevante. Este no es solo el resultado de la filosofía de “Estados Unidos Primero” de Trump. Será una coproducción con China. Irónicamente, otros países podrían demandar al gigante asiático en la OMC por su promesa esperada de comprar más productos estadounidenses. Eso violaría los principios en el corazón del sistema de libre comercio. 

No podemos esperar que los mercados de capitales se preocupen por los inconvenientes del acuerdo. Excepto cuando los precios caen, Trump cree que el mercado de valores siempre tiene la razón. En este caso, seguramente será recompensado. Lo que siga después es otro asunto. Los mercados a menudo son miopes. Casi sin importar su contenido, un acuerdo activará un repunte de alivio. Se habría evitado el fantasma de un peligroso desplome en picada en las relaciones entre EU y China. Pero se produciría a expensas de la estabilidad futura.

Hay tres razones para preocuparse por el impacto del acuerdo sobre la economía global. La primera es que aumentará la incertidumbre. Uno de los beneficios clave de la OMC es permitir que las disputas comerciales se resuelvan lejos de las capitales políticas. 

Es posible que a los países no les gusten los dictámenes individuales, pero generalmente los aceptan porque saben que las decisiones futuras podrían ser a su favor. Sin embargo, en EU se ha endurecido el consenso bipartidista a favor de una nueva Guerra Fría con China. 

A diferencia del conflicto original con la Unión Soviética, en el que el comercio entre los dos bloques era mínimo, este se desarrolla entre gigantes profundamente entrelazados. 

El mecanismo de aplicación del próximo acuerdo ofrecerá a los presidentes demócratas y republicanos un conjunto irresistible de herramientas punitivas contra China. La OMC no tendrá facultad para mantener la honestidad de los países. Tampoco habrá divisiones naturales entre la política comercial y la diplomacia.

Trump ha citado a la seguridad nacional de EU como la razón para los aranceles sobre las importaciones de metales de Europa y Canadá. Casi cualquier actividad económica china también puede ser bloqueada por esos motivos.

 La segunda preocupación es que el acuerdo comercial va a militarizar aún más el Estado de Derecho. La toma judicial de rehenes es cada vez más frecuente. Después de que Canadá detuvo a Meng Wanzhou, una ejecutiva de alto nivel de Huawei, por una orden de arresto de EU, China detuvo —y mantiene retenidos— a dos ciudadanos canadienses. 

Trump sugirió entonces que abandonaría el caso de Meng a cambio de las concesiones comerciales chinas. La última preocupación es el impacto que tendrá el acuerdo en la política global. Los occidentales asumieron desde hace mucho tiempo que, a medida que China se integre más a la economía mundial, se acercará más a algo parecido a una democracia liberal.

 Sería una ironía inquietante si la influencia de China atrajera al resto del mundo en la dirección opuesta. A primera vista, el acuerdo comercial que se avecina parece una victoria para Trump. Pero con una reflexión más profunda, se pone al descubierto cuánto daño haría el trato al orden basado en reglas que crearon los estadounidenses.

 La mejor manera de modificar el comportamiento de China sería reforzar las reglas globales. El debilitamiento de organismos internacionales como la OMC, el Banco Mundial y la ONU envía la señal opuesta. En un ecosistema estable, las especies más pequeñas prosperan. En un mundo de competencia despiadada, cualquiera puede ser la cena.



LAS MÁS VISTAS