Venta del Newcastle a sauditas impacta, pero no sorprende

El príncipe Mohammed bin Salman pudo instar a Boris Johnson a abrir el pacto detenido hace 18 meses por la preocupación de que el reino manejara el club

Las promesas de los nuevos propietarios de invertir en el equipo son seductoras. Oli Scarff/AFP
Consejo Editorial
Londres /

Es un comentario triste sobre el futbol inglés que la adquisición de un club importante por parte del fondo soberano de Arabia Saudita comienza a parecer una rutina. Varios clubes de la Premier League ya fueron capturados por oligarcas y autócratas. Sin embargo, el historial de Arabia Saudita es peor que el de la mayoría. Su adquisición del Newcastle United por 305 millones de libras debería provocar un examen de conciencia sobre el modelo de propiedad del deporte inglés.

La venta del club a inversionistas liderados por el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF, por su sigla en inglés) fue objeto de cabildeo al más alto nivel. Según los informes, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman instó a Boris Johnson, primer ministro británico, a destrabar un retraso en la aprobación del acuerdo. El gobierno niega haber intervenido, pero la intromisión del príncipe Mohammed no ayuda en nada al argumento del consorcio, y ahora de la liga, de que el PIF es distinto del Estado saudí.

Las preocupaciones de la liga de que el club sea manejado por el Estado detuvieron el acuerdo hace 18 meses, cuando el antiguo propietario de Newcastle, el empresario Mike Ashley, acordó vender al consorcio. Junto con PIF, incluye a los multimillonarios hermanos Reuben y a la financiera Amanda Staveley, que negoció la venta del club de futbol del Manchester City al jeque Mansour de Abu Dhabi. En 2020 se pensó que era poco probable que los presuntos compradores del Newcastle pudieran aprobar una prueba de liga que prohíbe la propiedad si se cometieron actos en el extranjero que son considerados como un delito penal en Reino Unido.

Ese era un problema para un régimen acusado del asesinato y desmembramiento de Jamal Khashoggi, un destacado periodista, en el consulado saudita en Turquía hace casi tres años. Estados Unidos publicó en febrero un informe de inteligencia que concluyó que el príncipe Mohammed aprobó la operación.

De acuerdo con la liga, se hicieron nuevas garantías sobre el control para despejar el camino para la toma de posesión, pero poco ha cambiado respecto al plan de hace 18 meses: el PIF aún encabeza el consorcio; el gobernador del fondo, Yasir al-Rumayyan, será presidente del club, y el PIF está presidido por el príncipe Mohammed, y su consejo de administración incluye a seis ministros sauditas y un asesor de la corte real.

Lo único que parece que cambió es la resolución de esta semana de una disputa sobre si una red pirata en idioma árabe con presunto apoyo saudí estaba robando programas, incluidos partidos de la Premier League, de una emisora ​​de Qatar. La disputa fue un sustituto de un embargo más amplio de Arabia Saudita a Qatar, ya que se suavizó. Qatar, sede de la Copa del Mundo de 2022, también es dueño del club francés Paris Saint-Germain: la rivalidad entre los gobernantes del Golfo se extiende a la propiedad de clubes de futbol.

El historial y la reputación del régimen saudí no parece afectar al “Toon Army” de aficionados del Newcastle. Su júbilo muestra el odio que sienten por Ashley, después de lo que sintieron fueron años de negligencia. Las promesas de los nuevos propietarios ricos de invertir en el club, que languidecen en la zona de descenso de la liga, son seductoras.

La amarga verdad es que Newcastle solo sigue el camino recorrido del gobierno de Reino Unido. El brutal asesinato de Khashoggi en 2018 debió ser un punto de inflexión, pero Reino Unido sigue vendiendo armas a Arabia Saudita, uno de sus socios comerciales “más importantes”. Las exportaciones de empresas británicas al reino fueron de 6 mil 700 millones de libras el año pasado, más que en 2018. Quizá sea una ventaja para el gobierno que Arabia Saudita ahora pueda lavar su reputación con la propiedad de un club de futbol.

La Premier League está más preocupada por proteger su posición comercial que por proteger a los clubes de potentados con mucho dinero pero con antecedentes sospechosos. En ese sentido, difiere poco de algunas franjas de la clase dirigente de Reino Unido, que, por el precio adecuado, pronto olvida su indignación.

LAS MÁS VISTAS