Por: Eduardo Andere M.
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La prueba PISA es un buen instrumento para, por un lado, informar sobre el estado de los aprendizajes al final de la educación básica o principio de la educación media superior y, por el otro, permitir que los responsables de las políticas públicas tengan datos duros sobre cómo se están formando sus estudiantes en comparación con otros y otras estudiantes de la misma edad alrededor del mundo. Además, a la par de la prueba PISA se aplican cuestionarios de contexto para obtener información sobre las condiciones sociales y económicas de los estudiantes y sus escuelas. Dos de esos cuestionarios son obligatorios: el de los estudiantes y el de los directores de escuelas participantes; otros tres son opcionales para estudiantes, maestros y padres de familia. A partir de la comparación de los resultados de las pruebas con las respuestas de los cuestionarios de contexto, los redactores de los informes de PISA construyen explicaciones y modelan los sistemas, prácticas y políticas que según ellos mejorarían el desempeño de los estudiantes. Es aquí, en este nivel de análisis, donde PISA y otras pruebas similares reciben las mayores críticas.