Por: Jesús Silva-Herzog Márquez
Ilustración: José María Martínez, cortesía de Nexos
Es claro que el poeta no estaba escribiendo un libro al sentarse frente a su escritorio todas las mañanas. Me escribo al escribir estos cuadernos, decía. No es que se mandara mensajes a sí mismo: era que al escribir daba forma a sus nervios. No pretendía publicar: quería esculpirse. La tinta corriendo en el papel fue su meditación cotidiana. En las libretas que se fueron acumulando a lo largo de los años pueden leerse sus ejercicios intelectuales. Ahí soltaba la mano para dibujar, anotaba un aforismo, jugaba con los números y las fórmulas, escondía un poema, divagaba sobre el eros y el lenguaje, rozaba la confesión. “Los demás hacen libros, yo hago mi mente”.