Por: Soledad Loaeza
Ilustración: David Peón, cortesía de Nexos
Todos somos bien conscientes de la fragilidad de las oposiciones en esta dramática coyuntura por la que atraviesa el país, en la que el covid ha segado cientos de miles de vidas y otros más, el crimen organizado. El gobierno tiene una responsabilidad muy grande en el desastre sanitario, y no deja de ser un enigma que ni siquiera en estas condiciones las oposiciones no hayan logrado consolidar un frente amplio al que pudieran acogerse aquéllos que perdieron a seres queridos mientras el presidente decía que había que espantar al virus con un escapulario y una matraca. Hay muchas otras causas de descontento: el desempleo, el deterioro de la economía familiar, las escuelas cerradas, las decisiones irracionales y arbitrarias de funcionarios, como Marx Arriaga, quien sustituyó los libros de texto gratuitos porque sí y con una versión de mala manufactura y plagada de errores. Sin embargo, las oposiciones siguen mirándose la una a la otra, absortas en un diálogo sordo, sin ocuparse de los ciudadanos. La fuerza del presidente hoy proviene de la debilidad de las oposiciones más que de sus cualidades personales.
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