Por: Gabriela Torres-Mazuera y Eric Vides Borrell
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
La ciencia ciudadana está en auge en México y el mundo. Este quehacer surge en diversos contextos nacionales como respuesta a las demandas ciudadanas y movilizaciones sociales que reclaman justicia ambiental, a fin de generar evidencia empírica consistente que contradice o desafía discursos oficiales sobre la inocuidad o supuesta seguridad de proyectos de desarrollo que suponen afectaciones medioambientales y ecológicas. La ciencia ciudadana puede ser de muchos tipos, sin embargo, en este espacio, nos centraremos en los biomonitoreos ciudadanos que suponen una alianza de saberes. Desde hace tres décadas, los biomonitoreos son instrumentos de control y participación ciudadana que logran politizar debates en torno a proyectos tecnocientíficos que se presentan como políticamente neutros y científicamente irrefutables. Un excelente ejemplo de ellos son los biomonitoreos de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) que han revelado el flujo de transgenes de un cultivo a otro y/o la contaminación con transgenes ya sea de semillas criollas o convencionales, o de áreas donde no existen permisos para su siembra o de alimentos que se supone son libre de ellos.