Por Paloma Villagómez
Ilustración: Víctor Solís
En la actualidad, la comida de las calles vive un momento de esplendor patrocinado por contenidos pop que la celebran y la han convertido en un punto de atracción para extranjeros y exploradores urbanos, reconociendo su aporte a la cultura culinaria y la identidad nacional. El discurso mediático tiende a exotizarla y estilizarla, promoviendo su consumo entre clases medias y altas, mediante la expedición simbólica de un certificado de originalidad y autenticidad. La comida de las calles, su bullicio, el caos colorido, la contundencia con la que se impone a los sentidos, hacen parte sustantiva de la narrativa hegemónica del tercer mundo, caracterizada por el barroquismo, la voluptuosidad y el desorden.
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