Karla Arlae Sánchez Guijosa, Guillermo N. Murray Tortarolo y Mario Martínez Salgado
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
Durante las dos últimas décadas ha habido sequías muy intensas en México. Tal fue el caso de la terrible sequía de 2011 y de la más reciente sequía de 2022. Este fenómeno se ha comenzado a considerar un riesgo para casi todo el país. Las sequías han impactado más del 60 % del territorio nacional provocando incalculables pérdidas en la agricultura, específicamente en los cultivos de temporal como el maíz, el trigo y el frijol. Además, la ganadería, especialmente aquella de libre pastoreo, se ha visto severamente afectada. Aunque México tiene un amplio historial de sequías, las características del fenómeno actual son críticas y por tanto un motivo para reflexionar sobre las experiencias de los trabajadores en el agro. En los últimos setenta años se ha observado que la población ocupada en el campo mexicano ha disminuido drásticamente (del 58.3 % al 12.69 % entre 1950 y 2018). Los motivos de dicha disminución se pueden explicar desde ámbitos socioeconómicos hasta políticos. Sin embargo, poco se ha analizado cómo se enfrentan los agricultores y ganaderos del país a los impactos de la sequía y sus consecuencias.