Por: Máximo Ernesto Jaramillo-Molina
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La política de desarrollo y protección social de los países debe, primero, buscar que, independientemente de cualquier situación eventual durante su vida (edad, sexo, capacidad de vender su trabajo en el mercado, etc.), las personas tengan acceso garantizado a una vida adecuada y con bienestar; en segundo lugar, debería reducir las brechas de desigualdades. En ese sentido, los sistemas de protección social o los Estados de bienestar (dependiendo del enfoque) deberían de tener tres funciones básicas: redistribuir, desmercantilizar y desfamiliarizar el acceso al bienestar. Dentro de ese marco, un componente importante son las transferencias monetarias que reciben los hogares. Si bien éstas no pueden ni deben ser la única estrategia de política social, sí son sumamente importantes, principalmente en un país como México donde el acceso al bienestar se encuentra tan mercantilizado.
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