Por: Eduardo Backhoff Escudero
Ilustración: Izak Peón, cortesía de Nexos
Siendo el currículo el eje articulador del proceso educativo de las escuelas, su definición resulta de primera importancia para los gobiernos en turno. Por ello, existe la tentación de cambiarlo constantemente; lo que se hace por lo general de manera apresurada y tardía, dando como resultado que no se logre implementar cabalmente durante la administración en que se elaboró y que la siguiente lo modifique inmediatamente. Se olvida que los cambios en materia educativa tardan mucho tiempo en implementarse, en asimilarse y en cristalizarse, por lo que cambiar el currículo cada sexenio es una pésima práctica que no solo no mejora el fin último de la educación, el aprendizaje de los estudiantes, sino que lo entorpece. Para su desgracia, se desea realizar el cambio curricular 2022 sin considerar que los dos años que permanecieron las escuelas cerradas afectaron severamente el aprendizaje de los estudiantes. En estas condiciones, cualquiera que sea el modelo curricular que se adopte se enfrentará a la dura realidad de que los estudiantes no estarán preparados para cursar el grado escolar al que ingresen, por lo que el modelo será imposible de implementar.