Por: Ileana Espejel
Ilustración: Jaque Jours, cortesía de Nexos
Cuando uno se jubila, los colegas y estudiantes te preguntan cuál fue tu principal logro. Después de más de 35 años de trabajo, les contesté que lo mejor que había hecho y por lo cual me tenían que estar agradecidos, fue haber insultado con un grito fenomenal al director cuando en las evaluaciones internas me calificó con cero y lo exhibió ante todos los compañeros presentes. Con esa calificación mi beca anual disminuyó notablemente y merecí un correo del director acusándome de oprobiosa. Lo bueno es que mi insulto llegó a oídos de las autoridades y a partir de ese año se anularon las calificaciones de los directores en las evaluaciones anuales. Es un auténtico logro, sobre todo cuando los académicos somos excesivamente evaluados; nos evalúan semestral, anual, trienal o quinquenalmente, por alumnos de cada nivel educativo, por colegas internos, por colegas externos, por autoridades encargadas de las evaluaciones. Así que, a botepronto, consideré la eliminación de una calificación totalmente visceral como mi mejor logro.
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