El “culto a la guerra criminal”: una crítica

Los grupos delictivos desempeñan un rol político en sus comunidades porque consiguen, concentran o ejercen el poder.

Los grupos delictivos desempeñan un rol político en la medida que forman parte del engranaje. | David Peón
Nexos
Ciudad de México /

Por: Fausto Carbajal Glass

Ilustración: David Peón, cortesía de Nexos

Para el contexto mexicano, algunas voces han hecho repetidos llamados a trascender narrativas narcocéntricas como la llamada “guerra contra las drogas” o las “guerras criminales” y, en cambio, penetrar en las microdinámicas de la violencia desde lo local. Consideremos, por ejemplo, la violencia asociada a los 135 conflictos socioambientales que actualmente existen en México entre comunidades y megaproyectos de desarrollo por la tenencia de la tierra, la exploración de yacimientos mineros, la gestión del agua y la explotación de recursos forestales. En todo este coctel de conflictividad social, ¿qué rol juega el crimen organizado? También convendría hacernos la misma pregunta para aquel actor político que busca deshacerse de su competencia en las próximas elecciones; una empresa transnacional a la que le incómoda un grupo ambientalista; un sindicato que quiere intimidar a una periodista; un terrateniente que quiere comprarle la milpa a un pequeño productor reticente; o un concesionario de taxis cuyos intereses se ven afectados porque la autoridad vial quiere regularizar el padrón vehicular. ¿Qué rol juega el crimen organizado en estos entramados de intereses privados y violencia?

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