Por:José Antonio Aguilar Rivera
Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos
A diferencia del México de 1976, el país que hoy existe, el que hemos construido millones de mexicanos, es una nación democrática. Los golpes autoritarios pueden ser combatidos ante un poder judicial que todavía no ha sido recapturado del todo por un gobierno que se empeña en restaurar el orden autoritario que antecedió a la democracia. El golpe al CIDE es una prueba de fuego para la judicatura. En las siguientes semanas y meses los jueces tendrán en sus manos la decisión de frenar el asalto político a una institución que encarna en muchos sentidos lo logrado por la democracia en el país o condonar la imposición del poder arbitrario sobre la razón. La responsabilidad de los juzgadores es inmensa. Lo que está en juego va mucho más allá del CIDE y atañe a la supervivencia de las universidades como espacios de libertad. ¿Contendrán los jueces el tsunami de destrucción y la amenaza a la independencia que este gobierno representa para las instituciones públicas de educación superior? Hoy, como en 1976, el gobierno autoritario podrá creer que ganó, pero la historia aún no está escrita.