Por: Paulina Madero Suárez
Ilustración: Guillermo Préstegui, cortesía de Nexos
El grito homofóbico, como una crítica dentro de los partidos, refuerza estereotipos y prejuicios en contra de la población LGBTIQ+ en donde una persona homosexual se considera “cobarde” dentro de una heteronormatividad impuesta socialmente. En un país en el que según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, el 40 por ciento de las personas de la población no heterosexual declaró que se le negaron sus derechos y el 72 por ciento de las personas trans respondieron que en el país se respetan poco o nada sus derechos, no solamente estamos ante una ‘costumbre’ sino ante una manifestación colectiva de violencia. Claramente, en un espacio como los estadios deportivos que han sido históricamente dominados por hombres, esta conducta sirve como un mecanismo para perpetuar una narrativa discursiva colectiva en la que se señala que la peor ofensa que se puede hacer al equipo contrario es decirle “homosexual” a uno de sus miembros.