Por: Jimena de Gortari Ludlow
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
Vivimos en un mundo lleno de sonidos provenientes de fuentes diversas. El sonido permite comunicarnos con las personas que nos rodean, nos produce sensaciones placenteras, nos pone en alerta y nos permite ubicarnos de manera inconsciente en el espacio. Cuando el sonido que se produce no es deseado y resulta desagradable aparece lo que denominamos como ruido. Una de las enormes complejidades que encierra el este fenómeno es que se considera un asunto de apreciación. El ruido es aquello que no me gusta; es algo que me molesta escuchar; es aquello que interrumpe lo que estoy haciendo; es el sonido de abrir un dulce envuelto en celofán en un concierto de música clásica o el sonido de la música del local debajo de casa. El ruido es un fenómeno que puede interceptar la actividad que estamos haciendo e impedir que volvamos a concentrarnos para continuar.