Por: Yolanda Morales
Fotografía de Yolanda Morales. "El Chato", una de las mascotas de Lourdes Maldonado, afuera de la casa de su dueña.
Cuando llegamos a la escena del asesinato de Lourdes ya estaba oscuro y había más de treinta periodistas. Nadie entendía nada: todos los rostros de mis compañeros mostraban asombro y tristeza. Esa noche no dormí, incluso aunque al día siguiente tenía que despertar temprano para ir a buscar testimonios de los vecinos. El lunes regresé a la privada de la colonia Santa Fe donde vivía Lourdes. Llegué antes de las nueve de la mañana, pero los vecinos no querían hablar. Me asomé por la ventana de la casa de Lourdes y vi el botón de pánico y las cosas que alguna vez fueron de Luby, como le decían sus amigos y familiares. También estaban sus gatos y su perro, El Chato. Echado en la puerta, parecía extrañarla, afligido, con los ojos entrecerrados y la cara al piso —una de las imágenes más tristes que he visto—. Me conmovió tanto que abracé a uno de mis compañeros periodistas y los dos comenzamos a llorar. No la conocíamos a profundidad, pero era una de nosotros.