Por: Mayra E. Gavito
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
El suelo produce el 90 por ciento de lo que comemos; el resto viene del agua dulce y marina. La capa mineral más superficial de la tierra también nos permite obtener materias primas, materiales de construcción y parte de la energía fósil que hasta ahora mueve casi todo. Por si fuera poco, además nos guarda y limpia el agua, sostiene la vegetación que nos limpia y regenera el aire para respirar. Comida, casa, agua y aire, unas pocas palabras que resumen lo que nos es absolutamente esencial. Miremos al suelo y al frente… y dimensionemos. Allí está todo lo que necesitamos para vivir y seguir por un buen rato. El suelo está degradado, contaminado, empobrecido, y aun así nos ha dado todo lo que necesitamos por milenios. Acabamos de rebasar los 8000 millones de personas, ocho campanazos de alerta; de esos, cinco han ocurrido tan sólo en mi tiempo de vida. Tal crecimiento poblacional no puede sostenerse sin una buena estrategia para producir suficientes alimentos sanos y nutritivos de manera sostenible. Dicha misión lleva implícito, como un cimiento, el mantenimiento del recurso que soporta la producción.