Por: Marino Miranda Noriega
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
Esta carga valorativa en la idea del analfabetismo sigue teniendo repercusiones hasta nuestros días. Si bien es posible que el lenguaje propio del siglo XIX y principios del XX se haya transformado, persiste el uso del analfabetismo como sinónimo de un estado de ignorancia en el que no se tienen los conocimientos más básicos para pertenecer al mundo “moderno”. Una evidencia de esto es la adopción de la idea del analfabetismo en el reino de la informática con el nacimiento de los “analfabetos digitales”, el cual traslada toda la carga ideológica vertida sobre las prácticas escritas a un nuevo imaginario donde los avances en las tecnologías de la información y comunicación toman la posición central como sinónimos de progreso. En este sentido, sería importante reflexionar sobre las consecuencias de un lenguaje que crea una línea tajante entre los que tienen las herramientas para posicionarse dentro del sendero al progreso y aquellos que simplemente se encuentran fuera y que, por lo tanto, hay que integrar.