Por: Michael K. Schuessler
Ilustración: Oliver Flores, cortesía de Nexos
En México, Elena Poniatowska, “princesa del tepalcate y reina soberana de la intelectualidad mexicana” no necesita introducción alguna, aunque tal vez sea ventajoso un breve recuento de su vida y obra para las nuevas generaciones de lectores/as que no habían nacido a finales de los años sesenta, cuando sus padres y abuelos se levantaron en contra de las represiones políticas de un estado corrupto, monopartidista, que no toleraba los reproches, mucho menos la discrepancia. A sus 90 años, cumplidos hoy, Elena es la abuela de México por antonomasia, una leyenda viva, aún muy activa que participa por igual en la vida política y literaria del país como en los juegos y actividades deportivas de sus diez nietos. También es nuestra admirada Premio Cervantes de Literatura, honor que todavía hiere las sensibilidades de los “puristas” que se empeñan en verla tan sólo como una periodista que convierte algunas de sus experiencias profesionales en ficción. La verdad habla por sí sola: es autora de más de cuarenta libros que abarcan casi todos los géneros literarios: el cuento, Lilus Kikus, de 1954, la historia de las inquietudes filosóficas de una niña traviesa y preguntona; el teatro, Melés y Teléo, de 1956, una verdadera “Mahabharata mexicana” porque duraría como cuatro días si alguna vez se representara; la crónica urbana, Todo empezó el domingo, de 1963, libro de costumbres populares acompañado con dibujos de Alberto Beltrán; la entrevista, Palabras cruzadas, de 1961, que incluye diálogos con Carlos Fuentes, Rosario Castellanos y Juan Rulfo, amén de una historia personal de la literatura de la Onda; la novela epistolar, Querido Diego te abraza Quiela, de 1976, una colección de cartas amorosas que documentan la obsesión provocada por un hombre ausente, el pintor Diego Rivera; la novela femenina, La Flor de Lis, de 1988, que narra la vida adolescente de una niña franco-mexicana y la conmoción espiritual incitada por la llegada de un padre obrero que impone ideas non santas en las cabezas de sus pequeñas discípulas, entre muchos, muchos, otros de los géneros que Elena ha practicado desde los años cincuenta.